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10.11.14

la casa blanca y la torreblanca


va —de nuevo— lo que escribió josé villagrán garcía en el prólogo a "builders in the sun: five mexican architects", libro de 1967 y que citó en su muro de facebook juan manuel heredia:
"el casi brutal contraste entre la ostentación de muchos edificios públicos —y muchos más privados— y el hecho desnudo de nuestra pobreza nos causa una sorpresa incómoda sobre cómo estos extremos pueden coincidir lado a lado."
34 años antes de que villagrán escribiera eso, juan legarreta envió, indignado,  en vez de la transcripción de su conferencia en las pláticas del 33 aquella nota diciendo:
"un pueblo que vive en jacales y cuartos redondos, no puede HABLAR arquitectura.haremos las casas del pueblo.estetas y retóricos —ojalá mueran todos— harán después sus discusiones."
la retórica oficial de este país lleva repitiendo por lo menos 80 años que "luchamos contra la pobreza." aunque hoy ya ni siquiera la arquitectura pública es ostentosa. dispendiosa sí, pero vulgar y mediocre, en su mayoría, o hecha a las carreras y sin ideas claras, inconclusa y muchas veces hasta ridícula.

la distancia entre las casas de los ricos y los poderosos y las de los pobres, se ha incrementado en proporción inversa a la decadencia de la arquitectura pública. la casa torreblanca, el palacete de la hija de plutarco elías calles en la esquina de guadalajara y parque españa, resulta escandalosamente modesta frente a la casa blanca —propiedad de la esposa de peña, según el comunicado oficial de la presidencia de la república. peor aun pensando que los jacales y cuartos redondos del pueblo siguen siendo igualmente miserables —con la diferencia que hoy no se los construye cada uno sino que, ante la complacencia de un gobierno que se ha olvidado de hacer casi todo lo que le corresponde,  los producen en masa inversionistas que sólo buscan amarrar a los compradores a créditos acaso impagables.

pero la mansión sin libreros —como escribe alejandro páez varela— no sólo es muestra de que la pobreza y la injusticia social en este país se mantiene desde hace 80 años —no igual, es cierto: muchos pobres lo son comparativamente menos que antes, pero pocos ricos lo son mucho más y la movilidad económica es casi nula. ni tampoco es muestra sólo del gusto chabacano de nuevo rico inculto de peña y su señora, la dueña. es sobre todo muestra de la poca ética y el cinismo que privan entre quienes detentan —y ostentan— el poder en este país: los relojes de romero deschamps, las fiestas del ex-niño verde, las compras de la maestra ahora presa, la fortuna de napoleón o el tráfico de influencias y conflicto de intereses que supone todo el asunto de la casa de rivera y peña.

que la nota sobre la casa blanca se de a conocer al mismo tiempo que arrecian las protestas por los 43 estudiantes desaparecidos no es coincidencia. quienes suponen que el mayor problema del país es la inseguridad —idea que me hace pensar en una preocupación centrada en el bienestar particular— y no la violencia —incluida, en primer lugar, la que se ejerce sobre millones de personas a las que en la práctica se ha privado de toda posibilidad de mejorar su forma de vida y al ejercicio pleno de la ciudadanía—, quienes piensan que el problema es el narco y la estúpida guerra mal planeada que desató calderón el sexenio pasado y no la corrupción, que sí: en un sentido es cultural y nos hace a todos parte de un sistema demasiado podrido —desde el presidente y el empresario que no entienden, suponiendo que eso sea lo mínimo, el conflicto de intereses en que incurren hasta el arquitecto, miguel ángel aragonés, y su servil elogio a la inteligencia de sus clientes.

es hora de enfrentar, además de la pobreza y la desigualdad ofensivas, parafraseando a villagrán, el hecho desnudo de nuestra corrupción que se ha vuelto una costumbre incómoda.

11.8.13

mucho más ética y otra estética



“es muy difícil dibujar una línea, ¿qué está bien y qué está mal?” dijo dame zaha hadid no en referencia a sus barrocos edificios —o zapatos— sino cuando le preguntaron por qué diseñó el centro cultural heydar aliyev en baku, azerbaiyán.

aun quienes no somos muy versados en política internacional, muchos en la ciudad de México sabemos bien quién fue el señor aliyev: tercer presidente de azerbaiyán, entre 1983 y el 2003, cuando murió. antes, de 1969 a 1982, fue también líder de azerbaiyán pero cuando aun era parte de la unión soviética y antes de eso, fue el jefe de la kgb de esa república. y lo sabemos porque el gobierno actual de azerbaiyán —liderado por el hijo de aliyev, quien quedó como presidente a la muerte de aquél— ha invertido mucho trabajo y dinero en construir la imagen de un gran líder ahí donde muchos ven a un dictador o peor, a un criminal. parte de la campaña tuvo lugar en la ciudad de méxico, donde, sobre el paseo de la reforma, a la entrada del bosque de chapultepec, se levantó un grotesco monumento en honor del extinto presidente azerbaiyano. al principio quizá para muchos no fue sino otra muestra del mal gusto que exhiben la mayoría de los gobernantes al elegir los monumentos que adornan nuestras ciudades, sea un sebastián o un aliyev, hasta que algunos comentaristas políticos y activistas de la ciudad repararon que en reforma, a unos pasos de monumentos en honor churchil o gandhi, no era lugar para aliyev. la oposición al monumento creció, ante la incapacidad del gobierno local siquiera para explicar su decisión, y llegó incluso a la prensa internacional.

el gobierno de ebrard salió con más pena que gloria en ese asunto —aunque hubo cosas peores como el segundo piso o la línea dorada del metro: inaugurados a medias y con malos acabados— y el de mancera se encargó, por boca de cuauhtémoc cárdenas, coordinador de asuntos internacionales del gobierno del df, de anunciar el retiro del molesto monumento.

por eso, dada la reacción ante una fea escultura en méxico, me sorprendió —aunque es sólo un decir— que una arquitecta reconocida y premiada mundialmente hubiera aceptado el encargo de un centro cultural con el nombre de aliyev. a lo que cité al principio de este texto dame zaha hadid añadía que ella “no haría una prisión” —lo que me hace recordar lo que escribí aquí la semana pasada— y que “tal vez no querrías hacer la casa para un dictador, pero los gobiernos cambian. y no importa quién mande si [el edificio] ayuda a la gente.” ¿en serio?

hace poco leía una dura crítica de michael sorkin a leon krier por el libro que éste dedicó al trabajo de albert speer, el arquitecto de hitler. como parte de su defensa del clasicismo y su ataque a cualquier aspecto de la modernidad en arquitectura, krier decidió elogiar la obra de speer más allá de su participación en el régimen nazi —speer no sólo fue el arquitecto de hitler sino su ministro de armamento. en los juicios de nuremberg speer fue encontrado culpable de sólo dos de cuatro cargos y sentenciado a cadena perpetua en vez de a muerte. más allá del grado de culpabilidad de speer en crímenes de guerra—hoy muchos afirman que mintió en el juicio para evitar la pena máxima—, sorkin piensa que no se puede hacer lo que intenta krier: separar la arquitectura de la política y hablar —gustos o estilos aparte— de la arquitectura de speer como si no hubiera sido hecha al servicio de un dictador. no se puede decir, por ejemplo, “los gobiernos cambian y no importa quién mande si el edificio ayuda a la gente.”

por supuesto dame zaha hadid no está en la misma situación de speer, aunque sí acaso en la de mies y sus intentos de quedar bien con los mismos nazis —cuando se dio cuenta de que éstos preferían el pesado neoclásico de speer prefirió hacer las maletas y emigrar a chicago— o le corbusier poniéndose al servicio del régimen de vichy —en una carta a su madre escribió “si va en serio con sus declaraciones, hitler puede coronar su vida con una obra magnífica: la reconstrucción de europa.” la lista podría seguramente alargarse e incluir a terragni trabajando para los fascistas en Italia o, más recientemente, a koolhaas con el gobierno chino. en el caso mexicano es conocida la complacencia de bastantes arquitectos con el régimen durante muchas décadas del priismo antes del retorno y no creo que ahora las cosas cambien.

tal vez sea un problema de la arquitectura —que representa siempre a quienes dominan y ejercen el poder, según decía georges bataille. o como analiza sylviane agacinski, tal vez se deba al encanto que ejercen sobre los arquitectos —que se sueñan como autores maestros de la forma— los dictadores* o simplemente los políticos hábiles aunque poco escrupulosos —quienes autoritariamente conforman a la sociedad según sus designios. o tal vez, como pregonaba el título de la bienal de venecia que dirigió hace algunos años massimiliano fuksas, sea que los arquitectos debemos dejar de lado la estética —o, más bien, esa plana espectacularidad que la ha sustituido— y abrazar un poco más la ética.

*terminado este texto pedro hernández me hizo notar esta entrevista a frank gehry donde tuvo el desatino de decir: "la democracia, obviamente, es algo que no queremos perder, pero es cierto que crea caos. quiere decir que el tipo de al lado puede hacer lo que quiera, y crea una colisión de pensamiento. en las ciudades, eso significa que la genete puede construir lo que se les de la gana. pienso que lo mejor sería tener un dictador benévolo que tenga buen gusto. puede que haya sido una broma, pero muchos arquitectos no reparan en la legitimidad de las decisiones de un gobernante o de un gobierno cuando ellos resultan beneficiados. mucha estética y poca ética, pues.

3.9.10

el arquitecto (y el) político

desde archinect me enteró que stefano boeri, arquitecto, piensa en la posibilidad de lanzarse como candidato independiente al gobierno de milán. en el corriere della sera, habla de la necesidad de "gobernar la ciudad de un modo diferente."

12.8.10

arquitecturas parlamentarias

el jueves pasado, en el patio del senado de la república, fue presentado el libro arquitecturas parlamentarias, de axel arañó y jose miguel gonzález. lo presentaron

teodoro gonzález de león, jesús silva herzog márquez y felipe leal, consuelo saizar por el cnca, carlos navarrete por el senado y, moderando, alonso lujambio, de la sep, además de los autores.

el primero en hablar fue teodoro gonzález de león quien, tras elogiar la investigación y el trabajo de hacer comparables, en dibujos y fotografías, todos los recintos parlamentarios del país, describió que de los 34, más de las dos terceras partes tienen forma de auditorio y del resto, sólo uno tiene bancadas enfrentadas, siguiendo el modelo del parlamento inglés, los otros son medias herraduras. Los auditorios, dijo, pese al nombre, son espacios pensados para ver o, más bien, para que una audiencia pasiva y paciente escuche con atención lo que dice un actor. No son, digamos, formas del diálogo o, especificando, formas espaciales que favorezcan el diálogo. Añadió: los edificios de cámaras de diputados o senadores en forma de auditorios son –como demuestran los enormes de la ex unión soviética o los chinos– expresiones del autoritarismo.

después de la intervención de gonzález de león, habló jesús silva herzog márquez. lo que dijo puede leerse en su blog, pero retomo aquí algunos fragmentos:

"dictaduras y repúblicas han entendido el poder de la arquitectura. todo régimen político necesita expresarse visualmente: requiere continentes y volúmenes; precisa símbolos y ritos. y porque la continuidad de una nación aspira a alguna trascendencia, también requiere templos. sitios revestidos de alguna solemnidad para la escenificación de las ceremonias de renovación y de cambio."

dijo también que “la arquitectura parlamentaria mexicana es francamente anodina, una arquitectura carente de personalidad. se trata de una arquitectura que no vive con frescura su tradición ni con naturalidad el tiempo presente. neocolonialismo helado y modernidad de centro comercial.” el mejor ejemplo –por malo– de esto es también el mayor: el palacio legislativo de san lázaro, obra de pedro ramírez vázquez y que silva herzog califica, con precisión, de arquitectura fascista:

“la monstruosidad arquitectónica de san lázaro es buen símbolo del régimen hegemónico que celebraba. más que culminación de la arquitectura nacionalista, se trata de una muestra de arquitectura fascista. lo es por las dimensiones del edificio, la solidez impenetrable de lo pétreo; la sacralización de lo nacional, la disposición reverencial del auditorio. el presidencialismo retratado en su ambición, en su poder y en su mal gusto.”

silva-herzog terminó su intervención con un guiño a lujambio y una doble crítica a nuestra modesta, enclenque democracia: “el más lúcido politólogo de mi generación –dijo– tuvo el acierto de calificar nuestra democracia como tonta. después de recorrer el libro de nuestra arquitectura parlamentaria, quisiera agregar otro adjetivo: tenemos una democracia horrible.”

curioso fue que, tras los comentarios de gonzález de león y, en especial, de silva-herzog, lujambio prefirió apaciguar la tormenta crítica que se avisaba. se habló de la historia del inconcluso palacio legislativo en tiempos de don porfirio y del aun inconcluso edificio del senado en reforma e insurgentes, de la edición del libro y, para terminar, carlos navarrete habló de la manera como funciona el senado en méxico. respondió al comentario de gonzález de léon –que los recintos parlamentarios en méxico no son espacios propicios para el diálogo– con una curiosa explicación que, a mi entender, validaba la crítica del primero: al llegar al edificio del senado, dijo, las propuestas ya han sido discutidas y acordadas en comisiones, en las oficinas de los senadores o incluso en restaurantes. en fin.

el helenista francés jean pierre vernant explicó varias veces el peso de la invención de un espacio específico –el ágora– y la condición que implicaba –la isonomía: que cualquiera hay presente en tanto ciudadano tenía en principio el mismo derecho a opinar– en el surgimiento de la democracia griega. también la manera como algunos artilugios técnicos –como la retórica, por ejemplo– y la necesidad de trasladar a la asamblea de la plaza pública, horizontal –donde la búsqueda de acuerdos generaba un reacomodo espacial de los asistentes que la misma plaza hacía posible– al teatro –donde era mucho más fácil asignar e identificar posiciones, tanto físicas como políticas– transformaron el ejercicio de la misma. el libro making thing public, atmospheres of democracy, editado por bruno latour y peter weibel, trata de la manera como están imbricados el espacio político y el espacio físico de las cosas, la arquitectura –no sólo metafórica– de los sistemas políticos y las arquitecturas –no sólo físicas– en que dichos sistemas tienen lugar.

21.12.09

las torres y la autopista



hoy vi por primera vez, desde abajo, la nueva autopista elevada –o, más bien, los tramos que, a la mejor manera lopezobradorista, prometen una modernidad que, muy probablemente, quedará incumplida– construida por encargo del engominado peña nieto. aunque menos grotesca que el arquetipo chilango, no deja de ser una obra digna de la república bananera que no queremos dejar de ser –o en la que se empeñan en mantenernos.
al norte, donde inacabado termina el viaducto, ya se empiezan a ver las excavaciones para las columnas que sostendrán la continuación, la cual -como muchos ya han denunciado- pasará demasiado cerca de las torres de satélite de barragán y goeritz. el entorno de esta obra notable y mundialmente reconocida, que ya es una mezcla de mal gusto y nula regulación, será transformado, probablemente sin remedio, en algo aún peor. pero, como alguna encuesta ya había revelado, eso a los vecinos parece importarles poco. al contrario, carteles en casas y negocios a la redonda de las torres demuestran su apoyo, probablemente condicionado por el muy comprensible deseo de no pasar tres horas en el coche de camino al trabajo y otras tantas de vuelta a sus casas, al viaducto elevado y su radical rechazo a lo que, curiosamente, llaman el viaducto aterrizado -que no se trata de un subterráneo sino del paradójico y, al menos en los términos, contradictorio paso del segundo nivel al mismo nivel que el primero (?). de buscar mejores medios de transporte público mejor no hablemos: del extinto toreo al norte la vida sin auto particular parece inimaginable.
en 1927, ludwig hilberseimer escribía que "la solución al problema del tráfico no puede conseguirse mediante el aumento de las posibilidades de circulación, sino sólo haciendo que el tráfico sea tan innecesario como sea posible." en otras palabaras: a más calles, más autos y, en consecuencia, mayor tráfico, más embotellamientos.
clara como es, la afirmación de hilberseimer -reiterada por muchos especialistas después de él- parece ser difícil de entender o, de menos, incompatible con las intenciones de algunos de nuestros gobernantes –lejos, evidentemente, de cualquier política urbana inteligente. ahora eberard, viendo al copete de su contrincante pasearse por las alturas y creyendo entender las acciones de su sensei, siguiendo además su sicoanalizable tendencia de hacerlo todo simplemente más grande, anuncia querer conectar la ocurrencia de peña nieto con la de lopez obrador –lo que apunte, tal vez, a que en el fondo no representan opciones políticas tan alejadas– y extenderla hacia el sur, probablemente hasta la patagonia, para así tener el record del viaducto elevado más grande del mundo.
seguramente habrá quien organice a los vecinos para colocar cartelones apoyando estas elevadas ideas y oponiéndose a otras más aterrizadas –en el sentido de estar mejor fundamentadas, sólidamente estructuradas, con los pies sobre la tierra. mientras, si el recuerdo les interesa, vayan a sacar alguna foto de las torres de satélite antes de que el tráfico y el crecimiento urbano sin ton ni son las egullan finalmente.

7.4.08

el cristianismo sin genio


El afortunado y espectacular uso de la publicidad descubierto por la iglesia católica –inventora, literalmente, de la propaganda– hace poco más de cuatro siglos ha caido en el olvido. Hace tiempo que las misas de Bach fueron sustituidas por insípidas y hasta ridículas tonaditas tipo "qué alegría cuando me dijeron" o "la guadalupana" y Miguel Angel o Rafael por cromos de calendario. El arte fruto de la iniciativa de la iglesia católica dejó de tener un peso cultural específico y obras notables como Ronchamp o la Tourette de Le Corbusier son excepcionales en todos sentidos. Pero incluso el gusto mediocre y poco cultivado que traiciona una tradición secular se ve insultado por este "templo de los mártires mexicanos" que, para colmo de males, uno de nuestros clásicos políticos que parecen caricatura de gobernante de república bananera en película joligudense –el de Jalisco–, se ha atrevido a patrocinar. En su blog Guillermo Sheridan comenta:
Cuando ya parecía imposible tener más problemas, Jalisco parió un ayatola.
Se trata del señor Emilio González, gobernador del progresista cuanto viril estado de Jalisco, quien optó por entregar 90 millones de pesos del erario a la iglesia católica para colaborar a la construcción de un templo que se llamará “santuario de los mártires mexicanos”.
Algunas fotografías de la maqueta de esa futura construcción permiten augurar que va a tratarse de uno de los edificios más espeluznantemente feos de la historia de la humanidad, lo que espera atraer a los turistas religiosos, o a los religiosos turistas, del mundo que –según el señor González– habrán de realizar “una importante derrama económica” (que, claro, justifica el uso de dinero público).
Y pensar que por noventa pesos, el señor González se podría haber agenciado un ejemplar de El desencantamiento del mundo, del pensador católico Marcel Gauchet (Gallimard, 1985), para escuchar su consejo en el sentido de que la iglesia debe “exorcizar sus viejos demonios autoritarios” y “convertirse a la era democrática”… Aunque, claro, eso supondría dos hechos improbables: que el señor González sea capaz de leer libros y, en dado caso, de entenderlos.
Aun así, entre los mártires mexicanos que serán venerados en su capillita de cien mil millones de toneladas de acero, plenipotenciario don González, no olvide usted a su diáfano sentido de la responsabilidad, su aguzado olfato político, su sentido de la oportunidad, la congruencia como funcionario que juró guardar y hacer guardar la constitución ni, mucho menos, el respeto que debería merecerle su religión privada.
Lo que hace la gente por meterse a la reñidísima pelea por alzarse con el trofeo al “Gobernador más lamentable de México”…

ocurrencias sexenales

Sobre la arquitectura y el poder se ha escrito si no todo acaso suficiente. En principio el tiempo y los recursos necesarios para producirla hacen que sea difícil encontrar arquitecturas desligadas del poder y quienes lo detentan –a excepción de aquellas pocas, críticas y de resistencia, que voluntariamente se colocan al margen. Pero el poder no es el mismo siempre y en todas partes. No es lo mismo la monumentalidad acartonada del tirano –sea Hitler, Franco, Ceausescu o Hussein–, la efectiva aunque efectista del gobernante ilustrado –como Mitterrand– o la casi siempre fallida e inservible a la que estamos acostumbrados localmente. Aunque en sus muchos matices hay algo que parece una constante: el poderoso pocas veces se modera por voluntad propia. Son condiciones externas las que lo acotan y regulan. En el caso de la arquitectura los poderosos no hacen lo que les viene en gana en parte por el peso que ejerce eso que se llama la opinión pública y que incluye desde aquellos informados que se oponen a la destrucción de alguna obra notable o a la construcción de infraestructuras pensadas y resueltas a medias, hasta los vecinos que se oponen a la nueva estación de metro por razones que se reducen a que ellos jamás la utilizarán o a algún proyecto que choca con sus convencionales y poco cultivados criterios estéticos.

Otro freno importante es eso que acá se llama –con el tono ridículo que el hecho de ser constantemente ignorado le da a la frase– el marco institucional. Ese marco debiera determinar los procedimientos mediante los cuales se plantean, precisan, proyectan y construyen las obras públicas –desde la adecuación de las banquetas para su uso por discapacitados hasta las nuevas líneas del metro, los pasos elevados, las bibliotecas o los museos. No se si está bien pero es normal que a un jefe de gobierno –municipal, estatal o federal– se le ocurra proponer –porque supone que hace falta y que se espera que tenga ese tipo de ocurrencias– poner una barda entre dos municipios, construir una quinta parte del periférico elevado, e inventar multitud de proyectos bicentenarios. Lo que no está bien es que no haya comisiones y consejos que revisen, corrijan y aprueben esas posibles buenas ideas. Que no haya comités encargados de la viabilidad de dichos proyectos; de proponer sitios, usos y esquemas alternativos; de estudiar las condiciones para someter no sólo la construcción sino también el diseño de tales obras a concursos -–públicos o por invitación; regionales, nacionales o internacionales, según el caso–; que no haya reglas claras sobre la selección y el proceder de los jurados y –el peor final– que sus decisiones sean puestas en duda con proyectos premiados y jamás construidos, construidos y jamás inaugurados, mal construidos y cerrados o construidos e inaugurados sólo para demostrar que el fallo falló.

Sin ninguna de esas condicionantes, la obra pública en México continuará siendo una mezcla de autoritarismo blandengue –ignoro si este tipo de autoritarismo es mejor que el riguroso–, ocurrencias bienintencionadas pero mal informadas y –para empeorarlo todo– una mezcla de efectismo, clientelismo y corrupción. Para muestra un botón. Como posible respuesta ante las muestras de mal gusto, ignorancia y populismo que caracterizan a la mayoría de las acciones urbanas y seudo culturales del gobierno de Eberard –de la pista de hielo, las playas citadinas y los domingos ciclistas al museo nómada o la plaza del bicentenario, cuyo planteamiento y los resultados de la primera fase del concurso ya auguran si no un desastre al menos un ridículo–, Calderón –a bote pronto ante las críticas hacia la inactividad casi absoluta en el ámbito cultural de su gobierno– propone, orgulloso, la creación de un museo del cine para –bicentenario obliga– el 2010. En muchos países esa curiosa idea –un museo del cine– se conforma con galerías y espacios anexos a las cinematecas –el lugar donde se hace con el cine aquello que parece más pertinente: exhibirlo, además de contar con archivos, centros de documentación e información y galerías. ¿Se habrá pensado ya en la interacción entre la Cineteca Nacional y este museo del cine? O, como en el entuerto de la biblioteca del sexenio pasado, ¿se habrá ignorado por completo lo existente? Esperemos ésta no sea la crónica de otro fracaso anunciado y roguemos por gobernantes con menos ocurrencias y más ideas.