Victor Horta nació en Gante, Bélgica, el 6 de enero de 1861 y murió en Bruselas, el 8 de septiembre de 1947, a los 86 años. Durante su vida, pues, el mundo cambió radicalmente varias veces. En 1878 Horta llegó a París buscando trabajo como arquitecto. En ese año se realizó la tercera Exposición Universal en esa ciudad. Entre otras cosas se mostraba la cabeza de la Estatua de Libertad, esculpida por Auguste Bartholdi —sobre una estructura diseñada por Gustave Eiffel—, que sería inaugurada en Nueva York ocho años después. También se mostró al público el teléfono, inventado por Alexander Graham Bell y se iluminaron calles y plazas con focos incandescentes inventados por Thomas Alva Edison.
Horta regresó a Bélgica en 1880 y se instaló en Bruselas. Trece años después, construyó el Hotel Tassel para su amigo Émile Tassel, profesor de la Universidad Libre de Bruselas. Hay quienes lo consideran el primer ejemplo de Art Nouveau. Keneth Frampton dice que “en esa casa rural de tres plantas, fachada estrecha y formato tradicional de terraza, Horta llegó más allá de los logros de sus primeros tiempos para convertirse en uno de los primeros arquitectos que hicieron uso abundante del hierro en la arquitectura doméstica.” Agrega que trataba ese material “como sifuera un filamento orgánico insinuado en la obra para suvvertir la inercia de la piedra.” El éxito de aquél proyecto le trajo a Horta muchos más encargos. Tanto entre la burguesía como entre jóvenes más radicales. En 1900 terminó de construir La Maison du Peuple, para el Partido Socialista Obrero Belga. Frampton dice que “es la obra más original de su carrera.” sintiéndose libre de llevar sus ideas —y la influencia de Viollet-le-Duc, agrega Frampton— hasta “sus conclusiones lógicas.”
Françoise Aubry dice que los jóvenes progresistas de la clase media que encargaron aquél proyecto a Horta, “creían que el arte debía contribuir a mejorar la calidad de la vida y la educación de la clase obrera.” También explica que la Casa del Pueblo estaba pensada para impresionar la imaginación de quienes la vieran y servir como demostración del papel que tendría el recién creado Partido Obrero en la vida política. En sus memorias, escribe Aubry, Horta explicó que buscaba “construir un palacio que no sería un palacio, sino una casa donde el arte y la luz serían el lujo por siembre negado a las casas de los trabajadores.”
En su ensayo The Power of Place: The House of the People as Counterpublic, Margaret Kohn cuenta que, a fines del siglo XIX, ese tipo de casas eran “sitios de socialización y tenían el propósito pragmático de acoger las oficinas de organizaciones de trabajadores, campesinos, grupos feministas, cooperativas, etc.” Eran lugares que, al mismo tiempo, hacían posible y expresaban la solidaridad que se daba entre estos grupos que empezaban a reclamar un papel activo en la vida pública. Eran “heterotopías de la resistencia, espacios reales, contra-sitios construidos para materializar una realidad alternativa” y, al mismo tiempo, “reflejaban formas de sociabilidad burguesas pre-existentes, como las logias masónicas o los círculos de lectura; arquitectónicamente, muchas veces incorporaban elementos de estilos burgueses.” Según Kohn, el primer registro del uso del término Casa del Pueblo fue en 1893, para una cooperativa en Massenzatico, Italia. Dos años después Horta recibiría el encargo de la de Bruselas,“la más significativa desde el punto de vista arquitectónico,” dice Kohn —aunque no habría que olvidar la Maison du Peuple de Clichy, a las afueras de París, construida por Jean Prouvé, Marcel Lods, Eugène Beaudouin y Vladimir Bodiansky entre 1935 y 1938. En palabras de Kohn, Horta “creó el efecto de grandeza usando luz y aire en vez de la ornamentación de los palacios burgueses” y “expresó el poder mediante el innovador uso del esqueleto estructural de acero: creo la impresión de estabilidad y masa sin el peso característico de la mayor parte de la arquitectura monumental” —de nuevo, como Prouvé y compañía pero cuarenta años antes. Para Kohn, el diseño de Horta para la Casa del Pueblo es la versión contraria del panóptico de Bentham —aquella prisión diseñada para aislar a los presos y mantenerlos controlados mediante la vigilancia casi virtual de un solo guardia. La Casa del Pueblo, en cambio, “servía para construir solidaridad” mediante “la diversidad de la multitud involucrada en una combinación potencialmente subversiva de beber y debatir, entretenerse y educarse.” Sin embargo, Kohn no asume que la arquitectura haya tenido, ella sola, un poder liberador en la construcción de ese tipo de edificios. Al contrario, apunta “las similitudes formales entre la Maison du peuple de Horta y la Casa del Fascio de Terragni, donde sin embargo, la idea de la solidaridad y la construcción de una comunidad de trabajadores había sido totalmente pervertida por el fascismo, aunque también subraya que mientras el edificio de Terragni hay cierto “uso «racionalista» del espacio debido a su complicidad con el poder,” la Maison du peuple de Horta, más allá o precisamente por la lógica orgánica del Art nouveau, se presenta como un en sí misma como una forma de resistencia a la lógica urbana en la que se inscribe.
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