25.2.14

loos in translation


no hablo alemán. me apena. se que no es ya una lengua que deba hablar para moverme con confianza por el mundo. pero me gustaría ser capaz de leer en su lengua a hegel, a heidegger, a benjamin o a loos —aun si siguiera sin entenderlos bien. me gustaría masticar, aunque fuera de manera rudimentaria, esa lengua que hace de la visión del mundo una sola palabra. me gustaría saber si es cierto que el título real de lo que conocemos, en traducción literal, como hablado en el vacío —ins leere gresprochen—, de adolf loos, es hablar con las paredes.

es bueno que un arquitecto se tome el tiempo de hablar con las paredes —aunque el sentido figurado de la frase sea hablar sin que nadie te haga caso, hablar en el vacío, pues (si bien en el vacío, literal, el sonido no se propaga, mientras que hablando contra la pared, al menos oyes tu propio eco).

me gustaría hablar alemán para saber qué tan grave falta es el ornamento : ornament und verbrechen— ¿crimen o delito? Si es crimen, merece castigo, si delito, acaso sólo una multa.

crime and misdemeanors —como la película de woody allen. por cierto, en la película un exitoso director de cine, interpretado por allan alda, le roba a su cuñado —woody allen— una frase para explicar lo que es la comedia: si se dobla, es chistoso, si se quiebra, no. es una paráfrasis de otra escrita por wittgenstein —¡qué culto allen!—: si la rama del árbol se quiebra, es un tragedia. las frases de woody allen y de wittgenstein me hacen pensar en una de jan hendrix que cita josé luís barrios: lo recto es la arquitectura, lo curvo es escultura.

no hay que tomarlo literal, aclara josé luís. richard serra con sus curvas tal vez logre ser más arquitecto que gehry, quien doblando muros no se acerca, sin embargo, a lo escultórico. (si quieren saber qué es lo escultórico lean el texto de josé luís barrios.)

volviendo a la frase de jan hendrix, dicho de otro modo: si se dobla es escultura, si no, es arquitectura. despejando la ecuación podríamos decir que la escultura es comedia, la arquitectura, tragedia. (calmen su júbilo, arquitectos: lo cómico es ligero, flexible, sorprende. lo trágico es rígido y el final es inevitable desde el principio.)

aunque la escultura, pese a ser comedia, también estorba —lo dice, de nuevo, josé luís barrios— y, por tanto, añade, inquieta.

la escultura de jan hendrix —sí: escultura, escultura inframínima en el espesor de menos de un milímetro de tinta sobre vidrio— inquieta a la arquitectura: la altera y la desdobla, la multiplica y la complica.

de vuelta a loos: ¿crímen o delito, crime or misdemeanor? el graffiti, el mural, la escultura, ¿ultrajan a la arquitectura si la decoran, la ofenden si la ornamentan? como el tatuaje en la piel, ¿denotan al criminal y su crimen?

creo que la postura de loos era triple: estética, ética y económica. de hecho, en principio semántica —pero eso me echa a perder las tres es. si el ornamento no significa nada (semántica), es un gasto inútil (económica), sin beneficio artístico (estética) y por tanto injustificable (ética).

pero jan hendrix es un lector voraz —dice teodoro gonzález de león. lee del holandés, del español y del inglés. y además lee del mundo: escrito —como querían los clásicos— pero no sólo para ser leído sino infinitamente reescrito —como quieren los modernos. la obra de hendrix —y sigo aquí los textos de los autores que me acompañan en el libro ornament is not a crime— es un montaje, una escultura, un texto —"un simple dibujo", dice jan— que desmonta y despliega, abre y se abre paso en la superficie de las cosas para hacernos preguntar si es ornamento y si el ornamento es crimen o si es delito.

ustedes lean, vean, decidan.


[texto leido el viernes 7 de febrero en el museo tamayo en la presentación de ornament is not a crime]

16.2.14

seguridad no es [sólo] vigilancia




una nota del periódico el universal del 15 de febrero dice que jorge romero herrera, delegado en la benito juárez, propone hacer varias mejores en los parques de la delegación a su cargo, entre ellas que tengan mayor vigilancia contratando seguridad privada con perros entrenados. la idea, en principio, suena aterradora. ¿por qué un delegado, el jefe político y administrativo, decidiría que la seguridad de los parques públicos de la zona que gobierna esté a cargo de guardias de empresas privadas? ¿acaso no confía en la policía de la ciudad? no resulta extraña la decisión viniendo de un político que parece optar por soluciones urbanas cuestionables. pero encargar la vigilancia de un parque público en la ciudad a un equipo de seguridad privada sería algo así como suponer que en este país los ricos deben protegerse mediante sus pequeñas —o no tanto— policías particulares mientras que el resto debe ingeniárselas como pueda y, si hace falta, defenderse por su propia mano —armada.

es innegable que la seguridad es un tema primordial en un país donde, en el sexenio pasado, decenas de miles murieron en situaciones violentas y otros tantos "desaparecieron" sin dejar rastro, y en este sexenio, parece que las cuentas —pese a la cuidada discreción que el gobierno actual parece haber inspirado a muchos medios de comunicación— no mejoran. pero, aunque parezca evidente en primera instancia, reducir el tema de la seguridad al de mayor vigilancia y control resulta, de menos, simplista. parece más que un error suponer que a nivel urbano y espacial la respuesta a la inseguridad son más cámaras y más rejas, más policías y más guardias privados, mayor control para entrar —e incluso salir— de edificios de oficinas (públicos o privados), de escuelas y universidades o de fraccionamientos.

armando oliver me hizo notar un texto de samuel bowles y arjun jayadev publicado por el new york times el 15 de febrero: one nation under guard. bowles y jayadev dicen que en estados unidos hoy se emplean tantos guardias privados como maestros de high school. los autores ponen el gran número de personas y recursos dedicados a la protección en relación con la desigualdad: "en estados unidos, la creciente desigualdad ha ido acompañada de un crecimiento explosivo de comunidades cerradas —gated communities— y armadas de porteros que controlan la entrada a edificios de apartamentos de alto nivel." en un gráfico comparan la cantidad de trabajadores dedicados a la protección —más de 200 por cada 10 mil en estados unidos— con el índice gini de desigualdad —mayor a 0.35 en estados unidos y superior al de otros 18 países desarrollados.

en una conferencia en méxico, el arquitecto sudafricano peter rich explicaba cómo el miedo al otro se transforma en odio a través de la segregación, tanto social como espacial. en méxico vivimos ese riesgo a diario. nuestra segregación es más difícil de señalar que la que operó en sudáfrica, al no estar codificada en leyes sino al ser sólo una mala costumbre que se oculta bajo el bello mito de una sociedad mestiza. no es la única causa de la violencia y probablemente no la más importante, pero ahí está y algo tendrá que ver. responder a la inseguridad con guardias de seguridad privada en los parques o con garitas que detengan sospechosos a la entrada de la ciudades —como lo hace el escudo implementado por el gobierno de mancera en el df—, con fraccionamientos resguardados y edificios a los que resulta más difícil entrar que a un laboratorio de la nasa, con guaruras y autodefensas, es como darle una aspirina a un enfermo realmente grave. un paliativo, no más.

mejor no tirar




¿tirar o no tirar? mark lamster escribe sobre tres edificios en dallas que en vez de ser demolidos serán reutilizados: el hotel statler (1956), la biblioteca pública de dallas (1953) y la base de operaciones y mantenimiento de braniff (1958).

tirar o no tirar


hace poco menos de un año paul goldberger cuestionaba desde las páginas de vanity fair que el museo de arte moderno de nueva york hubiera decidido demoler el pequeño edificio vecino, diseñado por tod williams y billie tsien para el american folk art museum hace poco más de una década y reconocido como buena arquitectura desde un principio. pero la institución a la que albergaba, por razones económicas, tuvo que buscar otra sede menos costosa de mantener. al moma, siempre ansioso de más espacio para sus amplísimas colecciones, le interesaba más el terreno que el edificio. los arquitectos y críticos protestaron. goldberger subrayaba la incongruencia de que uno de los museos que más atención le ha dedicado a la arquitectura y al diseño tuviera una actitud que censuramos pero entendemos en el desarrollador inmobiliario ávido del mejor y más rápido negocio.

el moma contrató a otro despacho no de menor prestigio —diller, scofidio y renfro— para el proyecto de ampliación y para estudiar las posibilidades que ofrecía el proyecto de williams y tsien. para sorpresa de muchos, elizabeth diller anunció —al parecer con gran pena— que el moma tenía razón: no había manera de salvar al edificio sin comprometer radicalmente tanto los planes de ampliación del gran museo como la integridad del pequeño. la furia no se hizo esperar. si ya era ultrajante que funcionarios de una institución cultural arremetieran contra la arquitectura, resultó incomprensible que unos arquitectos afamados no defendieran la obra de sus colegas. ¿fuego amigo en el frente de la cultura? fue el título del nuevo texto de goldberger en vanity fair.

en el new york times, michael kimmelman escribió:
“elizabeth diller y ricardo scofidio parecían realmente apenados con el resultado. talentosos arquitectos, llevaron al high line una energía y una visión que reconoció los obstáculos como oportunidades, el choque de lo viejo y lo nuevo como una virtud, cuando muchos estaban a favor de demoler esa vía elevada. ¿a dónde quedaron esa energía y esa visión?”

cuando en una entrevista christopher hawthorne, de los angeles times, le preguntó a diller si la reacción a su diagnóstico le había parecido dura, respondió que sí, que sabían que sería difícil pero no tanto. kimmelman cuestiona sobre cómo reaccionarían en caso de ser ellos quienes vieran una obra reciente condenada a ser demolida: “no monumentalizamos nuestros proyectos. no imaginamos que construimos para la historia. imaginamos que construimos para los ocupantes. tratamos de hacer edificios que duren y den de sí, pero no tan idiosincrásicos que no resistan el cambio.”

la idea tiene su encanto: hay que construir para el momento; los usos y las funciones cambian demasiado rápido. pero no es muy creíble viniendo de arquitectos que proyectan obras de varias decenas de millones de dólares. si pensamos que los usos cambian y que la arquitectura debe prestarse de la manera más fácil a esos cambios, ¿no habría que diseñar edificios genéricos, simples de construir, baratos de mantener, eficientes y, sobre todo, rápidos de desmantelar? además, ¿no es eso del cambio de uso —si le creemos, por ejemplo, a aldo rossi— algo de siempre en la arquitectura y no algo nuevo con lo que recién se trata? el problema no es el cambio de uso, sino el cambio de paradigma —para usar el pomposo término. conservar edificios es una idea más o menos reciente. en 1903 alois riegl publicó el culto moderno a los monumentos; antes del siglo XIX la arquitectura se transformaba y reformaba sin mucha pena —y a veces sin ninguna gloria. La modernidad exigió respeto, pero antes que por la historia —le corbusier no vaciló en borrar parís casi por completo, aunque fuera en un plano—, respeto a sí misma. parece que la arquitectura moderna no tolera el cambio ni sabe envejecer. pero ese tampoco es, creo, asunto de funciones, de obsolescencia, sino de imagen: a la arquitectura le pasó lo que le pasó a todo y a todos en la cultura occidental: odiamos envejecer.

¿hay que tirar o hay que hacer lo posible por ocupar de otra manera? supongo que en la respuesta no hay sólo una toma de posición estética: salvemos robin hood gardens en londres, prentice hall en chicago, o la terminal de pan am en nueva york porque nos gustan, sino también una posición ética y económica, es decir, ecológica: más allá del gusto, por qué no aprovechar algo que puede aprovecharse —ese es, de hecho, el tema del número 66 de arquine: exceso de capacidad.

pongo, para terminar, un ejemplo reciente en la ciudad de méxico. no se trata de una obra maestra o notable. ni el superservicio lomas de kaspé ni el manacar de carral, sino la octava delegación de policía, en la esquina de cuauhtémoc y obrero mundial, de autor, para mi, desconocido. el edificio se construyó en los años 40 en donde estuvo el convento de la piedad y luego un cuartel. ocupaba toda la cuadra y en la esquina noroeste, ochavada, tenía una fachada de cantera con dos columnas de planta oval en un austero y más rudo que sobrio estilo art decó. si hubo quien opinó que el edificio de la suprema corte, al lado de palacio nacional, diseñado por antonio muñoz, era el más feo de la ciudad, seguramente no conocía la octava delegación de policía. pero el edificio estaba catalogado por bellas artes, institución a la que muchas veces reclamamos su lentitud para actuar pero que, a decir verdad, no cuenta con los mecanismos legales para hacerlo. en otras palabras: la catalogación sirve de adorno. Pese a los reclamos del inba, el edificio desapareció por completo y rápidamente —no fuera que alguien protestara. al principio dejaron la fachada pero buena parte terminó cediendo. 

¿quién lo tiró y por qué? el edificio, propiedad del gobierno del distrito federal, fue demolido con evidente autorización del mismo, sin que la mentada catalogación sirviera de nada. en un ejercicio insuperable de cinismo o de irresponsabilidad, simón neumann, secretario de desarrollo urbano y vivienda, declaró que el edificio se demolió para “ampliar el centro comercial que se está desarrollando, parque delta, pero se van a restituir las mismas instalaciones que había ahí con espacios más modernos, eficientes y demás.” ¿qué quiso decir? ¿se construirá de nuevo el mismo proyecto, como ridículamente promete hacer grupo danhos en el caso de kaspé? a qué califica neumann como “espacios más modernos y eficientes”? ¿quién los diseñó? y, para repetir la misma pregunta de siempre, ¿a quién y por qué se asignó ese proyecto? lo peor es que a todo ese desorden y falta de transparencia se suma la torpeza —o, insisto, el cinismo. el edificio catalogado se demuele y se “presta” el terreno para que un centro comercial construya un estacionamiento subterráneo enfrente de la estación obrero mundial del metrobús. ¿ésa es la apuesta por fomentar la movilidad en transporte público del gobierno del distrito federal?

en fin, sea una institución como el moma y arquitectos como diller, scofidio y renfro, o un gobierno con procedimientos poco claros y un secretario con una visión de ciudad desafortunada, la pregunta sigue en pie: tirar o no. mi respuesta es un principio simple: in rubio pro ædificium.

zócalo : más allá del lugar común


es un lugar común, pero no por eso menos cierto, decir que el zócalo es el espacio público más importante de la ciudad de méxico y del país. público en el más amplio sentido posible: político, social, cultural, simbólico. incluso su lado comercial —recordemos que ahí hubo un mercado— y religioso —le hace cara la catedral— no han desaparecido del todo. basta escribir zócalo en google y aparecen imágenes de la plaza llena de gente y llena de árboles, y de taxis, y de tiendas de campaña, y de más gente, vestida, desnuda, marchando, tirada, cantando, bailando, oyendo un concierto. eso es. eso ha sido.

hace unos días en algunos periódicos se pudo leer una declaración de miguel ángel mancera, jefe de gobierno del distrito federal: “he pedido que me preparen un proyecto de reparación y de rediseño de la plancha del zócalo.” el tono de principito enardecido pero amable —dibújame un zócalo— preocupa. también preocupa que el encargo de trabajar ese sitio tan importante vaya a parar en manos de quién sabe quién. a mi me preocupa más que el señor mancera y sus asesores ignoren —o finjan hacerlo— que en 1999 hubo un concurso para rehabilitar el zócalo, convocado por el gobierno de cuauhtémoc cárdenas. se entregaron cerca de 200 proyectos de los que se eligieron 15 para una segunda fase y de ahí se eligió un ganador. se contrató a los proyectistas y se les pagó por algo que jamás se realizó.

pero más que todo lo anterior me preocupa que la decisión de remozar el zócalo sea una reacción  a la ocupación de esa plaza por la cnte y su posterior desalojo a cargo de la policía federal. que se trate de una ocurrencia de mancera con la intención de contrarrestar la mala impresión que su gobierno —tan dado a eso: las ocurrencias— ha dejado en su primer año. y más aun me preocupa que, bajo la convincente idea de un zócalo peatonal, terminemos con una elegante plaza buena para nada, abierta de nombre y cerrada de facto o, de menos, limitada al ejercicio de las buenas costumbres callejeras: pararse, ver y si acaso caminar. que nadie venda ni nadie compre; que nadie patine ni se tire en el suelo; que nadie se desnude y que nadie grite ni mucho menos estorbe el sacrosanto derecho de los demás a no poder hacer ahí nada; que no protesten y que no se planten.

me preocupa, pues, y me asusta, que el señor jefe de gobierno y sus comparsas confundan la plaza pública con el jardín de su casa o, peor, con la sala. que no sepan que hoy el bulevar ya no puede pensarse para como remedio contra la barricada. me preocupa que nos impongan no sólo una idea de belleza urbana sino, peor, una sola idea de urbanidad.


ps. en madrid, el colegio de arquitectos convocó a un concurso —sí: un concurso, no la petición del pequeño príncipe en turno— para remodelar la plaza del sol. concurso controvertido pues muchos ven en esa intención de embellecer la plaza una forma de neutralizarla como espacio de protesta. lo que al respecto escribió hace poco eduardo mangada hace mucho sentido también para el zócalo de la ciudad de méxico:
"...los poderes públicos, al servicio del capitalismo o de una dictadura, intentarán siempre el dominio de estos espacios (fraga gritó «¡la calle es mía!»), a veces con la puntual presencia de las fuerzas de orden, impidiendo, cercando o disolviendo brutalmente las concentraciones y manifestaciones ciudadanas. y otras veces, de forma más sibilina, mediante intervenciones de remodelación, reforma o «modernización» en las que con transfiguraciones físicas del pavimento, el añadido de artefactos urbanos o incluso arbolado, jardines y estanques, se crean barreras que impiden, o al menos hacen difíciles, las masivas manifestaciones y concentraciones de ciudadanos.
...cabe afirmar que el anuncio de una remodelación o «modernización» o el embellecimiento de un espacio público, hecho desde el poder político, con la connivencia de emblemáticas instituciones y personalidades profesionales, esconde un doble peligro. por un lado, puede servir para devaluar su máximo significado como «espacio común», dominio espontáneo de los ciudadanos. por otro, el de un simple embellecimiento, el de una recualificación paisajística que acabará expulsando a las clases populares que lo habitan o transitan para generar importantes plusvalores en las propiedades de su entorno, para lucro de los especuladores inmobiliarios. 
...la puerta del sol es un gran vacío destinado a acoger a los ciudadanos en momentos sociológicamente intensos y tensos, sea la fiesta, la celebración o la protesta, como la plaza del campo en siena, la plaza roja en moscú o el zócalo en méjico. por eso los primeros trazos de esta nueva ordenación se deberán más a la goma de borrar que al lápiz. despejemos la plaza: fuera osos y madroños, caballo y rey, míseras fuentes, quioscos cutres y jorobas vítreas invasoras. olvidémonos de sombrajos o jugosos árboles imposibles y seamos capaces de construir un pavimento, una alfombra que acoja de pie, sentados o tumbados en el suelo, a miles de ciudadanos para contemplar la caída de la bola del reloj en nochevieja, poner coronas a los caídos del 2 de mayo, incluida la parada militar, o gritar juntos contra la guerra, contra el paro, contra los recortes en educación, sanidad, cultura… 
...sobre este escenario podrán asentarse (nunca cimentarse) instalaciones efímeras tales como carpas o entoldados, tribunas o entablados, mercadillos y quioscos ambulantes. todo ello con la duración que demanden los ciudadanos que inunden esta plaza en las múltiples ocasiones ya mencionadas."




10.2.14

los espacios son parte de uno


"las habitaciones pueden decorarse de dos maneras: por la aplicación superficial de ornamento totalmente independiente de la estructura, o por medio de esas características arquitectónicas que son parte del organismo de cada casa, sea dentro o afuera."

eso lo escribió edith warthon —tres veces nominada al nobel y ganadora del pulitzer en 1921 por su novela la edad de la inocencia. lo escribió junto con su arquitecto, ogden codman, en el libro the decoration of houses. en esa época —escribió warthon en su autobiografía— los arquitectos "veían con desprecio la decoración de casas como una rama de la costura, y dejaban el campo libre a tapiceros, quienes llenaban cada habitación de cortinas, visillos, jardineras de plantas artificiales, inestables mesitas cubiertas de terciopelo y ensuciadas con chucherías de plata y festones de encaje en manteles y carpetas."

para edith warthon, en el cambio de siglo entre el 19 y el 20, y en sintonía con lo que pensaban grandes arquitectos del momento, la decoración aplicada era innecesaria y debía ser resultado de las propias características de la arquitectura.

pero hay quienes todavía hoy piensan que los espacios son parte de uno y que hay que dejarlos marcados con un sello personal, como la senadora iris vianey, quien decidió decorar su oficina para estar a gusto ahí, donde pasa mucho tiempo —según dijo ella misma.

así, más allá del notable mal gusto, la senadora —hoy con licencia y cuestionada por temas más graves que el color de los sillones— nos ha legado una teoría existencial del espacio —no muy original, por otra parte— resumida en ese breve aforismo: los espacios son parte de uno.

2.2.14

bicis contra coches



visto aquí.

ciudad bicicletera




desde hace unas semanas una imagen ha circulado profusamente por la red. tiene su encanto. a lo lejos se ve el skyline de la city en londres y justo al centro el edificio de norman foster, que también es autor de la propuesta: una red de 220 kilómetros de ciclovías elevadas sobre las líneas de tren que cruzan la ciudad. rodrigo díaz ya escribió en su blog sobre lo bueno y lo malo de las bicis en el aire de norman foster.

lo bueno, dice, es la posibilidad de un flujo rápido, con nuevas perspectivas sobre la ciudad, sobre una infraestructura que ya existe. lo malo, además del exorbitante costo —360 millones de dólares sólo para un tramo de prueba de 6.5 kilómetros—, es que parece que a sir norman le pasó lo mismo que a muchos estudiantes al proponer pasos a desnivel: no pensó en lo largas y estorbosas que deberán ser las rampas para subir a la ciclovía sin que sea necesario tener la condición física de un corredor de la tour de france. en fin, que no está mal la idea de una vía rápida elevada para ciclistas —nada nueva como muestra la segunda imagen— pero es mucho más fácil, económico y, sobre todo, sensato, pensar que los ciclistas viajarían mejor al mismo nivel que los peatones. aunque uno pueda atravesar la ciudad en bici, es probable que la gran mayoría la use en trayectos medianos o cortos —tal vez menores a la distancia que requiere una rampa para subir a la ciclovía. con todo, la propuesta radical de foster en londres apunta, quizás, a que privilegiar a la bici como forma de transporte limpio, eficiente y económico es mucho más que una moda.

si la propuesta de foster para ciclovías elevadas en londres puede parecer un tanto excesiva, apostando a un diseño exquisito pero no necesariamente eficiente, en méxico, el gobierno del distrito federal, por ejemplo, ha dado, como es costumbre, pasos cortos, interrumpidos y a veces torpes para transformar a la ciudad de méxico en una ciudad biclicletera. en el sexenio pasado, con marcelo ebrard, se iniciaron los paseos dominicales en reforma y, en el 2010, empezó el programa ecobici. los primeros tiene ese lado de convivencia familiar que tanto les gusta exaltar a los gobiernos de cualquier color en nuestro país pero limita el uso de la bici a una forma de diversión —que no está mal— sin ayudar necesariamente a reforzar su papel como medio de transporte. para eso hacen falta implementar ciertos programas —biciestacionamientos, la posibilidad de viajar con la bici en algunos transportes públicos, etc.—, diseñar carriles exclusivos o compartidos para las bicis y, sobre todo, educar a los automovilistas —acostumbrados a usar con toda impunidad las calles a su antojo. en cuanto a ecobici, el programa a crecido con mucha lentitud limitándose a ciertas zonas de la ciudad. hace poco se anuncio que en este año —a cuatro de haberse iniciado el programa— se cruzará el viaducto para cubrir la delegación benito juárez. a ese paso habrá que esperar otro sexenio para que la zona dentro del circuito interior —que sin ningún problema se puede recorrer en bicicleta— esté cubierta a medias.

además, a los esfuerzos por incrementar el uso de la bici se suman un par de características supongo que nacionales o de menos dominantes en el df: la torpeza en el diseño de los espacios públicos y la incapacidad de las autoridades para hacer respetar los programas que implementan. por ejemplo, desde la ciclovía de reforma hasta las recientes en avenida nuevo león o las que en la delegación benito juárez intentan hacer en calles como dakota, en la nápoles, o adolfo prieto, en la del valle, la planeación y el diseño a medias son evidentes. se acotan las ciclovías pero no se resuelve cómo un peatón hará, por ejemplo, para tomar un taxi o un microbús, ni se controla que los automovilistas no se estacionen inapropiadamente en el carril reservado a las bicicletas. hay casos peores que tienen que ver con la falta de una coordinación general en la ciudad: el delegado de la cuauhtémoc hace como puede la ciclovía en avenida nuevo león —insisto: sin diseñarla con cuidado en cada detalle ni hacer que la respeten los automovilistas— pero el de la benito juárez prefiere consentir el desorden y los abusos de los comerciantes a lo largo de división del norte, que hacer ahí una ciclovía, continuación lógica de la de avenida nuevo león.

por supuesto eso es sólo un ejemplo de la manera como se toman aquí las decisiones de diseño —sea de políticas y planes urbanos o de respuestas específicas a problemas específicos como la forma de una banqueta o el lugar de un cruce peatonal. en parte tiene que ver con el propio diseño político de la ciudad, sin un gobierno metropolitano, con multitud de gobiernos locales dudosamente coordinados —delegaciones y municipios—, y un gobierno central —el gdf— desarticulado y perdido en complejos vericuetos administrativos, acostumbrado desde hace décadas a decidir desde el autoritarismo burocrático y a confundir la participación ciudadana con el clientelismo político. pero otra parte tiene que ver, en particular en este sexenio, con una incompetencia manifiesta o un desinterés irresponsable.


transformar esta ciudad en una bien diseñada para el uso de bicis puede parecer un problema menor —seguimos siendo una minoría quienes usamos con cierta regularidad ese medio de transporte. pero puede servir como ejemplo —mediáticamente significativo— de otra forma de pensar la ciudad y la relación de sus habitantes con el espacio público y entre sí, de otra manera de tomar e implementar decisiones de políticas públicas y, a nivel de la calle, de otra manera de entender la importancia del diseño atento a sus condiciones, los detalles y sus efectos.