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16.4.13

entre memoriales



¿qué es un memorial? hace poco alguien hacía notar que, en español, un memorial es un texto: un documento mas no un monumento. más allá de las definiciones, quizás sea eso —la inscripción permanente y perdurable de lo que pasó, en papel o en piedra, en un archivo digital o en una placa de acero— lo que muchos esperaban de eso que ahora llamamos memorial.

pasados varios meses de concluido, se abrió hace unos días el memorial para las víctimas de la violencia, proyecto que ricardo lópez, luby springall y julio gaeta ganaron en un concurso que algunos criticamos por haber sido convocado con prisa: un mes para la propuesta y otro para que el ganador la desarrollara. la obra debía estar terminada antes de que calderón dejara el gobierno. los tiempos no eran sino los del sexenio que casi acababa. por otro lado, uno de los grupos que en principio promovió el proyecto —el identificado con javier sicilia— rechazaba la idea de un monumento de estado para algo que, en su perspectiva, había sido causado en buena parte por las graves fallas de ese mismo estado. terminado el memorial, calderón prefirió hacer mutis y olvidar eso que marcó los errores de su pésima estrategia de seguridad y combate al crimen organizado. el nuevo gobierno, tal vez como parte de su política para desviar la atención del tema de la violencia, ignoró también el memorial otros tres meses hasta que la presión de los grupos detrás del proyecto y la gestión de los arquitectos, obligó a abrirlo.

tras visitar el memorial, puedo decir que, a mi parecer, los autores lograron un bello paisaje; los muros de acero oxidado entre los árboles tienen fuerza. es un sitio en el que se puede pasear y estar a gusto, meditar o descansar, recordar o no hacer nada. y pese a los peros, en un país donde la arquitectura pública es asignada muchas veces a voluntad del gobernante en turno, el que hubiera un concurso, avalado por el colegio de arquitectos y que el proyecto ganador haya sido concluido a tiempo y sin rebasar el presupuesto —contrario a buena parte de las ocurrencias arquitectónicas del sexenio pasado— son otros puntos que quienes apostamos por los concursos no debemos ignorar.




el día que se anunció al ganador del concurso, escribí aquí mi opinión tras ver una de las láminas presentadas en el concurso y leer algunas declaraciones en la prensa. mis objeciones eran dos: que había inscripciones en los muros de acero pero no podían ser los nombres de todas las víctimas de la violencia —algo imposible ya que el gobierno ha sido incapaz de reunir esos datos— y que la serie de muros parecían generar espacios aislados en vez de un espacio común, para una comunidad que se refuerza o constituye al rememorar. además, critiqué la petición de ricardo lópez al anunciarse el fallo del jurado de no politizar un tema que es innegablemente político en varios sentidos. 

 ya dije que es un bello paisaje que genera espacio público en la ciudad: los arquitectos respondieron a un sitio difícil abriéndolo en todo su perímetro —excepto el que comparte con el campo marte, incómodamente enrejado—, algo que no era una condición en las bases del concurso. pero sigo pensando que el sitio destinado por el gobierno para el memorial no fue el adecuado —aunque se hayan recuperado varios miles de metros cuadrados de esos que las instalaciones militares ocupan. el memorial está al borde de chapultepec, donde la banqueta casi termina, y aunque une reforma con periférico, allá el peatón tampoco es bienvenido. algunos caminan por ahí, pero son los menos. los muros, que en las primeras imágenes se mostraban con inscripciones visibles en toda su altura, ahora tienen frases escritas, perforadas, que sólo se leen al estar frente a ellos. ¿pueden hablar esas frases por todos los que deben hablar? ¿por qué benedetti o fuentes o rilke? ¿por qué del méxico creo en ti no la línea que dice hueles a tragedia tierra mía? hay ahí una voluntad de simbolizar y dar sentido con una voz lo que son muchas y a veces discordantes. es cierto que hay también espacio para que cada uno escriba lo que piensa: con gis —si se encuentra algún pedazo cerca— que se borrará a la primera lluvia. pareciera que hay frases que ya se ganaron la eternidad mientras otras deberán luchar por ella —hasta que, espero pronto, un grafitti permanente vaya cubriendo las placas poco a poco.










¿este es el memorial que se esperaba? la pregunta es difícil y seguirá abierta mientras la herida siga ahí, sangrando. la violencia no ha cejado y falta mucho aun por aclarar: nombres, circunstancias, responsabilidades. lo primero que se lee al entrar al nuevo memorial empareja violencia y delincuencia, como dividiendo otra vez entre dos, los buenos y los malos, con un corte preciso, casi de bisturí. no es así. si el gobierno pasado se excusó poniendo la mayoría de los muertos del lado de los delincuentes, habría que pensar que la violencia no ha tenido bando y que hay víctimas de ambos lados. ¿puede hacernos pensar en eso la arquitectura, un paisaje, o exigimos demasiado? —de eso he discutido bastante en los últimos meses con uno de los autores del memoria, julio gaeta.

quizá por lo anterior haya quienes piden ahora que la estela de luz sea otro memorial —con lo que habría uno a cada extremo de chapultepec sobre reforma. la estela tiene todo en su contra: fue el proyecto más visible de calderón, pero se terminó tarde y los escándalos de corrupción ya llegaron a los juzgados. querer transformarla en otro memorial es, también, un simbólico ajuste de cuentas con aquél gobierno. pero no pienso que para eso sea necesario esperar un acto oficial ni transformar físicamente al centro de cultura digital, que ocupa los sótanos de la estela, para adecuarlo como uno dedicado a la documentación del desastre. basta, me parece, proseguir algo que ya empezó: la toma de la estela. su nuevo significado será más fuerte si esa plaza y esa placa —mucho más visibles y de fácil acceso que el otro memorial— son tomados como un lugar para la memoria pero también para la crítica y para el encuentro. habrá que tomar la estela tomando su sentido, tomar esa plaza tomando sus usos. tal vez así quede reforma entre memoriales.

[acá los textos de juan villoro y de andrés lajous sobre la estela]

19.12.12

en medio del mensaje


la larga y tortuosa historia de la estela –que empezó como arco y resultó otro de los fiascos arquitectónicos del gobierno de calderón– sigue dando de qué hablar o, más bien, ahora la estela lanza mensajes. ayer en tuiter se podían leer las burlas o el enojo de muchos: cómo era posible que el monumento se prestara –o se rentara, suponían molestos algunos– a semejantes cursilerías: presumir su amor en más de mil metros cuadrados de cuarzo, 104 metros que nos costaron 1,500 millones –poco menos que, a costo actualizado, el guggenheim de bilbao– y que además, aunque no nos guste, pues es un monumento nacional, el monumento los doscientos años del inicio de la guerra de independencia y cien de la revolución. en el reforma y animal político publican que los mensajes son parte de una exposición interactiva.

la estela es muestra de la incapacidad de un gobierno para planear algo: se inauguró más de un año después de cuando debía; costó, presumiblemente por una mezcla corrupción e ineptitud, más del triple de lo previsto y ni siquiera sigue el proyecto que ganó el concurso –la plaza, muy importante, que conectaría a la estela con chapultepec se canceló. sin embargo, poco a poco ha sido tomada. primero ahí se reunieron los del 132 y siguió siendo centro de reunión, de protesta o de fiesta; luego se abrió el centro de cultura digital –que aun no conozco, hoy lo haré– y al final la transformaron –además de en suavicrema– en memorial por las víctimas de la violencia durante el gobierno de calderón.

ahora los mensajes amorosos escritos en la estela nos hacen de nuevo preguntarnos no sólo si la es un uso "adecuado" para la estela sino para cualquier monumento y, sobre todo, qué es un monumento en nuestra época. si un monumento hoy –como sostiene alexander d'hooghe en el monumento liberales puro espacio –lo que pasa entre las construcciones–, si tiene algún poder –o deber– simbólico y, en su caso, de qué. ¿qué dice un monumento: aquí estoy, aquí estamos, esto pasó, te amo? y más bien, ¿qué puede hacer un monumento hoy? el peor ejemplo de lo que no debe hacer, a unos metros de la estela, ha de ser la cuestionada estatua al prócer de azerbaiyán que, además de políticamente incorrecta –en el mal sentido– y de pésimo gusto, no sirve para nada. y eso es algo que hoy un monumento no puede permitirse. ¿será que pese a lo ridículo del fulanito ama a fulanita escrito en la estela, esos textos se sumen a la reivindicación de la estela al multiplicar sus usos?

4.1.12

la estela, la historia y la arquitectura



sépanlo: la estela de luz será, en opinión de alonso lujambio –secretario de educación pública y, por enredos administrativos, a cargo de la ejecución de dicha obra–, “una de las piezas más simbólicas de la historia mexicana” y, además, “una de las piezas más emblemáticas de la arquitectura mexicana”.
la arriesgada afirmación del secretario podría ser resultado de un celo excesivo por ejecutar la tarea que le asignaron que lo ciega ante los muchos y documentados errores e incluso faltas –algunas ya juzgadas y sancionadas– en la realización del infausto proyecto. una defensa a ultranza de algo que a muchos –incluido el arquitecto a la cabeza del equipo que hizo el diseño– parece ya indefendible. un intento desesperado por negar la realidad, un intento por hacer que –en una versión perversa del pragmatismo rortyano que toca aquello de repetir una mentira hasta que se convierta en verdad– la descripción continua de un fallo como un éxito termine convenciendo.
para muchos podría ser peor: una desvergüenza o una afrenta abierta a la opinión pública –mala estrategia en tiempos ya casi electorales.
pero tal vez las declaraciones del secretario –cuya inteligencia ha sido elogiada por muchos de quienes no cabe sospechar complacencia– sean de una franqueza que rebasa la interpretación simplista de los párrafos anteriores.
acaso lujambio nos dice, llanamente, que con el retraso de casi 16 meses para terminar un monumento que conmemoraba una fecha precisa, con el escándalo del presupuesto casi triplicado pese a que la obra no se realizó tal y como había sido planteada por sus diseñadores –ni por la calidad de los materiales, ni por el alcance del proyecto, con su plaza y su conexión con chapultepec–, que con las acusaciones de corrupción, de engaño o de mera torpeza y falta de preparación entre los involucrados en la obra, su concepción y su realización, la estela de luz es, literalmente, una de las piezas más simbólicas de la historia mexicana, de una historia en que la falta de compromiso y la incapacidad de cumplir con aquellos asumidos, la corrupción, la ignorancia, el engaño y la hipocresía se erigen como tristes pendones del carácter nacional.
y es también, entonces, una de las piezas más emblemáticas de la arquitectura mexicana por lo mismo, porque muestra cómo en nuestra historia reciente gran parte de la arquitectura hecha por el estado es fruto de la complicidad o del engaño.
entonces, sólo entonces, tal vez alonso lujambio tenga razón: he ahí la estela, pieza simbólica de nuestra historia y emblema de nuestra arquitectura.

27.12.11

la arquitectura del sexenio




Este sexenio ya se acabó. Falta un año pero sabemos que será puro trámite. Vendrán primero las campañas y, tras las elecciones, en el mejor de los casos, el gobierno actual hará mutis, manteniendo un perfil discreto por seis meses más. Así que ya podemos hacer un recuento preliminar de lo que este sexenio nos dejó en arquitectura –que el resto será una historia mucho más complicada.
Al menos por ahora, la obra arquitectónica emblemática del sexenio de Calderón será la polémica y fallida Estela del Bicentenario, a inaugurarse, según parece, 16 meses más tarde y con un costo tres veces superior a lo previsto. Los múltiples enredos de esta obra ya han sido documentados y comentados en éste y otros medios. Desde la precisión semántica de algunos críticos –la estela no es, ciertamente, un arco, lo que pedía el concurso inicial– hasta el escándalo presupuestal, pasando por la mala decisión de omitir la plaza proyectada que conectaría, de nuevo, al bosque de Chapultepec con la ciudad en la zona de Paseo de la Reforma y Circuito Interior. Hoy un monumento, si no es algo más que mero ícono o símbolo anacrónico, no sirve para nada. En un libro reciente, Alexander D’Hooge explica que el “monumento liberal” –es decir, el monumento moderno– no es ya lo construido sino el espacio que se despliega entre un edificio y otro. No un espacio residual, sino abierto y conformado por lo construido como lugar de lo político: espacio público, pues. Eso pudo haber sido la Estela y no lo fue.
Además del monumento, el gobierno federal convocó otro concurso en este sexenio: la rehabilitación del Palacio de Lecumberri, sede actual del Archivo General de la Nación. Mi postura sobre dicho proyecto no puede ser imparcial: con Julio Amezcua y Fancisco Pardo, de at103, y Hugo Sánchez, fui parte del equipo ganador. Como alma de niño no bautizado, ese proyecto descansa en el limbo, al lado de una refinería y no se qué otras promesas incumplidas. Un proyecto federal del que poco se sabe es el Centro de Convenciones para el encuentro del G20 en Baja California Sur el próximo año. Algún día, con calma, contaré algunas historias más al respecto.
Consuelo Saizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, ha iniciado tres proyectos que también deberán terminarse, sexenio obliga, antes que acabe el 2012. La renovación de la Biblioteca de México, en la ciudadela, intervenida hace unas décadas por Abraham Zabludowsky, cuyo plan general está a cargo de Bernardo Gómez Pimienta y Alejandro Sánchez; la ampliación y renovación de la Cineteca Nacional, proyecto original de Manuel Rocha y nuevo de de Michel Rojkind; y un nuevo edificio en los Estudios Churubusco, proyectado por Arquitectura911 –Jose Castillo y Saidee Springall. Ya lo he dicho en otro lugar: conozco a todos estos arquitectos, son buenos amigos y he colaborado incluso con algunos. Más allá de la amistad, pienso que sus proyectos son, sin entrar en detalles, buenos. No así la manera como se decidió, por asignación directa, que ellos fueran los encargados de realizarlos. Pragmática, la presidenta del CNCA optó por el método menos complicado, evitando los enredos pero cancelando la posibilidad de generar ideas concurrentes. Habrá que esperar que ninguno de estos tres proyectos sufra los rigores de las prisas y del nefasto año de Hidalgo.
En resumen, el segundo sexenio post-transición –transición que ya se anuncia como vuelta en u–, nos dejará un monumento que nadie quiere y ni su arquitecto defiende, concursos no realizados o realizaciones no concursadas. Nada muy halagüeño, pues.
Para el futuro cercano, habría que pensar en serio la sugerencia que alguna vez le escuché a Axel Arañó: un manual de arquitectura para gobernantes. De manera simple –gráfica por si quien mande no es afecto a la lectura–, se le podría indicar a alcaldes, gobernadores y al presidente, qué tipo de obras puede hacer y cuánto tiempo y presupuesto le exige cada una. Si tiene 6 años de mandato, para aeropuertos, grandes teatros, museos o bibliotecas, habrá que hacer el concurso casi al iniciar su gobierno. Escuelas, hospitales y mercados, pueden empezar a construirse en el segundo año. Parques y plazas monumentales, habrá que iniciarlas a medio sexenio. Obras pequeñas, como museos de sitio o bibliotecas locales, se comenzarán el cuarto año. En el quinto año, sólo se arreglarán jardines y plazas para bustos de héroes desconocidos. El sexto año se inaugura todo, desde el aeropuerto hasta la estatuita. Con suerte, buenos consejeros, concursos bien organizados y cuentas claras, las obras así realizadas resultarán ejemplares. Y sobre todo, habrá que seguir la máxima de Sergio Fajardo, ex-alcalde de Medellín, Colombia: la mejor arquitectura para los más necesitados.

7.11.11

el mojón de cuarzo


esta foto de la estela de luz a la altura que lleva hasta hoy la tomo de la página de facebook de adolfo mendoza. supongo las placas de cuarzo de segunda pagadas a precio de primera miden un metro por dos, lo que da una altura total de 44 metros: faltan 60 para llegar a los simbólicos 104 –dos ciclos prehispánicos de 52 años que valen por dos siglos de 100 años. para fin de año –se anunció que la estela estaría lista a finales del 2011– faltan 53 días. esto es, para terminar deben construir 1.13 metros de altura por día –27.16 metros cuadrados tomando en cuenta las dos caras. adolfo me dice que esto que se ve en la foto lo han erigido en un mes –1.3 metros por día–, así que es posible que terminen antes de que acabe el año, pero también me dice que la calidad de la obra es muy mala.
además, lo más importante del proyecto, según su arquitecto y el jurado que seleccionó este proyecto: la plaza que conectaría de nuevo peatonalmente a la ciudad con el bosque de chaupltepec, desapareció definitivamente. ni modo, ahí para el próximo centenario...

27.7.11

bicentenario y milenio

en su columna de carlos marín hoy en milenio, titulada los arquitectos tampoco se leen la suerte, escribe sobre la opinión de joaquín alfredo regnier, arquitecto –dice marín– sobre la infausta estela de luz. no sólo no conozco al arquitecto regnier sino que jamás había oído su nombre –lo que debe ser, sin duda, culpa mía. busqué su nombre en google y sólo encontré referencias al mismo artículo de marín. supongo que el texto de milenio no es una especie de ficción borgiana, y que realmente es un arquitecto informado respecto al tema, pese a mi ignorancia y a la ausencia de datos en la red.

de lo que comenta marín que dice regnier hay cosas ciertas, como que la relación simbólica de los dos ciclos de 52 años prehispánicos con los dos siglos de independencia para obtener la altura de 104 metros de la estela es ridícula o –cual escribió herbert muschamp en su momento sobre la idea de daniel libeskind de hacer la nueva torre en el lugar de las gemelas de nueva york de 1776 pies de altura, por la fecha de la independencia de los estados unidos– preilustrada. que se parece a lo de barragán en la plaza de monterrey –que no es de sus mejores proyectos–, puede ser. pero si algo tenía de interés la triste estela es que, mediante la plaza desde la que se desplanta, intentaba resolver la problemática relación entre la ciudad y el bosque de chapultepec en esa zona –como de hecho lo planteaban varios de los proyectos del concurso. esa plaza fue eliminada por cuestiones presupuestales, siendo otra de las tantas decisiones tortuosas o simplemente torpes que han tenido que ver con este monumento.

pero también dice el arquitecto regnier, según cuenta marín, cosas que a mi parecer no hacen sentido del todo. le parece primero inadmisible que los materiales sean importados. a mi me parece simplemente problemático. pero, desde las pirámides, cuando no hay materiales suficientes o que se juzguen necesarios a la redonda, se importan. mucho peor, sí, que la tecnología deba ser importada, pero ese no es, desgraciadamente, un mero problema de la arquitectura sino del país.

algo más que afirma regnier, es que el concurso se debió haber anulado puesto que el 68% de los participantes decidió no hacer un arco en un concurso para un arco. no es un mero problema semántico –¿qué es un arco?. quiero pensar que si la mayoría de los arquitectos participantes no hizo un arco y si el jurado seleccionó como mejor propuesta algo que no era un arco, es porque la idea misma de un arco resultaba anacrónica, ridícula, impensable. qué bueno, entonces, que los especialistas invitados hayan decidido, con su trabajo, decir no al arco y no responder, a la mexicana, “como usted quiera, señor presidente.”

pero lo que más me desconcierta de lo que, según el texto de marín, opina el arquitecto regnier, es su afirmación de que la mayoría de los invitados no tenía experiencia en el diseño de espacios públicos. primero, porque pienso que los espacios públicos, aunque con sus reglas y condiciones, no son coto de especialistas como pueden serlo los hospitales o ciertas edificaciones industriales. segundo, porque para eso son los concursos: para permitir que gente con y sin experiencia piense y demuestre si lo que piensa es posible, incluso en concursos en los cuales los participantes son invitados tras una selección en base a sus méritos y experiencia.

por supuesto –y no me extenderé en explicar mis razones porque ya lo he hecho en varios textos– no pienso que la idea misma de un arco monumental haya sido ya no digan buena: inteligente. pienso que de las 35 propuestas presentadas una gran parte resbaló por esa vertiente que discurre entre la escultura y la arquitectura monumental que falla en ambos campos –de la cabeza de juárez a las últimas cosas de sebastián, por ejemplo. pero otras, unas cuantas, apostaron por nuevas formas de monumentalidad –por supuesto, sin arcos–, operativas y capaces de, al trabajar sobre la desconexión peatonal entre reforma y chapultepec, generar un nuevo espacio público. el proyecto seleccionado no fue, a mi juicio, el mejor en este sentido pero tampoco el peor. insisto: la plaza desaparecida funcionaba bien, así como la abstracción de la placa –pese a los 104 metros. lo que vino después, la pésima planeación y resolución de la obra y los entuertos para construirla, resulta a todas luces –estelares– indefendible.

pero eso sí, que no confunda el arquitecto regnier: somos los arquitectos, todos, desde los que hacen casitas hasta los que proyectan infraestructura, responsables de pensar el espacio público.

20.6.11

habló el arquitecto

por fin, tras ser requerido en muchas ocasiones por los medios, césar pérez becerril, arquitecto principal del proyecto que ganó el concurso para el arco del bicentenario, respondió algunas preguntas entre las que destaca, por la respuesta, la que abre la nota del periódico reforma: ¿volvería a participar en un concurso así? no –dijo, enfático.


he escrito ya varios textos sobre este tema, incluyendo sobre una de las primeras críticas al proyecto: que no era un arco en un concurso que pedía precisamente eso, un arco. esa crítica, que parecía impulsada por aquellos finalistas que veían en la descalificación del primer lugar una posibilidad de ocupar su sitio, era del todo infundada: había que entender que lo de arco era un término genérico por monumento y, si no, otra ocurrencia idiota del ejecutivo que debía tomarse por una sugerencia y nada más.


el arco fue entonces una estela y su construcción una serie de errores y confusiones que no sólo revelan la incapacidad organizativa de un gobierno que ya resulta a todas luces indefendible, en esto y en otros asuntos de mucho mayor interés público, sino algo peor, supongo: una incompetencia generalizada que en este país rebasa las ideologías políticas y los membretes partidistas, para definirse como una característica de esa entelequia tan odiosa que es “el mexicano.” emprendedores y esforzados, tal vez, pero sin el talento ni la voluntad de llevar nuestros actos y nuestros hechos hasta la perfección. el grotesco jarrito de barro, mal hecho y mal pintado, curioso pero bajo ninguna mirada perfecto, es la imagen de lo “hecho en méxico.”


el arquitecto, pues, por fin habla y entre líneas deja ver que el problema es una falla institucional que apunta a cadenas de irresponsabilidad que denotan, finalmente, una gran corrupción –asumamos de una vez que corrupto no es sólo quien roba de las cuentas públicas sino también quien, incompetente, no reconoce su falla y deja las cosas hechas mal y a medias. pérez becerril –según el texto publicado en reforma– deja entrever que los (i)responsables son, en la cima de la pirámide, josé manuel villalpando, director del instituto nacional de estudios de las revoluciones mexicanas, y luego alonso lujambio, secretario de educación pública. ninguno supo ni pudo tomar las decisiones adecuadas. ninguno dijo a tiempo esto no se puede ni debe hacer así, no hay tiempo, no hay recursos, no hace sentido. y ninguno lo hizo –y supongo ahí si habría que incluir al arquitecto– por ejercer con excesiva libertad esa otra gran tara del mexicano –junto con la malhechura–: el patético servilismo ante el poderoso. “sí señor presidente, su arco que no es arco estará listo a la hora que usted quiera.”


una cosa si me queda clara de la entrevista que concede pérez becerril –aunque dudo que la lectura vaya a ser la misma de parte del público general–: el estado de abandono legal y práctica indefensión de los arquitectos ante clientes, contratistas, constructores y demás personas involucradas en la construcción de un proyecto. el menor de los males, probablemente, en un caso que revela muchas fallas intrínsecas de nuestro sistema y nuestra forma de ser, pero uno terrible para los arquitectos en este país.

30.5.11

estelas de la estela

hoy el periódico reforma publica esta imagen de los trabajos para la ya famosa estela del bicentenario + 1. y aunque las obras de cimentación para este monumento han resultado de una complejidad cercana a la de su vecina, la torre be bbva-bancomer –que tendrá prácticamente la misma altura que la torre mayor, 230 metros–, el avance desde que, también en reforma, se publicó esta otra foto hace pensar que tampoco estará listo el monumento para "finales" de este año. pero además del atraso, en el artículo del periódico ingenieros comentan la serie de errores y fallas que se han ido sumando en el proceso de diseño y construcción de esta obra. a la torpe elección del sitio en un punto vial y peatonal conflictivo que el proyecto, en una fase ahora abandonada, intentaba solucionar, pero que además "presenta una falla geológica", hay que sumar errores de cálculo y, mucho peor, decisiones que parecen inexplicables.

por ejemplo: según neftalí rodríguez cuevas, del instituto de ingeniería de la unam, cuando le demostraron a césar pérez becerril –arquitecto del proyecto– que las columnas de la estela debían ser de 1.21 metros de diámetro, el se opuso. hasta ahí, cualquier arquitecto estaría de acuerdo: es tradicional la lucha entre ingenieros y arquitectos porque los últimos generalmente buscamos estructuras esbeltas y ligeras y los primeros, también generalmelntle, prefieren conseguir la resistencia necesaria por vías del volúmen. lo curioso y, finalmente, irritante de ser cierto, es que el arquitecto haya decidido que el diámetro de sus columnas debía ser de 81 centímetros: 1810, sin el uno y sin el cero. al consejo de los ingenieros de crecer el diámetro el arquitecto aceptó, a 91 centímetros: 1910 sin el uno y sin el cero. me resisto a creer que esa pueda ser la razón del arquitecto, pero el que la estela mida 104 metros –dos veces 52, el ciclo precolombino que, metafóricamente, pasan por los dos siglos de la independencia– hace pensar que semajante esoterismo formal sea posible.

cuando daniel libeskind propuso, para la torre que sustituiría a las gemelas de nueva york, una de 1776 pies de altura –por el año de la independencia de los estados unidos–, herbert muschamp calificó su arquitectura –por esa y otras razones similares– de preilustrada –o, dicho de otra forma, premoderna: anclada en simbolismos que, para entenderse y hacer sentido, deben ser compartidos por todos (generalmente de manera más forzosa que voluntaria). así, a la petición premoderna y preilustrada de nuestros gobernantes de hacer un monumento al bicentenario, el arquitecto ganador del concurso respondió con una propuesta de aparente abstracción pero oculto simbolismo, igualmente premoderna y preilustrada. así, que el diámetro de la columna no responda a razónes estructurales ni, excusa común entre arquitectos, estéticas o formales, sino seudosimbolismos numéricos –al año de la independencia quítale la primera cifra y la última, divídelo entre el número de generales que lucharon en la revolución y tendrás el espesor del acero–, parece triste pero lógica consecuencia de esa provinciana manera de ver el mundo tan en uso entre nuestras clases gobernantes.

19.8.10

la estela de luz... apagada.

Siempre nos hemos quejado de esa propensión de los gobernantes mexicanos, sean de derecha, izquierda o de esa polimorfa aberración direccional que es el PRI, por hacer obras a las carreras, inaugurándolas cuando aún no están listas o apurando su construcción al punto que nadie puede hacerse realmente responsable de que los resultados obtenidos sean de mínima calidad. Pareciera que la obsesión por inaugurar en días precisos, efemérides o no, le gana a cualquier razonamiento y al mero realismo de ver que no, la biblioteca, el aeropuerto, el puente o la línea del autobús no se ha acabado como debiera. Que falta tiempo y que faltó desde el principio, cuando apresuradamente había que hacer eso ya, sin demora. La planeación responsable no es lo nuestro. El día que una ciudad se inunda descubrimos que el drenaje era insuficiente y cuando el agua falta, que la población ya es demasiada.

Por eso hay que aplaudir la decisión de la Secretaría de Educación Pública, encargada a último minuto de coordinar los festejos inminentes, de inaugurar la estela de luz -como se le califica ahora para evitar las críticas semánticas por haber escogido una placa en un concurso para un arco-en septiembre, sí, mes patrio, pero del 2011, un año después del glorioso bicentenario de la Independencia Nacional y del centenario de la Revolución Mexicana. Culparlos por tal retraso es francamente poco decente y, quizás, exceso de mala leche. ¿Cómo iban a saber, en la Secretaría de Educación -por más educados que estén-, o en cualquier otra para el caso -fuera de Obras o de Gobernación-, que una estructura esbelta, de 104 metros de altura -por aquello de los dos ciclos aztecas que, usted entiende, por metáfora aritmética refieren a los dos siglos de nuestro calendario- debía someterse a estudios de resistencia tanto a sismos como al nada despreciable empuje del viento?

¿Cómo iban a pensar que la plaza de la que se desplantará el monumento era importante? Para algunos sería realmente el espacio cívico y buscaría además solucionar el complicado -para calificar así algo que prácticamente resulta inexistente- tránsito peatonal en esa zona. Pero otros han sabido verlo como puro pavimento y tener que conciliar opiniones y buscar acuerdos para que los defensores del bosque de Chapultepec accedan a abrirlo un poco más a la ciudad les resultó demasiado engorroso.

¿Cómo iban además a adivinar que un monumento para conmemorar dos siglos de la Nación iba a llevarse tanto tiempo en pensarse, primero, diseñarse y luego construirse, si nunca habían hecho otro? El caso más reciente es la Columna de la Independencia y eso ya fue hace cien años. Ya es demasiado tener que organizar lo que pasa en seis años para ocuparse además de temas centenarios. Y sobre todo, ¿cómo entender que los mexicanos esperaban tener el farolito listo para septiembre del 2010 y que les parecería tan ofensivo tener que aguantarse unos meses para verla terminada? ¿Desde cuándo tanta puntualidad de los mexicanos?

Ahí estarán las fiestas y los desfiles, verbenas populares que amenazan ser de tal magnitud que nadie nunca las olvide. Excepto por el problema que las fiestas, por más colosal jolgorio que resulten, son, por definición, efímeras. Y a la gente, si no se les olvida pronto o con suerte nunca, el recuerdo les dura lo que les dura la vida, que por ahora, al menos en su forma terrenal, no es eterna. Y aunque haya videos de alta definición y nos regalen a todos nuestro DVD del Bicentenario -que si tiene la calidad del librito en papel revolución (¿será por el festejo?) terminará borrándose en unas cuantas décadas -parece que a muchos les gustan formas más perdurables para conmemorar.

Y aunque algunos pensamos que ya no son tiempos de monumentos -entre otras razones porque, parafraseando a Walter Benjamin, no hay monumento de civilización que no sea al mismo tiempo monumento de barbarie- habría que haber puesto las cartas sobre la mesa desde un principio: este cumpleaños no habrá pastel, esta Navidad no viene Santa Claus, este centenario no hay ni ángel ni arco ni estela. Sin duda también hubiéramos criticado, pero la crítica se soporta y dudo que el monumentus interruptus no sea considerado pecado -habrá que pedirle consejo al sabio monseñor Sandoval para estar seguros.

7.6.10

las rejas de chapultepec

tras escribir la entrada anterior me dirigí al museo tamayo, en chapultepec, al coctel de presentación de postópolis df. fui, suponíendome civilizado, en metro. me bajé en la estación más cercana: chapultepec. eran las 7.20 pm. las rejas de chapultepec, por una razón que jamás he sabido pero que supongo algo tendrá que ver con seguridad y con esa paranoica obsesión por cercar cualquier espacio donde alguien pueda hacer algo, lo que sea –bueno o malo– se cierran, lorquianamente, a las cinco de la tarde, a las cinco –o a las seis, da igual, aunque ya lorca no vendría al caso. entrar a chapultepec a pie, desde el metro, se vuelve si no imposible sí difícil y hasta peligroso. no sólo por los mal olientes pasos a desnivel sino, sobre todo, por que el peatón es en esta ciudad un ser imaginario y, por tanto, parece no requerir ni de banquetas, ni de pasos pintados en las calles, ni de semáforos para que los poco civilizados automovilistas chilangos hagan un alto y los dejen pasar.y como presidentes, gobernadores, secretarios y directores son llevados hasta la puerta a donde vayan en sus autos con chofer desconocen las penas que sufre el peatón. por eso, tal vez, prefieran la vistosa estela a la útil plaza y, claro, porque la estela sera vista y aplaudida y la plaza sólo usada y disfrutada.

el arco del bicentenario

en reforma martín gutierrez, quien junto con césar pérez becerril y un grupo de arquitectos ganó el concurso para el monumento que deberá celebrar el bicentenario nacional, habla de los problemas que el ya infame proyecto tuvo desde su inicio:
"comenzaron a presentarse muchos problemas que retrasaron la obra, por ejemplo, no podíamos comenzar el proyecto ejecutivo porque las autoridades no contaban con un levantamiento topográfico y una mecánica de suelos que nos indicara cosas tan básicas como por dónde pasaba el drenaje o el sistema hidráulico. por ello no fue posible cumplir con los tiempos de entrega"
dichos problemas terminaron fracturando al grupo ganador:
"un día césar me llamó y me pidió que me retirara del proyecto con el argumento de que yo era un peligro por opinar y decir las cosas como son. Le dije que nadie podía ponernos una mordaza y que necesitábamos decir lo que pasaba, pero consideró que yo resultaría problemático"
así, si empezamos desde el rídiculo planteamiento de los gobiernos federal y local para este anacrónico monumento –ahora empiezo a entender que, quizás, el paseo de los huesos patrios hace una semana fue planeado para que lo del "arco" no fuera la idea más ridícula del festejo bicentenario–, la oportuna y en muchos casos torpe respuesta de los arquitectos invitados, los entuertos críticos posteriores a la decisión del jurado, y que los organizadores ni siquiera fueran capaces de concertar acuerdos con los encargados del bosque de chapultepec, esto era casi inevitable.
lo peor es que lo mejor del proyecto –la plaza que reconecta a chapultepec con la ciudad– no será construida "por ahora" –y seguramente nunca.
dice gutierrez que si bien
"los monumentos son importantes y me parece lógico que se le dé todo el empuje a la estela, [...] es fundamental que la obra trascienda el espacio público a través de esta explanada que techa circuito interior y crea una especie de vestíbulo al bosque a fin de fomentar el esparcimiento y la convivencia. a estas alturas no importa que la plaza no se inaugure este año, siempre y cuando de verdad se realice, porque si no el proyecto quedará incompleto"
pero lo cierto es que la estela debería inaugurarse junto con la plaza, como fue proyectada y como fue seleccionada por un jurado (supongo que bien informado) y aceptada por una comisión (supongo que de gente pensante que realiza su trabajo con responsabilidad). pues eso, la construcción de una ciudad completa, compleja y abierta, es lo que hoy realmente podemos calificar como monumental. lo otro –las velitas del pastel– es entretenimiento de señora cursi y poco leída. ¿o pensarán así calderón, eberard y sus secuaces?

4.5.10

el arco del bicentenario


como si lo rídiculo del planteamiento inicial del arco del bicentenario, lo controvertido que resultó la elección del proyecto ganador –que los puristas semánticos rechazaban por claramente no ser un arco– y la terrible obligación de tener que terminar, como aquí se acostumbra, una obra a las carreras, para que el señor presidente pueda a tiempo inaugurar y todos cacarearle contentos nuestro bananero orgullo bicicle, digo, bicentenario, resulta ahora que, según reforma, el arco o, bueno, la placa, no cabe o, más bien, según argumentó, con ingenuidad que enternece, el autor del proyecto, le hace falta espacio para que "luzca". que muevan la reja 15 metros para atrás, porfas. los defensores del bosque se enfadan y dicen que no, que eso es imposible, que 15 metros es mucho pulmón perdido en esta ciudad en precontingencia eterna –aunque realmente se trata de 15 metros de banqueta–, que la reja así, verde y con sus leones, está muy bonita y es rete elegante. ¿a quién irle? por qué no se arriesga el arquitecto a proponer que la quiten toda y para siempre, que con su plaza -que muchos juzgamos más importante y necesaria que la estela luminosa- logrará controlar el acceso y permitir que el bosque se cierre -por cierto, ¿central park a qué horas cierra sus rejas? pero no, eso es mucho pedir, o mucho soñar. aquí hacemos las cosas en chiquito: movemos la reja 15 metros para atras, con sus leoncitos y todo, para que el monumento luzca y los señores de chapultepec puedan cerrar la puerta -a las cinco de la tarde, a las cinco- para que nadie se meta a hacer cochinadas ahí adentro. pues sí, viva méxico.

5.2.10

de arco a estela

en el reforma leo que josé manuel villalpando, encargado de los festejos del bicentenario, anuncia que la "estela de luz" (como parece que ahora se llamará al "arco del bicentanario", probablemente para que estén un poco más tranquilos los quejosos de que ganó una placa en un concurso para un arco), será inaugurada "sin retraso". con todo, la obra será inaugurada por partida doble: una vez, el 16 de septiembre, como debía de ser, y la otra dos meses después, cuando esté "realmente" terminada –debido, dice la nota, a "complejidades técnicas", que incluyen los estudios necesarios para su estabilidad, incluyendo la resistencia al viento, lo que probablemente no suponían requerir para una placa de 104 metros de altura y con la esbeltez que el proyecto supone. esperemos que, para finales de este sacrosanto 2010 del bicentenario, no tengamos recién inaugurado un monumento en rápida e inevitable decadencia, gracias a las prisas con las que será construido.

18.5.09

representación y desempeño


tras lo del arco recordé haber leido en eikongraphia la distinción que hizo sylvia lavin entre simbolismo o representación y desempeño o performance en una conferencia en el berlage. según el blog, lavin ejemplificó la diferencia con un par de dildos, uno simbólico y otro diseñado para un mejor desempeño –"habló por su propia experiencia".
si intentamos una clasificación de los proyectos presentados al concurso del arco del bicentenario bajo estas dos columnas, ¿cómo se ordenarían?

6.5.09

el crítico y el medium (no le toca a saarinen)






Hoy en la sección cultural de Reforma, Antonio Toca opina también sobre "el arco que no fue." Los argumentos de Toca son tres:
  1. El Arco debía ser un símbolo. En esta guerrilla de (im)precisiones semánticas –qué es un arco, qué no– hay que recordar que los gobiernos Federal y de la ciudad de México convocaron a un concurso para el anteproyecto de "un Monumento (Arco) conmemorativo de la celebración del Bicentenario de la Independencia de México." En el mismo punto de la convocatoria se aclaraba que esa "obra Monumento (Arco)" debería "ser un hito urbano-arquitectónico, emblemático del México Moderno y un espacio de conmemoración en el Paseo de la Reforma." No se habló en ninguna parte de un símbolo.
  2. Una obra no es un símbolo. El jurado –dice Toca– "no se dio tiempo para saber distinguir entre un símbolo y una obra." Unas líneas antes Toca habla de "la diferencia fundamental que hay entre un edificio y un símbolo." Asumo entonces que usa obra como sinónimo de edificio o construcción y no en el sentido, que resultaria equívoco para su afirmación, de obra de arte –las que de hecho pueden ser simbólicas. Pero también un edificio o una construcción pueden ser simbólicos. Es uno de los argumentos de la teoría estética de Hegel, por ejemplo, donde habla específicamente de arquitectura simbólica. También es uno de los argumentos de Robert Venturi y Denise Scott Brown al dividir la arquitectura entre edificios o construcciones "pato" –"cuando los sistemas arquitectónicos de espacio estructura y programa quedan ahogados y distorsionados por una forma simbólica global"– y tinglados decorados –"cuando los sistemas de espacio y estructura están directamente al servicio del programa y el ornamento se aplica con independencia de ellos" o no se aplica. La distinción fundamental entre edificio y símbolo que apunta Toca no es, entonces, tan clara. Al contrario, esa diferencia articula de cierto modo aquella entre mera construcción y arquitectura y ha sido críticamente cuestionada e incluso invertida por lo menos desde hace un siglo.
  3. Si Saarinen no hubiera muerto. Toca retoma la anécdota de Eero Saarinen llegando tarde al jurado de la Ópera de Sidney y rescatando el proyecto descartado de Utzön porque era el mejor símbolo para la ciudad. Toca afirma que el Ar(c)o de Pedro Ramírez Vazquez y Fernando Romero "es el símbolo que la ciudad de México necesita." Como "desgraciadamente Saarinen no fue parte del jurado" del Arco, Toca nos revela que ese proyecto no sólo es "el favorito de la mayoría" y, por supuesto, el suyo, sino que es "el símbolo que ese lugar debía tener." ¿Por qué? Porque es "un círculo de esperanza, identidad y unidad: una verdadera utopía que ahora necesitamos desesperadamente." Lástima que ni Saarinen, ni Toca, el nuevo Saarinen o, quizás, el medium que nos transmite las enseñanzas del maestro, fueran parte del jurado.
Toca emplea todo su texto en hacer combinaciones de estos tres argumentos aderezados de oportunos elogios a los creadores del Ar(c)o. No explica porqué el Monumento (Arco) conmemorativo debía ser, además, simbólico –si la única y la mejor manera de recordar y celebrar, hoy en el siglo 21, es con un símbolo.

Cuando Daniel Libeskind ganó el concurso para la nueva torre que sustituirá a las del WTC de Nueva York, Herbert Muschamp, en ese entonces crítico de arquitectura del NYT, escribió: "Con su altura simbólica de 1776 pies y su brazo levantado, la Freedom Tower es una pieza de grandilocuencia pretenciosa. Responde de una manera particular a un evento particular. Se nos impone por los gobernantes cuyas agendas políticas son oscuras. Y no habla por aquellos que pensamos que está mal nacionalizar simbólicamente el ground zero."

Esa pregunta es crucial: ¿un Monumento (Arco) conmemorativo y simbólico –según parece aconsejarnos Saarinen por la pluma de Toca– es la única, la mejor manera? ¿No se impone así una sola idea –de independencia, de revolución, de nación, etc.– a todos? ¿Realmente necesitamos desesperadamente una verdadera utopía –Toca dixit? ¿Por qué una utopía –sólo una? ¿Qué es eso, quién(es) lo decide(n)? ¿Por qué no varias realidades –para, ingenuamente, oponernos a las utopías–, o varias heterotopías quizás? ¿No tiene ese pensamiento mágico-simbólico que piensa que un ar(c)o puede convertirse en el símbolo que "necesitamos" –¿para qué?– algo de ridículo y sí, anacrónico? –pensamiento quizá compartido por muchos de los participantes en el concurso y, sin duda, problemática y acríticamente planteado desde el origen del mismo por los gobiernos Federal y de la ciudad de México. Algo que emparenta al arco y al anillo con los círculos mágicos pintados en algunos cruces de avenidas capitalinas para evitar, de algún modo jamás aclarado, accidentes.

En una entrevista radiofónica de 1970, el escultor americano Carl André, usando como ejemplo a la Estatua de la libertad, explicó "las tres fases del arte" tal como él las entendía. "Hubo un tiempo, dijo, en el cual la gente se interesó en la capa de bronze que recubre a la escultura. Luego vino un tiempo cuando los artistas se interesaron por la estructura interior diseñada por Eiffel. Hoy los artistas se interesan en la Isla de Bedloe, donde se encuentra la estatua."

Que artistas (y arquitecos, urbanistas, paisajistas y demás) se interesen hoy más por la parte infraestructuarl (el suelo) en vez de por la estructural o la simbólica, tiene que ver con aquello apuntado por Muschamp: ya no es posible –ni probablemente deseable– resumir un evento particular –y menos una serie compleja de eventos como aquellos que se resumen bajo los títulos simbólicos de Independencia y Revolución nacionales– de una manera particular. O, más bien, no es posible hacerlo sin marginar, evitar o simplemente borrar al otro. Parafraseando a Walter Benjamin: no hay monumento de la civilización que no sea al mismo tiempo un monumento de la barbarie.

el arco y el cerco

Aunque evidentemente opacado por la alerta sanitaria, el concurso para el Arco del Bicentenario sigue dando de qué hablar. El recuento puntual de Miquel Adriá que apareció en estas páginas un día después del fallo del jurado dejó bastante claro el asunto. Agrego unos cuantos comentarios al tema, empezando por la pertinencia del famoso arco.

El argumento de José Manuel Villalpando, coordinador nacional de los Festejos del Bicentenario, resulta tan ridículo que cae por su propio peso. “Creemos que es fundamental –dijo. La ciudad de México carecía de un arco, no hay un arco triunfal, un arco que represente quizás la unidad, quizás los valores más altos de la humanidad y que en las grandes capitales del mundo existen.”  Tampoco tenemos, por ejemplo, río, lago o frente de mar, como muchas grandes capitales. Pero retomar el proyecto de la ciudad lacustre suena complicado, exige habilidad política y, seguramente, no estará listo para inaugurarse en el 2010.

Por las propuestas entregadas, parece que buena parte de los 37 arquitectos democráticamente invitados al concurso, incluyendo al ganador, pensaron que tal cómo estaba planteado el concurso –sea en cuanto al sitio, sobre el eje de Paseo de la Reforma, o a la tipología, un arco– era una mezcla de necedad y torpeza. Prácticamente ninguno lo dijo. Jugaron –como ya dijo Miquel Adriá– a hacer lo que pensaron estaba bien sin decir lo que pensaban estaba mal. A los arquitectos no nos gusta ser críticos del poder.

La abrumadora mayoría de los 37 sigue pensando lo monumental como sinónimo de vertical y grande, como si, en asuntos de arte, arquitectura y urbanismo los últimos 40 años del siglo 20 no hubieran existido. Sólo tres propusieron otras formas de monumentalidad, horizontales, no representativas ni simbólicas. En algunos años, una historia crítica y objetiva del arte mexicano de la última mitad del siglo pasado nos dirá, quizás, que la escultura monumental no era lo nuestro. Piénsese en la Cabeza de Juárez, en el Coyote de ciudad Neza o en las viboritas de Mixcoac. También dirá, probablemente, que tratándose de monumentos los arquitectos eran peores escultores.

Con todo, pese a las maniobras de una anónima comunidad de arquitectos abajofirmante, el jurado escogió a uno de los mejores proyectos en la línea “alto, grande, con su dosis de simbolismo pero abstracto”, que probablemente dejaría medianamente satisfechos a quienes hicieron el encargo, a la otra comunidad de arquitectos –la que da nombres– y al público en general. Pero no fue así.

El público parece estar entre confundido y enojado con la elección. No es un arco y el concurso pedía uno. La defensa no ha sido del todo clara. Villalpando calla. Ernesto Alva dijo que “hay otras maneras de pensar un arco” y el único que lo ha dicho con claridad ha sido Felipe Leal: “no es un arco… la forma no importa.”  Javier Ramírez Campuzano, hijo de Pedro Ramírez Vázquez –quien, con Fernando Romero, quedó en tercer lugar–, piensa que el ganador, que no es un arco, debiera ser descalificado. Seguramente piensa también que se debe descalificar al segundo lugar, pues no es un arco. Como en concurso de Miss Universo o en Olimpiada, así el tercero ocuparía el primero –aunque siendo estrictos tampoco se trate de un arco, esto es, un segmento de curva, sino de un anillo, la curva completa, cerrada. Digamos que, entre arquitectos, hay algunos que cuando no reciben una asignación directa arrebatan.

En pleno cerco sanitario, algunas semanas después de que un corte en el sistema de suministro de agua de la ciudad nos reveló, por si hacía falta, la inminente crisis que se acerca debido a la perniciosa falta de planeación y mantenimiento oportunos, y sin tomar en cuenta la insuficiencia de transporte público eficiente, de espacios públicos adecuados, de políticas urbanas claras y coordinadas, no se puede dejar de pensar si es tiempo para monumentos. Entre líneas –es decir, bajo formas escultóricas de variable calidad, en plazas subterráneas y explanadas, en jardines y pasos a desnivel– algunos arquitectos murmuraron no.

25.4.09

el culto postapocalíptico a los monumentos


Tras el curioso caso de los arquitectos y el (no) arco del bicentenario –con proyectos abierta y expícitamente críticos o irónicos y otros que debieran urgentemente ser redefinidos como tales por sus autores antes que supongamos mal gusto o crasa incompetencia, incluída la oportunista defensa de "las bases" del concurso de parte del tercer lugar (que nos hace pensar que hay arquitectos que cuando no obtienen encargos por designación directa arrebatan)– hace bien ver este extraño caso de las Piedras Guía de Georgia, presentado en Wired.

4.3.09

el arco

Arco triunfal dibujado por Adolf Hitler en 1925 (algo más sobre Hitler y su arco en Cabinet)

Era de esperarse. El Gobierno Federal y su contraparte capitalina, pese a sus notorios y conocidos desacuerdos, tuvieron un punto de encuentro en la ocurrencia de celebrar el Bicentenario con un anacrónico monumento sobre Reforma, a la entrada de Chapultepec, a unos metros del que festejó el primer siglo de la independencia nacional -como si las cosas no hubieran cambiado en 100 años. Probablemente a los respectivos asesores de cada gobernante les fue imposible convencerlos de que, cual cada uno declaró en su momento, un paliativo a la crisis económica es la inversión en infraestructura y que podían seguir bautizando cada nuevo puente, presa, línea de metro o pavimento de banqueta como "del Bicentenario." ¿Qué mejor, señor mío -habrán dicho- que tapizar el territorio nacional con la infraestructura -siempre necesaria- del Bicentenario! Además -pudieron haber agregado-, ya es hora de renovar muchas de esas obras, ya centenarias, hechas por Díaz en 1910. Precisamente -pensó en voz alta cada príncipe. ¿Quién recuerda los mercados, las escuelas o los ferrocarriles de Don Porfirio? -o "del dictador", habrá dicho el otro. En cambio, cada vez que tenemos algo que celebrar -la boda o el triunfo de la selección nacional- corremos al Ángel. Los monumentos sí sirven, señores. Se recuerdan y nos recuerdan nuestra identidad -dijo inspirado, casi poético el mandatario. Vean, por ejemplo -continuó- el Monumento a la Revolución. Iba a ser Palacio Legislativo -interrumpió un consejero atrevido. Exacto -enfatizó, mientras con la mirada reprobaba el atrevimiento del asesor. Y si lo hubieran terminado, nadie hubiera ido más que a manifestar su enojo o su desacuerdo. Así, vacío, sin otro uso que el propio de un monumento, el edificio trasciende la necesidad para convertirse en arte -esto último lo dijo con tono casi filosófico, entornando la mirada y pensando, por un momento, que la idea de convertir al Palacio inconcluso en Monumento había sido suya. Ninguno se atrevió a recordarle que a ese monumento no va tanta gente como al Ángel. Pero señor -dijo otro-, recuerde a Mitterrand, para el bicentenario francés amplió un museo, construyó una biblioteca y un parque, un ministerio, una ópera y hasta un Arco en la Defensa que funciona como edificio de oficinas. ¡Eso! -dijo entusiasmado el jefe. Después de la palabra Arco había dejado de escuchar, ni donde ni para qué ni cómo. Sólo pensó en Roma, en los Luises, en Napoleón. Soñó un arco que fuera la puerta simbólica de la ciudad, bajo el cual pudiera pasar en compañía de distinguidísimos invitados en un auto negro descapotable. ¡Hagamos un arco! ¿A quién se lo encargamos? Los asesores se vieron unos a otros preocupados. Entendieron que ya no había vuelta atrás. Que sus respectivos jefes se habían lanzado en un triple mortal y se pusieron a buscar la mejor red. Un concurso -dijo uno. Abierto e internacional -dijo otro. Así hicieron los franceses. De ninguna manera señores. Eso es muy complicado -dijo el jefe-, esa gente hace todo con demasiada anticipación. Nosotros tenemos que inaugurar nuestro Arco el 15 de septiembre de 2010. ¿Podría ser el 20 de noviembre, Señor? Ganaríamos un mes. No. Septiembre. Quince. 2010. Un concurso pondría en riesgo nuestras celebraciones. Un concurso por invitación -sugirió otro. ¿Por invitación? ¿No contradice eso una celebración republicana de la independencia y la democracia posrevolucionaria? -dijo alguien más a quien nadie oyó. ¿A quién invitamos? -preguntó de nuevo. ¿A cuántos quiere invitar, Señor? A ver. 200 son muchos; entre 6 (por lo del sexenio, ¿entienden?), ¿cuánto da? 33.33-susurró el más avezado en matemáticas. ¿33.33? Cerrémoslo en 40. Además, algo debe tener el 40, ¿no? Los top 40, las cuarenta principales. Gracias -les dijo cada uno a sus asesores. Consíganme 40 arquitectos para mi Arco. Y pónganse en contacto con el Gobierno local -federal, dijo el otro. Tiene que verse que en esto vamos juntos. Son los grandes temas de la Nación los que nos unen. Gracias -repitió. Recuerden: 40 arquitectos, un Arco, 15 de septiembre del 2010 -y salió del salón por una puerta que, para él, era la entrada a la Historia.