¿Se puede imaginar algo más desesperante que esas viviendas de dos o tres cuartos, amontonadas una sobre otra hasta el séptimo piso, con dos o tres docenas de puertas por nivel en corredores interminables, esos paquetes de grandes edificios construidos con materiales prefabricados que parecen de cartón o de papel mache (¡como de papel higiénico usado!)?
Eso lo escribió, en francés y con pseudónimo, un suizo nacido en La Chaux-de-Fonds en 1887. No fue Charles Edouard Jeanneret, que se bautizó a sí mismo como Le Corbusier y que nació el 6 de octubre de ese año —puntualmente a las 9 de la noche, según anotó su padre— en esa pequeña ciudad al oeste de Suiza. Fue Frédéric Louis Sauser, mejor conocido como Blaise Cendrars, que nació poco más de un mes antes que Le Corbusier, el primero de septiembre, a unas cuantas calles de distancia. Quizá se hayan visto caminando alguna vez, pero al parecer no se conocieron personalmente en su ciudad natal. La Chaud-de-Fonds no era una pintoresca ciudad suiza. En su biografía de Le Corbusier, Nicholas Fox Weber dice que, tras haber sido destruida en 1794 por un incendio, fue reconstruida en el siglo XIX “en un estilo arquitectónico taciturno. Dispuesta como por los instrumentos de un relojero, sus calles tristes y pesadas filas de tiendas y apartamentos no tenían nada de la magia o la complejidad de la relojería de no ser por la precisión y el orden.”
Sauser dejó Suiza en 1911 para irse a Rusia y luego a Nueva York. En 1912 publicó un poema ya con el nombre de Blaise Cendrars. El texto de Cendrars sobre las viviendas amontonadas una tras otra no se refiere, por supuesto, al aparentemente aburrido pueblo en que nacieron él y Le Corbusier, sino a la periferia de París. El texto fue publicado en 1949 en un libro titulado La Banlieue de Paris, que presentaba 130 fotografías de Robert Doisneau. Nacido justamente al sur de la periferia parisina en 1912, Doisneau conoció a Cendrars poco antes de la publicación del libro; le encargaron hacerle un retrato al escritor. Se hicieron amigos y Doisneau le envió algunas fotografías que había tomado de las afueras de la Ciudad Luz y Cendrars, encantado con las imágenes, le propuso hacer un libro. Las imágenes de Doisneau retratan esa zona en que el campo ya desapareció y la ciudad apenas se insinúa. Las calles sin pavimentar, los edificios a medio construir o a medio destruir, los pequeños huertos que ni el más optimista podría calificar como tierra de cultivo, los niños jugando en los restos oxidados de un auto desvencijado. No se sabe bien si son los estragos dejados por la guerra recién terminada o una condición inevitable de esa zona de identidad indefinida: la periferia, aunque sea la de París.
Cuando Doisneau hace sus fotos y Cendrars escribe los textos que las acompañan, han pasado más de dos décadas de que Le Corbusier propusiera arrasar París y construir al centro mismo una ciudad moderna de amplios espacios abiertos y altas torres con planta en forma de cruz: el Plan Voisin. La destrucción que dejó la Segunda Guerra dejó campo libre en algunas ciudades para intentar desarrollos urbanos modernos, aunque no en París y ciertamente ninguno con los vuelos de las ideas originales de Le Corbusier. Sus proyectos de vivienda en Marsella, Nantes o Berlín, son fragmentos de una idea por construir. La periferia que describe Cendrars —que no es la que Doisneau retrata sino la que, en la posguerra, vino a ocupar su lugar— es un espacio uniforme: “uno se creería en Checoslovaquia de tan racionalizado que está todo de una manera primaria.” Eso, dice Cendrars, es efecto de la pobreza generalizada donde todo es fealdad. “No aludo a los arquitectos ni a los urbanistas —escribe Cendrars— a los que faltó fe ni a la combinación, de notoriedad pública, entre mercachifles, especuladores y políticos que autorizaron esas ciudades de sindicatos edificadas a base de sistemas financieros que, nueve de cada diez veces, son una estafa.”
Los dos paisanos y coetáneos, Jeanneret y Sauser, Le Corbusier y Cendrars, se conocieron ya en Francia. No fueron amigos cercanos pero se conserva correspondencia entre ambos. Cendrars murió el 21 de enero de 1961 en París. Le Corbusier cuatro años después, el 27 de agosto de 1965, en Cap-Martin
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