Alexander Calder nació en Aberdeen, Escocia, en 1846, y estudió en la Academia Real de Edimburgo. En 1868 emigró a los Estados Unidos, donde continuó su carrera como escultor. Fue ahí, en Filadelfia, que nació su hijo Alexander Calder, el 11 de enero de 1870. Este Calder estudió en la Academia de Bellas Artes de Pensilvania y en 1890 viajó a París para estudiar en la Escuela de Beaux-Arts. Dos años después regresó a Filadelfia, donde en 1898 nació su hijo, Alexander Calder, también escultor y hoy el más conocido de los tres Calder. Como su padre, el tercer Calder estudió en la Academia de Bellas Artes de Pensilvania, aunque luego, con su familia, se mudó a Arizona y luego a California, después a Nueva York y al final de vuelta a California. Su madre también era artista, pintora, pero por recomendación de sus padres, Calder estudió ingeniería mecánica, graduándose en 1919. Trabajó como ingeniero durante varios años hasta que entró a la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York y luego, en 1926 se mudó a París, para estudiar, finalmente, arte. Durante siete años vivió en esa ciudad que, según dijo en una larga entrevista que sostuvo con Paul Cummings el 26 de octubre de 1971, conocía desde niño por lo que le contaban sus padres. En París, empezó a hacer dibujos e ilustraciones de una sola línea continua, prefigurando su trabajo posterior: dibujos hechos con alambre en el espacio. “Pienso mejor en alambre” —cuentan que le dijo a su hermana. También en París empezó a trabajar en una de sus obras más conocidas: el Circo —una pieza que es, al mismo tiempo, una colección de esculturas y un performance, casi un juguete con el que Calder gustaba de divertirse y divertir a su público. El Circo está conformado por más de 70 figuras, 100 accesorios y 30 instrumentos musicales, además de dibujos y diagramas que los acompañan.
En París, Calder conoció a Miró, a Duchamp y a Piet Mondrian. A este último, según le cuenta a Cummings, lo conoció por recomendación de Frederick Keisler, el arquitecto y artista austriaco que vivía en Nueva York —al que conoció, a su vez, gracias a Edgar Varèse. Calder también conoció a otros personajes del mundo del arte y la arquitectura de vanguardia en el París de los años veinte: “una noche —le dice a Cummings— les mostré el Circo a Le Corbusier y Fernand Lèger y Carl Einstein en una habitación.” Después del circo, Calder empezó a desarrollar sus esculturas móviles —bautizadas así por Marcel Duchamp— y los stabiles —nombrados así por Jean Arp, en oposición a las anteriores. De Duchamp, por cierto, cuando Cummings le pregunta a Calder si le interesaba su trabajo y sus ideas, éste responde irónico: ”si y no: siempre tenía un ready-made para todo.” ¿Qué escultores del siglo XX le gustan? —pregunta entonces Cummings. Calder responde: Brancusi y Giacommetti. Y obligado a explicar por qué, agrega que del primero le gusta la simplicidad y del segundo, “esa pieza con dos ruedas y una barra y los tipos parados encima” —probablemente Calder pensara que esa pieza podría ser parte de su circo.
Calder regresó a Nueva York en 1933, ciudad donde murió el 11 de noviembre de 1976. Su trabajo es sin duda uno de los que fueron más apreciados y solicitados por distintos arquitectos del siglo pasado. Probablemente por su calidad abstracta pero al mismo tiempo lúdica —herencia de su circo—, o por el sutil equilibrio entre estabilidad física y visual y movimiento, real o sugerido, que tienen sus piezas. Seguramente por esa manera de dibujar en el espacio, evidente en sus dibujos tridimensionales de alambre, pero también manifiesta en obras mayores. Sobre la idea que tenía Calder sobre las formas que trabajaba, un diálogo inconcluso en la entrevista con Cummings, resulta interesante:
—Alguna vez dijo que está interesado en las formas (forms) que tienen cierto significado…
—¿Qué?
—Formas que tienen significado o valor…
—¿Yo dije eso?
—Sí, y me intriga saber qué quiso decir.
—Pues no recuerdo haberlo dicho, ¿formas que tienen significado?
—Sí, que está interesado en las figuras (shape) que tienen significado.
—Sí: me gustan las figuras, redondas o…
—Bueno, figuras que tienen significado…
—De acuerdo: ¡me atrapó!
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