Un letrero: no trespassing. Una reja. Entre la bruma se ve a la distancia una colina que poco a poco se revela como una fortaleza con torres y cúpulas. Un par de monos y luego un par de góndolas venecianas y el reflejo de la fortaleza en el agua. Un puente. Una banca. Señales. Una única ventana iluminada lo lejos a la que nos acercamos. La luz se apaga. Ahora desde adentro vemos la misma ventana. Amanece. Está nevando, pero la nieve cae dentro de una esfera de vidrio que sostiene una mano. Unos labios y un bigote canoso. Rosebud. La mano suelta la esfera de vidrio que cae al suelo y rueda dos escalones hasta romperse. Entra una enfermera para darse cuenta de que Charles Foster Kane acaba de morir.
Así empieza Citizen Kane, la película de Orson Welles que para muchos críticos es la mejor de la historia. El personaje de Charles Foster Kane está basado en buena parte en William Randolph Hearst, el magnate dueño de periódicos. Si Kane vivía en Xanadu, su inmenso y excéntrico castillo en Florida, Hearst vivió en La Cuesta Encantada, una propiedad en San Simeon, California, a medio camino entre Los Angeles y San Francisco. Hearst heredó los más de mil kilómetros cuadrados de terreno de su madre, Phoebe Hearst. También heredó de su madre al arquitecto o, más bien, arquitecta: Julia Morgan.
Julia Morgan nació el 20 de enero de 1872 en San Francisco, California. Su padre, Charles Morgan, había viajado al oeste en 1867, como muchos, a buscar fortuna en las minas de oro. No tuvo suerte —a diferencia del padre de Hearst, que llegó a California en 1850 y logró hacer una fortuna considerable. En lo que sí tuvo suerte Charles Morgan fue al casarse con Eliza Parmelee, hija de un millonario de la costa este. Los Morgan tuvieron cinco hijos y, contrario a las costumbre de la época, decidieron procurar una buena educación para todos, mujeres incluidas. En la escuela, Julia destacó en matemáticas y en física. Durante algunas vacaciones, Julia visitaba a una prima suya que vivía en Nueva York y estaba casada con Pierre LeBrun, arquitecto, hijo del también arquitecto Napoleon LeBrun. Por Pierre, Julia empezó a interesarse en la arquitectura.
En 1890, Julia Morgan fue una de las pocas mujeres en entrar a estudiar en la Universidad de California en Berkeley, donde no se enseñaba arquitectura. En 1894, Julia fue la primera mujer que se recibió como ingeniera en esa universidad. Su profesor de dibujo y geometría fue Bernard Maybeck, diez años mayor que ella, quien había estudiado en la Escuela de Bellas Artes de París y fue uno de los arquitectos más reconocidos de California en los primeros años del siglo XX. Maybeck convenció a Julia de ir a estudiar a París. El problema era que la Ecole des Beaux Arts sólo admitía a treinta de los casi 400 que lo intentaban cada vez y limitaba el número de alumnos extranjeros. Algo más: no admitía mujeres. En 1897, Julia Morgan quedó en el lugar número 42 y no fue admitida. A los seis meses volvió a intentarlo, sin éxito. Otros seis meses y otro intento. Quedó en el lugar 13 y se convirtió así en la primera mujer en entrar a estudiar a Beaux Arts. En dos años terminó todos los cursos y recibió su diploma. De vuelta a California entró a trabajar con John Galen Howard, un arquitecto que había estudiado primero en el MIT y luego en Beaux Arts, antes de regresar a los Estados Unidos a trabajar para H.H.Richardson y, finalmente, abrir su oficina en California, donde trabajó en varios proyectos para Phoebe Hearst. Fue así que Phoebe conoció a Julia y le pidió a Howard que ésta se hiciera cargo de sus proyectos.
En 1904 Julia obtuvo la licencia para ejercer como arquitecta en el estado de California —también fue la primera mujer en lograrlo. En 1906, el incendio que siguió al terremoto de San Francisco destruyó toda su oficina, incluyendo su archivo. Pero algunos edificios que ella había construido usando concreto armado se mantuvieron en pie. La gente empezó a hablar más de la arquitecta Morgan. Le encargaron renovar el interior del Hotel Fairmont, que reabrió el 18 de abril de 1907, al año exacto del terremoto. En 1919 murió Phoebe Hearst y su hijo contrató a Julia Morgan para construir un bungalow en la colina que le había heredado. El proyecto fue creciendo y entre 1919y 1938 la arquitecta viajó cada fin de semana de San Francisco a San Simeon para supervisar el diseño y la construcción de lo que sería el Castillo Hearst, con sus 56 habitaciones y 61 baños. Al final serían más de ocho mil metros cuadrados de construcción.
William Randolph Hearst murió el 14 de agosto de 1951, a los 88 años. Julia Morgan tenía 79. Cerró su oficina y, según Anna M. Lewis, se dedicó a viajar sola por el mundo. Murió a los 85 años el 2 de febrero de 1957. Lewis dice que Morgan “nunca iba a reuniones sociales ni buscaba llamar la atención sobre sí misma, no participaba en concursos, no escribía artículos ni dictaba conferencias y no escribió ningún tipo de memoria,” pero durante toda su carrera diseñó más de 700 edificios. También cuenta que decía “nunca rechaces un trabajo porque pienses que es demasiado pequeño, no sabes hasta dónde puede llegar.” Un bungalow puede terminar siendo un palacio de cincuenta y seis habitaciones.
Rosebud.
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