Si te vas a Nueva York a estudiar música, vas a terminar como tu tío Henry, pasando el resto de tu vida viajando de ciudad en ciudad y viviendo en hoteles. Eso le dijo Ida Glass a su hijo, Philip, según cuenta éste en su recién publicado libro de memorias Words Without Music. Glass se fue a Nueva York y estudió música. Glass nació en Baltimore, Maryland, el 31 de enero de 1937. Fue el más chico de tres hermanos. Su padre, Ben, tenía una tienda de discos, General Radio, y los discos que no se vendían pasaron a formar parte de la colección de Philip. De niño, mientras sus hermanos estudiaban piano el aprendió a tocar la flauta. A los 15 años entró a estudiar matemáticas y filosofía a la Universidad de Chicago. Para empezar —dice en sus memorias—, “Chicago tenía mucho más de la sensación de una gran ciudad que Baltimore. Había arquitectura moderna —no sólo Frank Lloyd Wright sino los edificios catalogados de Louis Sullivan que eran un poco más viejos. Y tenía una orquesta de primera clase.” En la universidad había profesores como Saul Bellow, Hannah Arendt o Mircea Eliade, aunque las artes plásticas y la música no estaban tan bien representadas, pero en cambio, en la ciudad tocaban músicos como Charlie Parker —“el J.S.Bach del bebop,” dice Glass—, John Coltrane o Thelonious Monk. En Chicago Glass empezó a componer: “mi razón era muy simple, me había empezado a preguntar ¿de dónde viene la música?, y no podía encontrar la respuesta en los libros.” El viernes 10 de febrero del 2012, Glass dio una plática dentro de la serie Diseño y música en la Graduate School of Design de Harvard. En su blog, Lian Chikako Chang transcribió parte de lo que dijo Glass. Repitió que empezó a componer intentando responder de dónde viene la música y que jamás lo había logrado saber, hasta que se dio cuenta que la pregunta era equivocada, que “la cuestión es el significado.” La música, dijo, es un lugar.
Después de Chicago y tras un verano en París, Glass fue a estudiar a Julliard, en Nueva York y luego, con una beca, regresó en 1964 por dos años más a París. Ahí conoció y se hizo amigo de Richard Serra, quien también viajaba con una beca. “Recuerdo haber pasado muchas tardes con él en una terraza de un gran café de Montparnasse —dice Glass. El rumor era que tanto Giacometti como Beckett lo frecuentaban.” Serra quería ver a Giacometti, Glass a Becket —“no vimos a ninguno,” agrega. Cuando regresó a Nueva York, empezó a trabajar con un camión de mudanzas, negocio que le heredó Serra, de quien después sería asistente, primero en sus horas libres y luego de tiempo completo. Glass cuenta que una tarde le dijo a Serra:
Sabes, Richard, me gustaría poder dibujar. Ni siquiera puedo dibujar un árbol.Yo te puedo ayudar con eso.¿En serio? ¿Cómo? Te enseñaré a ver y entonces podrás dibujar. Me sorprendió completamente su sugerencia. De inmediato pensé: dibujar es acerca de ver, bailar es sobre moverse, escribir (narrativa y especialmente poesía) es acerca de hablar, y la música es acerca de escuchar. Me di cuenta que el entrenamiento musical consiste totalmente en aprender a escuchar: ir más allá del modo cotidiano de escuchar.
Serra nunca le dio las lecciones para ver, pero Glass dice que trabajando con él entendió que “había dos elementos que debían estar juntos: los materiales y el proceso.” En su plática en Harvard, Glass responde a una pregunta de Mohsen Mostafavi sobre la relación entre espacio y tiempo, de un lado, y forma y contenido, del otro. Del espacio, Glass dice que piensa que es algo preexistente, inmutable y sólido, mientras que el tiempo se despliega, es plástico y fluido. La arquitectura empieza con el principio —el espacio, lo que, en términos de Glass, ya está ahí— mientras que “la música empieza después del principio” —con el tiempo, lo que se despliega y pasa. Lo que era material y proceso con la escultura de Serra, para Glass en música se convierte —también gracias a la sugerencia de Serra de que dibujar es, en principio, ver— en escuchar y escribir: “el primer problema de la música es escuchar y el otro es escribir lo que escuchas. No se cuál es más difícil,” dice Glass. Y ahí entra el problema de la voz o el estilo, que Glass define como “un caso especial de una técnica general.”
Al final de su conferencia, cuando alguien del público le pregunta qué edificio le gusta más, Glass menciona “monumentos muy antiguos,” la obra de Le Corbusier en Chandigarh o de Sullivan en Chicago y agrega: “en Nueva York, donde vivo, encuentro muchos edificios bellos por todas partes. Pero veo en estos edificios la misma calidad de espíritu que encuentro en la gente; me parece que han adquirido un nivel extra de humanidad que puede ser mayor que el de la gente que los construyó.”
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