22.9.13

el agua



no recuerdo a quien le oí por primera vez la frase: el agua es cabrona y el agua no es pendeja. la prueba del agua parece ser la más dura, la más difícil que tiene que soportar la arquitectura o, al menos, los edificios. un temblor, un incendio o un ataque terrorista pueden ser devastadores, pero son menos comunes que las lluvias que, en buena parte del mundo, someten a prueba a las construcciones con regularidad previsible. sus efectos son dobles: instantáneos, con goteras o peor, inundaciones, y acumulativos: deslavan, despintan, oxidan, corroen. a lo largo de la historia hemos aprendido a anticiparnos a sus efectos: los techos inclinados, los aleros, canalones y botaguas, los pisos elevados, los barnices y las pinturas, son algunas formas de prever el paciente y otras veces imparable asedio del agua.

con todo, parece que a la larga no hay edificio sin gotera, salitre o humedad. obras de le corbusier y wright las padecieron —de esperarse en el caso del segundo si la casa está sobre una cascada— y en el documental koolhaas houselife vemos el experimento de resultado increíble en su casa de bordeaux: riegan por un lado y la gotera aparece al otro extremo. mies elevó la casa de edith farnsworth más allá de la cota más alta que había alcanzado el desbordamiento anual del río al que hace cara, pero no previó —¡cómo podría!— el calentamiento global y sus efectos. y peor aun: el agua no sólo ataca por fuera sino desde dentro: tuberías y cañerías recorren muros y pisos. al final, sea que el arquitecto intenta una solución poco probada y fracasa o que tanto va el agua a la casa que la falla aparece.

el riesgo de una casa en la ciudad se multiplica. Incluso las lluvias regulares causan inundaciones o de menos, en esta ciudad, encharcamientos y apagones. entre el agua que cae del cielo y la del subsuelo, el pavimento se deforma o desaparece. y con lluvias torrenciales todo empeora. pero si en una casa el agua, con su insistencia y su inteligencia, revela la poca astucia o aplaca la soberbia del arquitecto, en la ciudad y en el territorio deja a la vista las fallas de planeación o la tardanza en la respuesta, el descuido y la corrupción de gobernantes, el cinismo y la ambición de los que por costumbre llamamos desarrolladores pero que nada hacen por el desarrollo y también la marginación y la desigualdad. en muchos, si no es que en todos los casos, los causantes tienen nombre —y no son ni katrina, ni ingrid, ni manuel. los cientos de miles de damnificados por las lluvias en los últimos días en guerrero y otros estados —incluyendo los turistas de acapulco sobre los que algunos medios e incluso el estado han centrado su atención como si fueran los únicos o los más afectados— hubieran padecido menos si alguien hubiera planeado más, si alguien hubiera construido mejor, si alguien hubiera hecho su trabajo. y si en la casa la gotera puede revelar descuido o tontería del arquitecto, en la ciudad y el territorio las pérdidas por inundaciones revelan irresponsabilidad incluso criminal. aquí, no es el agua ni la cabrona ni la pendeja.

14.9.13

la modernización y la protesta



viernes 13 —de esos que en las películas de terror son los peores— al cinco para las 11 hora local —estoy en chihuahua y el aire acondicionado de mi cuarto no funciona; ya se siente el calor. en lo que termino de preparar una plática leo noticias en la red.  leo que las 12 del día, hora del df, es el límite fijado por la secretaría de gobernación a los maestros para desalojar el zócalo. también leo sobre marshal berman, el autor de todo lo sólido se desvanece en el aire: la experiencia de la modernidad, que murió el pasado 11 de septiembre —a los 12 años del ataque al wtc de nueva york y 40 del golpe de estado en chile. pensaba escribir algo sobre el concurso para la curaduría de la participación mexicana en la bienal de venecia, pero ya dije casi todo lo que tenía que decir y la mezcla de noticias —berman y la cnte— me hicieron cambiar de opinión. o tal vez sea culpa del maldito calor en este cuarto donde, por sabia decisión del arquitecto, no se puede abrir la ventana.

berman al inicio de su famoso libro hablaba de la modernidad como esa promesa —incumplida dirá después habermas— de aventura, poder, gozo, crecimiento y transformación de nosotros mismos y del mundo, pero que por otro lado es también una amenaza de destruir todo lo que tenemos, sabemos y somos. la modernidad, como una etapa histórica y cultural, se desdoblaba para berman en dos: la modernización: el empuje casi ciego hacia el crecimiento y el cambio continuo, y el modernismo: la respuesta intelectual y artística a tal impulso. según berman la crisis de la modernidad se debe a que la modernización va sola sin que ningún modernismo crítico le haga frente. Y no es que el modernismo pueda contener o transformar la modernización, pero el intento se hacía.

al mismo tiempo que escribo lo anterior —ya pasaron 20 minutos: son las 12:15 en el df— leo que los maestros iniciaron el retiro de su plantón —curiosa palabra que, con tintes negativos, califica las protestas en méxico: no ocupamos, no nos indignamos, no nos rebelamos: nos plantamos, como vegetales inertes que sólo estorban: mala hierba. y leo también los, hasta ahora, 36 comentarios de los lectores. la mayoría aplaude el retiro, lamenta la tibieza de las autoridades o simplemente insulta: seudomaestros, nacos, hasta que sacaron a esos animales del zócalo, se hubieran quedado para que los sacaran a golpes. la furia de los imbéciles —leo también en un texto publicado en letras libres. A la queja por la mala educación se suma ahora el repudio a los bloqueos. la clase media —esa borrosa entelequia mexicana— repudia sobre todo el atentado a la libertad de tránsito que suponen las acciones de los maestros —aunque habría que acotar: la limitación del libre tránsito sobre todo en automóvil particular.

vuelvo a berman. en un video cuenta una anécdota sobre le corbusier. en un bello pasaje —dice berman— el arquitecto recuerda con nostalgia el tiempo cuando podía caminar por las calles, a medio arroyo, contrario a esos días —los suyos pero también los nuestros— en que la calle se ha vuelto territorio exclusivo del auto. le corbusier, sigue berman, se pregunta qué podemos hacer. la respuesta: si no podemos vencer al auto seamos uno con él y así mata a la calle sustituyéndola por autopistas. le corbusier, concluye berman, es probablemente el más grande metafísico de la autopista. que la calle muera implica la muerte —o la condena— de todo lo que no sea pura circulación y de todo lo que se oponga al simple flujo: vendedores y maestros que protestan, pero también peatones y niños que juegan, bicicletas, perros y hasta pelotas. la nueva calle es de todos, siempre y cuando vayan en coche.

12:49. algunos maestros ya dejan el zócalo, se van al monumento a la revolución. otros, menos, se quedan, resisten —más allá de lo que pensemos de su posición y sus reclamos, lo suyo es una forma de resistencia. se resisten al movimiento —¿no es eso, el movimiento, el sustento ideológico del presente sexenio? estorban, dicen unos, el cambio y la modernización —en el sentido que le daba berman. no quieren ver que para que el país realmente avance necesitamos buenos maestros, calificados, evaluados, dispuestos a educar bien a nuestros niños, que sin duda son el futuro de méxico. y también estorban el libre tránsito: la máxima libertad de cualquier ciudadano del mundo moderno: moverse en su coche —aunque pueda llegar en el mismo tiempo o hasta más rápido de otra manera. esos maestros —seudomaestros, les dicen— sólo quieren defender sus mezquinos intereses —su puesto y el derecho de heredarlo— y no piensan en el bien común —la educación y el uso del auto, no se si en ese orden. no entienden que para mejorar sólo necesitamos evaluar a los maestros y contratar a los mejores —si no son suficientes siempre podremos importarlos de finlandia. no aceptan que la ciudad es de todos, pero especialmente de nosotros, sea ese nosotros los automovilistas, o los que tenemos que llegar al aeropuerto a riesgo de perder el vuelo, o los que sí trabajamos para poder pagar las colegiaturas de nuestros niños —¡qué horror pensar que los termine educando en una escuela pública uno de esos! Atrás, afuera con los otros.

y vuelvo a berman: ¡cómo nos hace falta el modernismo para pensar críticamente esa modernización que nunca podrá cumplir, así: sola, todo lo que promete, pues ya sabemos qué se llevó el viento: todo lo sólido ya disuelto!

p.s.. son las 5:47 pm hora del df. mi cuarto sigue sin aire acondicionado pero hace menos calor o ya me acostumbré. afuera, en una tienda de botas que veo desde mi ventana que no abre, suena a todo volumen Selena, en paz descanse. a las 2 de la tarde el doctor mondragón —que inevitablemente me hace pensar en aquella banda de la movida madrileña— dio a los maestros un par de horas para retirarse. pasadas las cuatro las fuerzas del orden iniciaron el operativo para recuperar nuestra plaza y así podamos todos conmemorar orgullosos los días patrios, que no de otra cosa se trataba: que te hagan perder un vuelo pasa, pero que te impidan sumar tu voz al vivan los héroes que nos dieron patria es ir demasiado lejos. tal vez por morbo leo algunos de los, hasta ahora, 65 comentarios de los lectores a la nota del reforma sobre la toma del zócalo por la policía federal: lo hubieran hecho desde el primer día, ya se fueron los indios, gorilas, analfabetos, primitivos, que se regresen a ese estado de progreso y bienestar que es oaxaca y no regresen más. la sintaxis de muchos de esos comentarios no permite presumir que  los autores se ejerciten en la lectura más de lo que ellos suponen hacen los maestros. pero ya estamos en paz. a partir del lunes, bueno: martes —respetemos las fiestas— la educación pública en méxico será otra cosa y el zócalo volverá a ser una de las plazas más bellas del mundo. así sea.

9.9.13

el edificio y el huevo frito



desde hace unos días es noticia un edificio que derrite coches y fríe huevos. el walkie-talkie como lo conocen los londinenses, es un edificio de 37 pisos en la city proyectado por el uruguayo rafael viñoly. en una entrevista en el 2012 con oliver wainwright, crítico de the guardian, viñoly tuvo el mal tino de decir “todo edificio es una ocupación del skyline, pero la mayoría no dan nada de vuelta”. por supuesto no pensaba que lo que devolvería serían rayos de sol concentrados a unas cuadras del edificio, elevando la temperatura al punto de poder derretir los espejos de un auto ahí estacionado o, ya en plan de burla, freír un huevo en un sartén a media banqueta. dos años después, de nuevo a wainwright, viñoly admite: “cometimos muchos errores con este edificio y nos haremos cargo de ellos.” dice también que sabía que esto iba a pasar, pero carecían de las herramientas o programas necesarios para analizar el problema con precisión y culpa en parte a la reducción de costos que eliminó unas persianas horizontales que disminuirían la luz solar reflejada por la gigante fachada cóncava. el efecto del walkie-talkie es un caso extremo, sin duda, pero puede servir para pensar la condición de la arquitectura en relación a su medio, no sólo en los términos de un discurso ecológico, a veces limitado a mera etiqueta, sino más allá.

en 1933 el historiador vienés emil kaufmann publicó su libro de ledoux a le corbusier, el subtítulo era origen y desarrollo de la arquitectura autónoma. kaufmann ve la arquitectura de le corbusier no como una ruptura sino como la culminación de un cambio que se había iniciado a finales del siglo XVIII con la arquitectura de ledoux: desde sus partes hasta el edificio mismo empezaron a ser concebidos de manera autónoma, sin relación directa con lo que está más allá de sí mismos. kaufman dice que es entonces cuando “emerge el ideal de un aislamiento arrogante.” lo podemos ver en esos pabellones aislados de ledoux: formas puras, casi sin adorno, que no se confunden con el suelo sobre el que se posan casi sin tocarlo. y podríamos ir aun más atrás, hasta palladio y sus villas, como hizo collin rowe. el hecho es que poco a poco el edificio se fue concibiendo como un objeto aislado, puro y autónomo. suelto en el paisaje y absuelto de cualquier obligación hacia él. el resultado fueron esos edificios poco eficientes energéticamente que denuncia el ecologista, pero la respuesta no pueden ser sólo aditamentos, ya con tecnologías novedosas o ancestrales, para mejorar la eficiencia —esa sería una visión puramente económica de lo ecológico. hay tal vez que pensar otra relación de la arquitectura con su medio pero desde términos estéticos —en un sentido amplio del término que nos permitiría considerar al rayo fulminante del walkie-talkie como un fenómeno estético, esto es: sensible.

paul valery escribió que cada uno de nosotros tiene, por lo menos tres cuerpos. primero el propio, el que soy y siento; el segundo es el que los otros ven; el tercer cuerpo es el que la ciencia construye. valery agregaba un cuarto, “indivisible del medio desconocido e incognoscible que los  físicos nos hacen presentir cuando atormentan el mundo sensible” y que “no se diferencia de ese medio inconcebible ni más ni menos de lo que se diferencia un remolino del líquido en que se forma.” hoy, como demuestra el walkie-talkie de viñoly, tal vez debamos pensar la arquitectura como el cuarto cuerpo de valery: indistinguible del medio en que se forma y pasar del objeto discreto al campo expandido.

espacios para aprender



una escuela no es un edificio. lo mismo se puede decir de otras especies de espacios: la biblioteca, el templo o el teatro, por ejemplo. la imagen romántica de un grupo de niños sentados bajo la sombra de un gran árbol escuchando al anciano del pueblo y aprendiendo de él nos lo enseña: es el acto que pone en relación al aprendiz con el maestro —o al lector con el libro, al creyente con sus dioses o al actor y a su público—, la acción y no el espacio; el acontecimiento —como afirmaba tschumi— y no el edificio. en principio suscribo la idea. pero hay que pensar también lo contrario: que los espacios o bien nos imponen usos y costumbres que nos hacen actuar de cierta manera y no de otras, o bien nos permiten e incluso nos invitan a inventar otras formas de ocuparlos. por eso la arquitectura —y aquí hay que hablar de la arquitectura sin arquitectos: más allá o más acá del celo y del ego profesionales— también juega un papel en la enseñanza. no en balde foucault ponía a la escuela junto al hospital, al monasterio, al cuartel y, finalmente, a la prisión, como ejemplos de esos dispositivos cuya función era disciplinar al cuerpo: siéntate derecho; no te muevas; pon atención. ésas máximas de cierta rudimentaria pedagogía parecen estar inscritas en la forma misma de nuestras escuelas. desde su escritorio, muchas veces elevado sobre una tarima, el profesor profesa la misma vocación del guardia en el panóptico: vigila y castiga. también enseña, claro, pero eso podría hacerlo en condiciones distintas: en un salón sin sillas ni pupitres fijos, como en las escuelas que se llaman a sí mismas activas, o bajo la sombra de un árbol. en cualquier caso la escuela es una fábrica: produce cierto tipo de humanos. eso es claro en el edificio de la bauhaus diseñada por gropius, de la que mark wigley dice que es, literalmente, una fábrica que producía diseñadores para exportar al mundo entero —allá va bertrand goldberg a chicago, mizutani takehiko a japón o michael van beuren a méxico. pero también podemos verlo en las escuelas rurales prefabricadas y producidas en serie en méxico, con el diseño —más bien: la estrategia— de pedro ramírez vázquez.

entonces, la escuela como edificio es tal vez sólo un recinto, pero su arquitectura es mucho más compleja. el edificio es parte de un dispositivo que produce y reproduce humanos pues, como escribió jean françois lyotard, nosotros no nacemos humanos como los gatos nacen gatos —con unos minutos de diferencia. producir un humano no es mero asunto biológico: lleva tiempo. y la escuela —de nuevo: como un dispositivo y no sólo como edificio— es parte fundamental de ese proceso. es un espacio, sin duda, pero también uno social, cultural y sobre todo político, en el más amplio sentido del término: como explica peter sloterdijk, la política es “el arte de una comunidad humana de repetirse en las siguientes generaciones.” parafraseando la clásica cita de churchill: formamos espacios que después nos forman a nosotros, ahí nos conformamos —en varios sentidos: nos damos forma los unos a los otros, nos damos por satisfechos, llegamos a estar de acuerdo. en la política clásica, la escuela es el lugar de la paideia: de la construcción del miembro ideal de la polis; y en la política de las cosas de la que habla bruno latour, la escuela es sin duda un sitio privilegiado de la asamblea: uno de esos sitios en los que “hablamos, decidimos, votamos y somos concebidos,” con “su propia arquitectura, su propia tecnología del discurso, su complejo juego de procedimientos, su definición de la libertad y del dominio, sus modos de reunir a los interesados y lo que les interesa.” en la escuela, pues, como edificio y sobre todo como dispositivo en este sentido amplio, la arquitectura se encuentra con una de sus dimensiones políticas, comunitarias y éticas fundamentales. 

en su número 65, arquine toca a la escuela desde varios aspectos. por supuesto hay proyectos: grandes y pequeños, monumentales y otros básicos —y no sólo por su técnica o su apariencia sino por el papel que juegan: son soportes de lo que vendrá después. algunos de esos proyectos son ejemplo de una doble enseñanza: han sido realizados por jóvenes en su etapa formativa y el aprendizaje así resulta doble: para el arquitecto en ciernes y para la comunidad con la que trabaja. también se dedican algunas páginas a reflexionar sobre el aprendizaje y la enseñanza desde la arquitectura —para arquitectos o no. además, en las próximas semanas, en este sitio, iremos ampliando la discusión sobre este tema que, sabemos, es hoy —en general y en particular en méxico— de particular importancia: la manera como imaginamos ese espacio y esas arquitecturas que sirven para ayudarnos a imaginarnos a nosotros mismos como lo que somos y lo que queremos y podemos ser.

el acto de conocer[se] o conocer[se] en el acto




¿qué es arquitectura? una forma de conocimiento. 
eso lo dice saskia sassen en una entrevista publicada en archdailyrealizada en méxico durante su participación en el congreso arquine. “arquitectura no es sólo erigir muros. es incorporar todo el conocimiento que tenemos.” la diferencia entre hacer y conocer articula desde hace mucho tiempo la propia idea —o imagen, que es lo mismo— que la arquitectura construye de sí misma en tanto disciplina. desde vitrubio, para quien el conocimiento del arquitecto vincula dos tipos de saber: fabricar: saber hacer y razonar: la capacidad de explicar lo hecho, hasta pier vittorio aureli, que ha dicho que la arquitectura no es diseño sino una forma de conocimiento que a veces hace uso del diseño.

hace poco leía un texto del filósofo francés alain badiou cuyo título original es la enigmática relación entre filosofía y política y que se publicó en inglés como filosofía para militantes. badiou escribe que hay dos tendencias en la discusión sobre la verdadera naturaleza de la filosofía. para la primera, “la filosofía es un modo esencialmente reflexivo de conocimiento: el conocimiento de la verdad en el dominio teórico, el conocimiento de los valores en el dominio práctico.” la segunda “sostiene que la filosofía no es realmente una forma de conocimiento, sea teórico o práctico, sino que consiste en la transformación directa de un sujeto.” en ese caso —agrega badiou—, la filosofía no es ni conocimiento ni conocimiento del conocimiento sino que es acción.

curioso, pues, que, en el dilema entre hacer y conocer, haya quienes, en oposición a cierta posibilidad de la filosofía —que sea un acto y no puro conocimiento [o conocimiento puro]— planteen la contraria para la arquitectura, entendiéndola como una forma del conocimiento. tal vez la ambigüedad o la síntesis más que la disyuntiva entre conocer y hacer, sea realmente el problema al tiempo que la solución —ya lo discutían sócrates y fedro al hablar de eupalinos, el arquitecto. seguramente la arquitectura no es pura acción, si entendemos la praxis como el simple ejercicio de un saber anterior y autónomo. pero cuesta también entenderla como conocimiento puro, justo aquél del que cierta filosofía quiere distanciarse para pensarse como acción y transformación. también en el eupalinos paul valery hace que sócrates se pregunte —y nos pregunte—: “construirse, conocerse a sí mismo, ¿serán dos actos o no? y acaso wittgenstein —filósofo y arquitecto— responda cuando escribe que “el trabajo en la filosofía es —como lo es también en buena parte el trabajo en la arquitectura— trabajo en uno mismo, en la propia comprensión, en la manera de ver las cosas (y en lo que uno exige de ellas).”

¿donde se coloca entonces la arquitectura como una forma de conocimiento? en su libro architecture depends, jeremy till también habla del conocimiento en la arquitectura, y lo califica como conocimiento situado, enumerando tres características. primero, implica que ante nuestra práctica tomamos responsabilidad y la colocamos firmemente en la arena política y ética. segundo, es un conocimiento que “encuentra oportunidades en lo particular y no busca resolver problemas con esquemas universales.” y tercero, es un “conocimiento parcial, tanto por no estar completo como por tomar partido. pero esa parcialidad confesada, en toda su honestidad y modestia, no es un déficit sino un extra” —un yo sólo se que no se todo.

2.9.13

¿la quinta avenida o avenidas de quinta?




los viajes ilustran. cierto. a medias. hay que saber ver —bruno zevi escribió un libro que se llamaba casi así: saber ver la arquitectura, y le corbusier subtituló varios ensayos con la frase ojos que no ven. ver no es lo mismo que mirar. "se ve —escribió junichiro tanizaki en su elogio de la sombra— pero también se piensa." a veces. si no pensamos bien lo que vemos caemos en lugares comunes, en apreciaciones a medias. como ésa que quiere que el paseo de la reforma sea nuestros campos elíseos. y no, no lo es.

ayer salió una nota en el excelsior con el encabezado "regenerarán mazaryk, será como la quinta avenida." nos explican que la intención es hacer que mazaryk "esté a la altura de la avenida neoyorquina u oxford street, en londres. y no. no sólo porque la ciudad de méxico está unos 2,200 metros arriba de nueva york o londres —disculpen la mala broma, pero pensé que la propuesta también lo era— sino porque el ingreso per capita en nueva york (unos 50 mil dólares al año) es más del doble que en el distrito federal (18mil, casi igual, eso sí, al de londres —20 mil— aunque supongo que, promedios aparte, peor repartido). pero más allá de datos económicos, comparar imágenes de la quinta avenida o de oxford street con lo que nos prometen hacer en mazaryk nos hace desear que nuestros gobernantes y sus asesores pudieran, si no lo han hecho, hacer un viaje a esas ciudades o, en caso de que ya hayan ido, que vuelvan pero acompañados por un guía que les haga ver bien lo que está pasando.

sí: en la quinta avenida como en oxford street hay tiendas de gran lujo —en los que la mayoría de los neoyorquinos y los londinenses no compran nada; supongo en nuestro caso la exclusividad tendra más tintes de exclusión que en los modelos escogidos. hay edificios con mejores acabados aunque no siempre mejor diseño, con rentas más altas y restaurantes con precios que no siempre son garantía de buena calidad. y hay señoras —o señores— que llegan en metro —sí, aunque compren en saks viajan en metro. también en la quinta, por cierto, esta la museum mile: el metropolitano y el guggenheim, son parte de los museos en esa calle que, por cierto, bordea al central park. en la quinta está el famoso cubo de vidrio de apple, que no es sólo una sucursal de la famosa marca sino su tienda más importante. con todo, la calle en sí no es muy diferente a otras calles de la ciudad. en otras palabras: la quinta avenida no se distingue de otras de la ciudad porque aquellas sean de quinta y ésta de primera.

se dice que en el pasado nos engañaron cambiándonos abalorios por oro y plata, pero según parece la costumbre de deslumbrarse con el brillo fácil es muy nuestra y se nos quedó, combinada con la aspiración muy de burgués del tercer mundo de ser como son allá, pero sólo por encimita. por eso insisto: en vez de criticarlos por dispendiosos, propongamos para cada presidente y gobernador, para cada alcalde y delegado, para senadores y diputados y hasta para los asesores de obras, un buen viaje iniciático donde alguien culto y entendido la haga de su virgilio, explicándoles lo que ven y repitiéndoles, con voz grave, guarda e passa. a ver si así.