27.3.16
24.3.16
23.3.16
23.8.13
líneas, cortes e inserciones
27.7.13
león ferrari : heliografías
a toda luz, se trataba de una arquitectura imposible, no construible. por más que ferrari les diera el aspecto de copias heliográficas, su 1,20 m de ancho por 12 m de largo, estaban por entero cubiertos con el mapa de miles de dormitorios, comedores, oficinas, baños, cocinas y pasillos habitados por miles de personitas. todo indicaba que esos laberintos sin lógica (y “sin centro”) no podían, tampoco, pertenecer al género de la arquitectura utópica. nadie se atrevería a proyectar un destino tan horrible para la especie humana. la standarización de la vida se veía de manera brutal debido al uso insistente, indiscriminado, de un sistema industrial de figuración, el letraset, marca registrada. ese urbanismo era tan disparatado como inquietante. a lo largo de los planos podían fabularse situaciones que se dudaba en definir como irrisorias o como trágicas: destinos de gente que no se sabe adónde va porque toda la distribución espacial y las conexiones entre lugares y funciones carecen de sentido. la técnica de representación de la industria de la construcción precomputacional era utilizada como efecto de extrañamiento: el tipo de arte que elabora unidades elementales prefabricadas para otro propósito. una suerte de objet trouvé, la operación duchamp ejercida no sobre el objeto-signo, sino sobre una clase especial de signos hechos para diseñar el espacio social urbano. o, más precisamente, pensé, los lugres de encierro. esa era la clave: se trataba de una vasta cárcel. una visión traspuesta de la teoría foucaultiana del poder, al menos, de alguna de sus tesis: el dispositivo panóptico donde un ojo soberano vigila sin ser visto, mientras que los observados no se conectan entre sí más que parcialmente. un territorio que se ordena a fin de disciplinar. el caos que trata de evitar no devendría solo de la acción incontrolada de la muchedumbre, sino de cada minúsculo vínculo de unos con otros. un aspecto esencial del poder sería la capacidad para organizar el espacio en forma de máquina de comportamientos. toda la cuadriculación de las ciudades modernas, los sucesivos sistemas clasificatorios de los cuerpos, formaría parte de esta tecnología muda que se impuso en la edificación de escuelas, prisiones, hospitales, fábricas, oficinas y viviendas. en su carpeta hombres, de 1984, ferrari ejercía un estilo cada vez más neutro, deshumanizado, un contrapunto respecto de los manuscritos, caligrafías imposibles para una técnica mecánica, que ferrari usaba desde veinte años antes. por suerte, una vez que este sentido se hacía presente permanecía siempre un resto incomprensible, “loco”, que invitaba a pensar una idea distinta cada vez.por ejemplo, los diseños de selvas y jardines (plantas de plantas), también hechos en letraset, recuerdan a las pinturas de la selva que realizan los aborígenes de ecuador, en corteza y con tinturas vegetales. aunque no hay ningún árbol sino un laberinto de líneas, generalmente rectas, sus autores las consideran perfectas representaciones de la jungla. cárcel, laberinto, selva, ciudad.
y aunque se trate de leer los “hombres” y las “plantas” de ferrari, marca registrada, en forma independiente del imaginario político social, ellos saltan de uno a otro campo ficcional: el más teórico psicoanálisis o la práctica ingeniería del comportamiento. figuras repetidas, repetición de figuras, figuración de repeticiones, podrían aludir no olvidar que la carpeta que recopila estas obras se llama hombres– a la constitución del sujeto. “por la repetición el sujeto del inconsciente tiende a la supresión de la diferencia; así trata de obliterar el abismo que lo constituyó”, dice nicolás peyceré. desde el principio sugerimos que estos esquemas iluminan otro campo, inmediato y real en este cono sur: el campo de concentración. con ello se tornan obras de actualidad histórica, documentos de época.
9.7.13
bocetos y prototipos
18.5.13
dibujar una gota
julia velkovska y sus colegas en el acelerador de partículas más grande del mundo, en suiza, lograron producir la gota más pequeña del mundo: del tamaño de entre tres y cinco protones, la gota no dura mucho tiempo pero, según los científicos, ayuda a entender el comportamiento colectivo, similar a los flujos, a escala subatómica.
la nota sobre esa microgota invisible me hizo recordar los dibujos que hizo arthur mason worthington (1852-1916) a finales del siglo 19. sí: dibujos. aunque cuando wrothington inició sus estudios sobre mecánica de fluidos ya existía la fotografía, no se había desarrollado técnicamente lo suficiente como para poder captar lo que sucedía en milésimas, si no es que en millonésimas de segundo. en su libro objectivity, lorraine daston y peter galison explican cómo worthington dejó caer, miles de veces, gotas de mercurio o de leche sobre líquido o superficies sólidas, en una habitación oscura, esperando que una chispa eléctrica iluminara el momento preciso en que la gota se estrellaba para, recordando la impresión que el fenómeno dejaba en su retina, dibujarlo inmediatamente a mano. daston y galison explican también que worthington, como muchos anatomistas, botánicos o físicos antes que él, buscaba la perfección y la simetría en sus dibujos, asumiendo que cualquier distorsión era un efecto accidental y rechazando, por tanto, lo específico en beneficio del tipo genérico. "por dos décadas —escriben—, worthington había visto las formas simétricas y perfectas de la naturaleza como parte de su morfología de las gotas. todas las imágenes asimétricas se habían quedado en el laboratorio —ninguna apareció en sus publicaciones científicas. en esa elección no estaba solo —durante el largo curso de los estudios sistemáticos de miles de dominios científicos, la elección de lo perfecto sobre lo imperfecto estaba profundamente arraigada. desde las estructuras anatómicas hasta los cristales zoofisiológicos, la idealización era el orden dominante. ¿por qué iba alguien a elegir como base el dibujo de un tórax humano con una costilla rota? ¿quién querría registrar un cristal romboidal con una mancha?"
pero en 1894 worthington pudo, finalmente, captar el momento en que la gota se estrella en una fotografía. las imágenes técnicas revelaban lo que antes la mano y la memoria —no el ojo— habían ignorado: irregularidades. no había simetría perfecta en el comportamiento de las gotas. al principio worthington culpó a sus instrumentos, poco precisos para su objetivo. pero en 1895 aceptó que tal vez "era una tendencia de la mente integrar las variaciones en la regularidad." en 1908 worthington publicó a study of splashes, con las fotografías que había tomado y explicando la manera como lo hizo. era, según daston y galison, la confirmación de otra forma de ver —sustentada por nuevas tecnologías—: la objetividad que en vez de la perfección genérica e ideal privilegia la especificidad de cada caso, gota a gota.
16.1.13
le corbusier redibujado
dibujar es una forma de ver y por tanto de entender. por eso un dibujo nunca se termina o no de una vez. y por eso también volvemos a dibujar, lo mismo, otra vez pero de otra manera, para entender más, entender otras cosas, entender de otro modo. no sorprende pues que, pese a que ya existen otros libros con dibujos de la obra de le corbusier –además de los que él mismo publicó–, aparezca uno nuevo.
en un libro relativamente reciente peter eisenman estudia "diez edificios canónicos 1950-2000" –entre ellos una obra de le corbusier– a través de dibujos analíticos. también geoffrey baker le dedicó un libro, "le corbusier, análisis de la forma", a estudiar la obra del famoso suizo-francés con dibujos y diagramas. y tadao ando guió a sus alumnos a dibujar, en precisos y preciosos planos de finísimas líneas, todas las casas de le corbusier.
a éstos se suma "le corbusier redrawn, the houses", de steven park. 26 casas, desde el taller de amadeo ozenfant, de 1922 –que sirviera de modelo para que juan o'gorman diseñara las casas-estudio de diego rivera y frida kahlo– hasta la maison de l'homme, construida póstumamente en 1963. todas las casas están dibujadas en planta, secciones y alzados a una escala de 1:200 y de 22 se incluyen perspectivas exteriores y seccionadas.
en el prefacio, park dice que el propósito de su libro es "ayudar a los estudiantes a desarrollar y refinar sus habilidades de visualización al estudiar las casas de le corbusier en tres dimensiones," y agrega que "las ilustraciones, sin embargo, no pretenden recrear o remplazar la experiencia real de las casas: se invita a los lectores a visitar las casas documentadas." la aclaración me parece innecesaria: supongo nadie pensará que los dibujos, por más precisos y claros que sean, puedan sustituir la experiencia de visitar esas obras –no imagino a nadie negándose a ir a poissy, en francia, a ver la villa savoye, diciendo "gracias, ya vi los dibujos." pero me queda claro que la afirmación contraria es también totalmente válida: nunca la experiencia real podrá recrear o remplazar la experiencia del dibujo. es por eso que dibujamos y redibujamos, una y otra vez.
[más sobre el dibujo aquí, acá y allá]
21.6.12
la arquitectura del dibujo
“si ya sabes cómo es, para qué lo dibujas”robin evans
“todos los grandes dibujos se hacen de memoria”
john berger
13.11.11
28.2.11
7.11.10
lo que los muertos ya no pueden ver

I often stay at a high-rise hotel in the Shinjuku district of Tokyo to write. From the window of my room, I can see both a new skyscraper and a big park. When I look at the skyscraper, I think about the people who died before it was finished and never got to see it. It’s like a visual image of the truism that once you’re dead, there aren’t any more new sights for you. A lot of homeless people live in the big park. The blue vinyl tarps of their crude shelters are clustered throughout the grounds, but from this window all you can see are the leafy green trees.
21.10.10
espacios del pensamiento (y el aprendizaje)


no se si powerpoint nos hace estúpidos (cabeza de un comentario que publica el país sobre un libro de franck frommer), pero al menos nos hace perezosos –y la pereza, en ausencia de inteligencia, es estupidez). lo que si se es que cada vez que veo presentaciones armadas y organizadas en powerpoint o programas académicos esbozados en excell, tengo la impresión de que, por decirlo así, algo no ha sido lo suficientemente pensado. decía wittgenstein que el pensador se parece mucho al dibujante que quiere marcar todas las conexiones. podríamos decir lo mismo en sentido inverso: el dibujante se parece mucho al pensador que quiere pensar todas las conexiones. pero, generalmente, una presentación en powerpoint o un programa en excell (que está bien para hacer cuentas, supongo), no han sido dibujados sino meramente rellenados. se podría decir, usando los términos de deleuze y guattari, que usualmente esos programas se usan para generar calcos –reproducciones ad-hoc de algo dado– y no mapas. que se usan poniéndolos del lado del ajedrez (un juego semiótico donde las combinaciones, aunque innumerables, están limitadas por las reglas inscritas en el mismo: no es posible pensar un jaque al caballo) y no como el go (un juego de estrategia donde cada instante se redefine la importancia jerárquica de las piezas en relación a las otras). por eso resulta interesante poner juntas estas dos imágenes: el edificio de la bauhaus y la organización de las materias que ahí se impartían. ambas construcciones operan en espacios –para seguir con los términos deleuzianos– alisados: decodificados antes de codificarse de nuevo, y no en espacios estriados: siempre ya codificados y donde la validez –o la verdad– de lo propuesto depende de la exacta adecuación al código –de nuevo, de su calco. antes de entrar a cualquier escuela de diseño o arquitectura habría, pues, que ver no sólo el edificio físico –las instalaciones– sino la presentación del programa: cómo está dibujado.
7.10.10
la ciudad como escenario


5.8.10
rooms with a view

21.6.10
un dibujo bonito

But the next one is still with us today, although, here again, the Crutch of Pretty Drawing is pretty well gone...
It’s a wonderful crutch because you can give yourself the illusion that you are creating architecture while you’re making pretty drawings. Fundamentally, architecture is something you build and put together, and people walk in and they like it. But that’s too hard. Pretty pictures are easier.
Philip Johnson
Si entendemos por un dibujo bonito aquellos sombreados con acuarela de la Academia, es cierto: para los años 50, cuando Johnson argumenta contra las siete muletas de la arquitectura, esa ya casi ha desaparecido. Pero Johnson no va contra la idea de que el dibujo deba ser bello –pues la belleza ya había sido suficiente y efectivamente desmantelada por las vanguardias artísticas de principios del siglo 20– sino, más bien, contra la idea de que la arquitectura dependa del dibujo. La arquitectura –dice– se construye y se ensambla, pero como eso es difícil resulta más sencillo hacer un buen dibujo. En eso Johnson se equivocaba –o, de menos, no era preciso pues no es la arquitectura lo que nos interesa sino el trabajo del arquitecto, que no son necesariamente lo mismo.
No sólo porque –al menos desde que Giorgio Vasari la incluye en la academia junto con la pintura y la escultura, a finales del siglo 16– es una de las artes del diseño, es decir: aquellas que para concebirse se dibujan, sino porque –como explica Alberto Pérez Gómez– “desde la antigüedad griega el arquitecto no ha ‘hecho’ edificios, sino los artefactos mediadores que hacen que los edificios puedan ser significativos.”
Desde el diagrama del monasterio de Saint Gall hasta los de SANAA, pasando por los apuntes de Leonardo o los estudios de Durand, los croquis de Le Corbusier o los collages de Mies, incluyendo el plano que el arquitecto medieval trazaba directamente sobre el suelo usando –como escribe Marco Frascari– su cuerpo como compás, el arquitecto, para entender la arquitectura, la dibuja y luego, si puede o quiere, la construye y la recorre. En lo que no yerra Johnson es en la nueva condición de la belleza: hoy, un dibujo se califica por su potencial operativo, por las transformaciones a las que puede someterse y que, a su vez, puede generar. La muleta desaparecida, pues, debiera ser la imagen que representa –hecha a lápiz, en acuarela o con el programa más sofisticado– y no el (buen) dibujo que presenta posibilidades.