En el centro de Copenhague, en el sexto piso del SAS Royal Hotel, una sola habitación preserva en un microcosmos la obra maestra definitiva de Arne Jacobsen. La habitación 606 es el último interior que sobrevive de la SAS House, un mundo perdido de formas abstractas y experiencias naturales, ejemplo sin paralelo de la arquitectura y el diseño escandinavos en el siglo XX.
Así empieza el libro dedicado a la habitación 606 pero también a todo el hotel y, más aun, a la obra en general de Jacobsen. Arne Jacobsen nació el 11 de febrero de 1902 en Copenhague, donde estudió arquitectura en la Real Academia Danesa de Bellas Artes. Antes de graduarse en 1927, Jacobsen ganó una medalla de plata con una silla que diseñó y presentó en la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París, en 1925. Rod Hackney dice que al poco tiempo de graduarse, en 1929, llamó la atención de los círculos de diseño daneses al ganar el concurso para la casa del futuro. “El diseño, trabajado junto con su amigo de escuela Flemming Lassen, se basó en un plano en espiral con un helipuerto en el techo. Aunque para algunos su propuesta resultó una extravagancia, otros vieron una promesa en este joven arquitecto confiándole el diseño de otros proyectos.”
En 1955, Jacobsen fue seleccionado por la SAS —fundada nueve años antes— para diseñar su terminal aérea en Copenhague, que estaría acompañada por un lujoso hotel: 275 habitaciones, cada una con baño, teléfono y televisión. Durante cinco años el despacho de Jacobsen trabajó para diseñar absolutamente todo, no sólo el edificio sino los interiores hasta el mínimo detalle:: mobiliario, tapices, vasos, platos y cubiertos. “Las formas abstractas de Jacobsen —dice Michael Sheridan en el libro Room 606— estaban basadas en una profunda apreciación del mundo natural, y la síntesis entre arquitectura y horticultura era el fundamento de todo su trabajo.” Se trababa, agrega, como en general toda la obra de Jacobsen, de un paisaje artificial. No sólo por que Jacobsen derivaba buena parte de su diseño, como los colores y formas redondeadas en el mobiliario —que no en la arquitectura—, de su pasión por la jardinería sino por la relación entre todas las partes, casi como en un ecosistema.
Sheridan dice que desde 1963, a los pocos años de haber sido inaugurado, el ecosistema decorativo empezó a sufrir “un lento proceso de desmembramiento.” Y ya en 1978, siete años después de la muerte de Jacobsen, muchas habitaciones empezaron a ser “renovadas.” Cuando la SAS dejó de ser copropietaria del hotel, los interiores fueron cambiados totalmente, siguiendo los lineamientos corporativos de hotel. Sólo la habitación 606 fue recuperada tal y como la diseñó Jacobsen, gracias a Kersi Porbunderwalla, gerente del hotel entre 1983 y 1988. Aaron Betsky escribió que ese cuarto “es una oportunidad de ser parte de un mundo mítico en el que cada superficie, cada objeto y cada cosa que veas es moderna. Todo limpio y abstracto, sin decoración excesiva, haciendo evidente qué y cómo se hizo algo mecánicamente y calibrado para responder a la manera como la gente moderna vive, trabaja, viste e incluso duerme.” Bestky agrega que no se trata de un tema decorativo sino que “cada objeto y cada función” fue considerada no sólo para crear un todo armonioso, sino para responder al cuerpo en reposo:” el ojo y la mano pueden encontrar fácilmente lo que buscan. Betsky también dice que, pese al cuidadoso diseño de Jacobsen para el edificio, más allá de la estructura y el muro cortina y de la habitación 606, el hotel se ha convertido en uno genérico para el viajero de negocios global. Una prueba más —si hacía falta— de la fragilidad de cualquier obra de arte total cuya integridad, como cualquier ecosistema, depende de un equilibrio que resulta más aparente una vez que se ha perdido.
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