30.6.13

la insólita aura de la imagen






hace poco retuiteé una nota que describía veinticuatro horas en la vida de Iwan Baan, el más conocido y reconocido fotógrafo de arquitectura hoy en día: sus imágenes han logrado transformar algunos de los aparentes dogmas que el medio arquitectónico parecía imponer a cualquier fotografía y su trabajo ha pasado de ser el mero registro de un edificio —con la suficiente perfección técnica requerida— a tener valor por sí mismas —buenas fotografías, pues— y más: a ser de algún modo garantía de la calidad de lo fotografiado. a mi tuit, el fotógrafo mexicano dante busquets respondió : iwan baan : el hacedor de arquitectos. dante parece tener razón: baan selecciona no sólo la toma sino lo que toma, elige a sus arquitectos y los que elige, parece, son buenos —o llegarán a ser reconocidos como tales.

antes que baan hubo fotógrafos como julius shullman o ezra stoller, de los que se podía también decir lo mismo: sus imágenes construían reputaciones. es decir, son fotógrafos que no sólo tienen buen ojo para la imagen sino también buen ojo para la arquitectura. ¿o son lo mismo? ¿la arquitectura se puede reducir a una imagen? la pregunta parece necia o retórica pues la respuesta obvia es no. la arquitectura es una construcción tridimensional, ocupa espacio y por tanto —insisten quienes ven un problema en la profusión de imágenes arquitectónicas en revistas y ahora en la red— hay que recorrerla —vivirla: se dice con un tono romántico que habla de una experiencia única, incompartible— para realmente entenderla. la reducción de la arquitectura a una imagen es vista así como una falta, y grave. pero ¿no hay ahí otra reducción, la de la arquitectura al edificio? por supuesto un edificio es más —y menos— que una imagen y mil palabras pueden decir más de un edificio que una sola imagen, por reconocido que sea su autor. pero la arquitectura —o cierta arquitectura— es, también —más allá del edificio— discurso. un discurso para el que la construcción de imágenes no ha sido poca cosa.

imágenes como las producidas, mediante el discurso, por los relatos de viajes por ejemplo —única manera durante siglos de conocer algunas obras que se juzgaban valiosas. o las imágenes que en grabados acompañaban a tratados sobre los órdenes y sus usos, gracias a las cuales la arquitectura clásica llegó a américa, para ser reimaginada muchas veces. desde la invención de la perspectiva, por ejemplo, la arquitectura ha sido concebida como imágenes, a veces en secuencia, como en un film —¿una reducción u otra forma de concebir el espacio, si de eso se trata? o también las imágenes que, como ha estudiado ampliamente beatriz colomina, construyeron a la arquitectura moderna —la que se publica, la que ocupa el espacio de los medios de comunicación, ha dicho ella. como el pabellón que mies construyó en barcelona, por ejemplo, que tuvo más efecto en la arquitectura moderna por una decena de fotografías que por el edificio, inexistente durante cinco décadas hasta que fue reconstruido —gracias a aquellas fotografías.

por supuesto que las imágenes engañan o, de menos, excluyen posibilidades que el edificio presenta. en la clásica fotografía de la alberca de la casa gilaradi, de barragán, con su vibrante muro rojo frente a otro azul bañado por luz rasante y reflejándose ambos en el agua, no  se huele el cloro de la alberca que, a mi juicio, hace de ese espacio —que también es el comedor— algo menos atractivo. ése es el poder de la imagen y los fotógrafos lo ejercen.

cuando walter benjamin teorizó sobre el efecto de la fotografía y la reproducción en serie en el arte habló de la pérdida del aura —esa condición irrepetible del aquí y ahora que se suponía en una obra artística. y también habló de cierta desaparición del autor y de la autoridad de la mano: del pintor se reconocía el gesto, el fotógrafo para benjamin era un operador de un instrumento técnico que, a la larga, cualquiera puede emplear —e instagram sería la prueba. sin embargo el fotógrafo-autor, en el caso de la arquitectura pero también en muchos otros, parece desmentir a benjamin. de esas fotos ya no se valora la mano sino el ojo. sea baan, shulman o stoller, o en el caso mexicano guillermo zamora o armando salas portugal, el ojo del fotógrafo, reconocido y reconocible, construye imágenes pero también arquitecturas y arquitectos, reputaciones y, a veces, ficciones. aunque finalmente la foto es sólo eso: una imagen, su efecto en la arquitectura —como discurso y construcción, de ideas pero también de edificios— tiene muchas otras implicaciones.

25.6.13

robert venturi





hoy, cuando se cumplen 161 años del natalicio de gaudí y 49 de la muerte de rietveld, robert venturi cumple 88 años.

23.6.13

la plaza tomada



cuando por fin, tras 104 años, murió niemeyer, entre todos quienes hablaron de su gran arquitectura, hubo algunos, pocos, quienes comentaron que no sólo era grande sino desmesurada, fuera de escala. una arquitectura escultórica, como de pintura de de chirico. por ejemplo, en architect, la revista del instituto americano de arquitectos, carolina miranda comentó  la contradicción entre la ideología del arquitecto —comunista— y su arquitectura, que parece no ofrecer lugar alguno para la comunidad. miranda cita a david underwood, quien dijo que “pese a la retórica que anunció que la nueva ciudad crearía una sociedad democrática e igualitaria, brasilia era una ciudad nacida de ambiciones imperiales y que como tal no podía mas que mantener las estructuras coloniales existentes.” el vacío de la arquitectura de niemeyer no era, pues, sólo el de las deshabitadas fotografías que prescribió el canon en la gran mayoría de las publicaciones arquitectónicas del siglo pasado, sino que era un vacío tan monumental como sus edificios mismos y que parecía imposible de llenar. y sin embargo se llenó.

también en architect, se publicaron algunas fotos de las manifestaciones del 17 de junio en el edificio del congreso nacional de brasilia, de niemeyer. paul goldberger, quien fuera crítico de arquitectura del new yorker y actualmente escribe en vanity fair, dijo en su cuenta de twitter que ese edificio nunca se había visto mejor y que resultaba un extraordinario escenario para la protesta.

las protestas en brasil siguen el patrón de otras recientes en distintos lugares del mundo: los indignados madrileños, occupy wall street, las protestas en la plaza tahrir o la plaza taksim en turquía. lo que en inicio desata la protesta puede parecer menor —en el caso brasileño el aumento en el costo de los boletos de autobús—, pero desata una reacción en cadena que no sólo aumenta el número de manifestantes sino las razones del descontento, que se vuelven cada vez más complejas hasta terminar en una difusa pero persistente oposición al sistema. las nuevas tecnologías —no las llamadas redes sociales, que son evidentemente anteriores al twitter y al facebook, aunque siempre dependientes de tecnologías, como el lenguaje o la prensa— aceleran la formación de estos grupos, estructurados horizontalmente y sin liderazgos definidos, que ocupan espacios públicos —o, más bien, habría que decir que hacen públicos espacios vacíos al ocuparlos.

de la protesta política al aparentemente inútil flashmob, parece que esas formas más o menos fluidas y auto-organizadas de lo público son las que finalmente están hoy dándole sentido a espacios que, según algunos analistas, habían perdido sentido ante la irrupción de la telecomunicación acelerada y la internet, mostrando precisamente lo contrario: la calle complementa al trend topic, la plaza al hashtag.

la ciudad como laboratorio o el laboratorio para la ciudad



herbert a. simon fue —según se lee en wikipedia— científico, economista, sociólogo, sicólogo y profesor, cuyos campos de interés iban de la sicología cognitiva a la computación, la administración y la filosofía de la ciencia. en 1975 recibió el premio turing, por su investigación sobre la inteligencia artificial, y en 1978 el nobel de economía por su trabajo sobre la toma de decisiones dentro de organizaciones económicas. en 1996 simon publicó un libro titulado the sciences of the artificial. al inicio, simon planteó la distinción entre dos ciencias: las naturales y las artificiales. “la tarea central de una ciencia natural es hacer de lo maravilloso un lugar común: mostrar que la complexidad, vista de una manera correcta, es sólo una máscara de la simplicidad; encontrar el patrón escondido en el caos aparente.” las ciencias naturales se basan en el análisis. por otro lado, las ciencias de lo artificial son aquellas que permiten, a partir de lo simple, construir sistemas complejos; no son descriptivas como las naturales: no dicen cómo son las cosas sino muestran cómo pueden ser; son, finalmente, sintéticas. la(s) ingeniería(s) y, sobre todo, el diseño, son ejemplos de ciencias de lo artificial —cabe cuidarnos de concebir al diseño sólo como la producción de objetos ornamentales y simbólicos además provistos de una función. las ciencias de lo artificial producen —casi por evidencia lingüística— artefactos. un artefacto, explica simon, “puede entenderse como el punto de encuentro —la «interface» en términos actuales— entre un ambiente «interno», la sustancia y organización del organismo en sí, y un ambiente «externo», el entorno en el cual opera.”

a partir del párrafo anterior podemos preguntarnos si la ciudad puede entenderse como un artefacto: el artefacto por excelencia: la interface entre el afuera radical —la naturaleza— y un ambiente interno organizado según sus propias reglas y leyes para cumplir con ciertos fines, o si la ciudad es ya, sin otra opción, una nueva naturaleza: el entorno al que a su vez responderán ciertos artefactos. la pregunta, en el fondo, es si puede haber —para recordar el clásico título del libro de rossi— una —o varias— arquitectura(s) de la ciudad. ¿la ciudad se diseña? podría parecer una pregunta ociosa: por supuesto se dirá: no habría ciudades sin la intervención consciente de quienes la construyen. hay diseño urbano y en eso intervienen urbanistas, economistas, sociólogos, geógrafos e incluso arquitectos. Pero entonces vendría otra pregunta: ¿cómo se diseña la ciudad? para simon las ciencias de lo artificial construyen conocimiento y entienden lo que deben hacer a partir de simular. “la simulación —dice— es una técnica para lograr el entendimiento y predecir el conocimiento de sistemas que precede, por supuesto, a la computadora digital.” una maqueta o un prototipo son formas de simulaciones que ayudan a prever comportamientos y procesos complejos.

¿podemos construir un modelo de la ciudad? no sólo una maqueta a escala que incluya todo lo construido, la topografía y la infraestructura —lo que ya se revela asaz complejo—, sino un modelo que incluya lo que tiene lugar en ese contexto —flujos de personas y vehículos, pero también de productos e incluso algunos menos tangibles pero cuyos efectos son tan físicos como una carretera o un rascacielos. hay algo que hace pensar que el único modelo capaz de servir como simulación de la ciudad sería la ciudad misma —algo parecido al mapa borgiano que, para representar con absoluta fidelidad el territorio, lo recubre. la opción es, por supuesto, no tomar a la ciudad como un todo sino como un sistema de sistemas. estudiar por separado cada uno de los procesos, ciertas relaciones físicas y estructurales entre ciertas partes, asumiendo que funcionan como sistemas más o menos autónomos y que por tanto se pueden regular sin tener que dar cuenta del sistema completo.

supongo que esa será una de las estrategias del recién fundado laboratorio para la ciudad, “el área para innovación cívica y creatividad urbana del gobierno del distrito federal”. los grandes retos de este laboratorio —o de cualquier otro laboratorio urbano, supongo— serán, primero, entender cuáles sistemas urbanos pueden estudiarse y transformarse dentro del contexto especial que implica la misma noción de laboratorio —logrando un balance adecuado entre las necesarias respuestas a condiciones de urgencia y planteamientos que, desde cierta perspectiva, podrían parecer utópicos— y, en segundo lugar, lograr implementar esos sistemas estudiados y transformados de nuevo en el sistema de sistemas que es la ciudad real. dicho de otro modo, y con un peso específico en el contexto local de una ciudad donde muchas decisiones gubernamentales parecen no siempre seguir ni al estudio ni a la planeación, lograr que la simulación no se quede en simulacro —del éxito de labores como ésta dependerá la confianza que nuestros gobernantes, tan dados a la improvisación, tengan en las ciencias de lo artificial.

5.6.13

repetición e indiferencia




hoy el periódico reforma publicó una breve nota anunciando la intención del gobierno del distrito federal de hacer peatonales algunas calles alrededor del zócalo. la nota aclara que especialistas de la secretaría de desarrollo urbano y vivienda (seduvi), a cargo de simón neumann, estudian el plan. la idea no es mala, pero, para variar, hay al menos un par de problemitas.

primero, que un proyecto de esa magnitud —una de las plazas más grandes del mundo y la más importante de la ciudad y, centralismo mediante, del país— se piense como cerrar un par de calles y encargar el proyecto a especialistas de una secretaría en la que ni siquiera el secretario a cargo parece, pensamos algunos, el mejor para su puesto. y en ese sentido, va de nuevo: no se puede pensar una ciudad democrática y democráticamente cuando la obra pública es o bien asignada directamente según el buen —o mal— juicio del funcionario en turno o dejada en manos de equipos cuya capacidad no es siempre reconocida. hace falta hacer concursos —como ya he escrito aquí y acá y como varios más hemos explicado en proyectopublico.org.

pero en este caso no se trata sólo de hacer concursos sino de algo peor: el concurso ya se hizo. en el año 2000, cuando cuahutémoc cárdenas resultó el primer gobernante elegido democráticamente en esta ciudad —y, ya sabemos, miembro fundador del mismo partido que desde entonces gobierna la ciudad y al que también pertenece el actual jefe de gobierno, miguel ángel mancera, mejor alcalde del mes de junio del 2013—, se convocó a un concurso de arquitectura, abierto, en el que se presentaron varios cientos de propuestas, se eligieron 15 finalistas y, en una segunda vuelta, en la que ésos equipos desarrollaron sus ideas en planos y maquetas, hubo un equipo ganador —dirigido por ernesto betancourt y juan carlos tello—y un segundo y tercer lugar —alberto kalach y teodoro gonzález de león, respectivamente.

la propuesta ganadora —en coincidencia con el segundo y tercer lugar así como con otros de los finalistas, lo que habla de cierta lógica en lo que se planteó— proponía hacer continuo el zócalo, como plaza peatonal, hasta el palacio nacional y la catedral metropolitana, y dejar la circulación de autos separada de la plaza por una barrera de jacarandas —árbol ya emblemático de la ciudad. el grupo de arquitectos que ganó el concurso fue contratado por el gobierno del distrito federal y desarrollaron el proyecto para rehabilitar el zócalo.

como ha pasado muchas otras veces, nada se construyó. lo invertido en el desarrollo de esa propuesta —dinero, sí, pero también y sobre todo ideas y trabajo— terminó en ese limbo que administra la incapaz burocracia nacional. por lo menos no se construyó una farsa inaugurada a medias —como el "corredor cero emisiones" en el eje central que fingió marcelo ebrard.

sin embargo, hoy que un diario publica la intención del gobierno del distrito federal de hacer peatonal el zócalo, no puedo sino preguntarme si miguel ángel mancera, simón neumann o alguien entre sus asesores y subordinados, tienen idea de que hace no mucho —trece años— un jefe de gobierno de esta ciudad —y de su mismo partido— convocó a un concurso abierto de arquitectura —cosa rarísima hasta entonces y aun rara hoy— en el que hubo un equipo ganador, contratado y pagado para desarrollar un proyecto de algo que ahora se pretende estudiar de nuevo. el caso es que, una vez más, en esta ciudad como en el resto del país, al menos en lo que a obra pública se refiere, se siguen repitiendo errores o mostrando total indiferencia a los probables aciertos. vamos bien.