27.9.10
cada país es bueno en algo
la disneylandia de foster
nicolai ouroussoff revisa en el nyt el nuevo proyecto de norman foster: masdar, una nueva ciudad de planta cuadrada de 1 milla de lado, a 20 de abu dhabi, totalmente sustentable y, al mismo tiempo, cerrada como cualquier gated-community dice ouroussoff –y cita a foster: "disneylandia es atractiva porque todos los servicios están bajo tierra. aquí hacemos lo mismo –es literalmente una ciudad amurallada. los autos tradicionales se detienen en sus bordes." y sí, el equipo de foster ha diseñado hasta los autos eléctricos.
ventanas a lo moderno (5)
Varios han señalado cómo esa arquitectura destiló, además de los elementos vernáculos siempre mencionados –gruesos y coloridos muros privilegiados sobre las aperturas– otros de las vanguardias europeas que había visto en su viaje europeo: algo de De Stijl en la descomposición del volumen en planos gracias al uso del color; algo de Loos en la organización de secuencias espaciales complejas que no se leen necesariamente en las plantas, entre otros ejemplos. Pero ha sido la otra interpretación, la que lo hace heredero tan sólo de la tradición local, aquella que se ha impuesto, reduciendo toda su arquitectura a variaciones continuas y no demasiado variadas de un solo tema: el muro colorido –un conocido heredero del estilo Barragán explica su arquitectura mediante un sofisma chovinista: a los mexicanos nos gusta el color.
26.9.10
la casa del futuro
megaestructuras de paul rudolph
ventanas a lo moderno (4)
De los mismos años es el Centro Urbano Presidente Juárez que, como el CUPA, combinaba edificios de distintos niveles según el tipo de unidad y, más importante quizás, hace que tres grandes bloques de apartamentos crucen como puente sobre una avenida de la ciudad. En los años 60 Pani proyectó lo que sería su obra urbana de mayores dimensiones: Tlatelolco. También como el CUPA el 75% del sitio queda libre y la densidad es de 1000 habitantes por hectárea. Pani pertenece de algún modo al grupo de arquitectos trágicos encabezado muy probablemente por Minoru Yamasaki –autor de las Torres Gemelas de Nueva York. Tanto el Juárez como Tlatelolco sufrieron graves daños con los sismos de 1985. Del Juárez no queda prácticamente nada y en Tlatelolco tres torres de 20 niveles se derrumbaron. Pero antes del sismo, en el 68, ahí mismo se había iniciado el lento derrumbe del sistema político mexicano surgido tras la Revolución de 1910 –la dictablanda, como alguna vez la calificó Mario Vargas Llosa, no por su particular tersura sino por su capacidad, temible, de adaptación. En fin, no se trató de un mero decorador –hay otras razones que explican la rudeza de Obregón con Pani y que aquí no vienen al caso.
25.9.10
una imagen finge más que mil palabras
ventanas a lo moderno (3)
El caso de la Biblioteca Central de la Ciudad Universitaria es, en esto, ejemplar. A mediados de los años treinta Juan O’Gorman había decidido abandonar la arquitectura –“porque se me convirtió en un Frankenstein,” dijo– para dedicarse exclusivamente a la pintura. Diego Rivera lo había convencido del error que fue seguir las ideas de Le Corbusier –“a quien conocí cuando era sólo un mal pintor en París,” afirmaba Diego– e ignorar las del único gran arquitecto que había entendido cómo se debía actuar en el territorio americano, teniendo en cuenta el legado prehispánico: Frank Lloyd Wright. O’Gorman regresa a la arquitectura, de la mano de Diego, como pintor. En el edificio de la Biblioteca asume que su trabajo está en la superficie y no en el espacio. Y lo hace críticamente. Para O’Gorman la Biblioteca resultó un fracaso pues la pintura no transformó a la arquitectura sino solamente se superpuso a ella. Es, en los términos que algunos años después acuñará Robert Venturi, más una caja decorada que un pato: un edificio insignia o signo todo él. El revestimiento pictórico-simbólico de la Biblioteca –como en el resto de C.U. según O’Gorman– no hace lo que poco después hará en la propia casa del pintor-arquitecto, no muy lejos de esa zona. La imagen devora a la casa que, como grotesca extensión del suelo volcánico del sitio, no se distingue ya de la naturaleza que la forma –y aquí dudé si escribir que la rodea, pero esa distinción arquitectura/naturaleza, así como la otra, soporte/imagen, que articulaban la diferencia específica de lo que es arquitectura, ya no operan aquí.
24.9.10
imbecilidad en púrpura
foster en el bowery
ventantas a lo moderno (2)
Se parece más a los conjuntos de viviendas para obreros que diseñó en México Juan Legarreta en los años 30. Juan Legarreta fue un arquitecto de vida corta e intensa. Nació en 1902 y murió en el 34. Un año antes, en el 33, el Colegio de Arquitectos de México organizó unas célebres pláticas en las que arquitectos maduros y otros jóvenes, recién egresados de la escuela, discutían cómo debía ser la nueva arquitectura mexicana: ¿debía retomar elementos del pasado prehispánico o de la era colonial o, como los jóvenes sostenían, debía seguir los preceptos de eso entonces tan moderno que se llamaba funcionalismo? Legarreta, dicen, dio un discurso notable. Pero cuando se lo pidieron por escrito para editar las memorias del encuentro, desafiante, Legarreta entregó una nota manuscrita en la que podía leerse: “Un pueblo que vive en jacales y cuartos redondos no puede hablar arquitectura. Haremos la casa del pueblo. Estetas y retóricos –ojalá mueran todos– harán después sus discusiones.”
Otro joven invitado al debate, compañero en la escuela de Legarreta fue otro Juan: Juan O’Gorman.
Otro maestro de O’Gorman fue Carlos Obregón Santacilia. En 1922 ganó el concurso para el Pabellón de México en la Exposición Internacional de Río de Janeiro: un edificio que fue un terrible pastiche de la arquitectura mexicana de los siglos XVI y XVII. En el 29 –mismo año de la casa de O’Gorman, uno después que la estación de bomberos de Zárraga– realiza la Secretaría de Salud, ahora Art-Decó aunque menos austero que lo de Zárraga. Una década después –con, por ejemplo, el Edificio Guardiola– su arquitectura prosigue depurándose –asumiendo el puritanismo de dicho calificativo– hasta llegar, ya en los años 50, a su última gran obra: la sede del Instituto Mexicano del Seguro Social, que tuvo la primera fachada con doble acristalamiento en el país.
23.9.10
sukkah city
where good ideas come from
ventanas a lo moderno (1)
Lo primero que me vino a la mente al pensar qué son, cuáles son los remanentes de la modernidad, fue salir a la calle –literalmente, cruzar la calle– y buscar los remanentes de eso, problemático, escurridizo, que algunos decretaron desaparecido, muerto y sepultado: la modernidad. Los remanentes, como lo que quedó, en dos sentidos: los rastros y los restos.
Los rastros, es decir, las huellas que dejó la modernidad. Los vestigios, las señales de que sí fue cierto más allá de lo que reportan las historias y las fotografías en libros. Que no fue sólo una conspiración de algunas sectas de arquitectos comprometidos o, tal vez, obsesionados con su tiempo, con el tiempo, sino que tuvo efectos palpables, visibles en la calle, en cualquier calle, incluso en la que vivo que es, finalmente, una calle cualquiera.
Pero también los restos, los residuos aun operantes de algo que se declaró acabado con mucha prisa, de algo que –para abusar de lo dicho por el filósofo– todavía promete: una modernidad a la hay que ayudar o exigir –o ambas– para que cumpla.
La calle, mi propia calle, debería de ser el mejor lugar para probar, primero, la persistencia de los efectos y, segundo, la de las causas de la modernidad. ¿O es demasiado pedirle a la calle?
22.9.10
remanentes de la modernidad
el pasado 18 de septiembre, participé en una mesa en el musac, en león, junto con cuauhtémoc medina, juan herreros, alexander apostol y maria inés rodriguez, conservadora en jefe del musac. el tema –los remanentes de la modernidad– tomaba como pretexto el libro recién editado por el musac y actar con el trabajo de apostol: modernidad tropicalizada. en entradas posteriores iré subiendo lo que leí ese día.
coser y escribir
arquitectura en el teatro
me encontré en dwell esto sobre la obra the glass house, de june finfer, una obra sobre dos casas de vidrio: la de johnson y la de mies –la farnsworth.
21.9.10
mies and miss
20.9.10
un arquitecto puede ser su propio peor enemigo
desde mañanarama de mario ballesteros llego a esta entrada de pablo león de la barra en su blog, en la que documenta cómo ricardo legorreta parece no haber entendido lo que hizo ricardo legorreta –no hay errata aquí y si hay error, será del arquitecto– en el camino real de la ciudad de méxico, deformando lo que había hecho bien al principio.