23.3.14

el contenido de la arquitectura


la arquitectura es la expresión del ser mismo de las sociedades, del mismo modo que la fisonomía humana es la expresión del ser de los individuos. sin embargo, es más a la fisonomía de los caracteres oficiales (curas, magistrados, almirantes) que se debe referir esta comparación. de hecho, sólo el ser ideal de la sociedad, el que ordena y prohibe con autoridad, se expresa en las composiciones arquitectónicas en el sentido estricto del término. por tanto, los grandes monumentos se erigen como diques que oponen la lógica de la majestad y de la autoridad a todos los elementos confusos: bajo las formas de las catedrales y de los palacios, la iglesia o el estado se dirigen e imponen en silencio a las multitudes.
georges bataille

hace unos días zaha hadid sorprendió a algunos —y confirmó las ideas de otros— cuando, al cuestionársele qué pensaba sobre los trabajadores que han muerto en la construcción de varias obras en catar, incluido un estadio diseñado por su firma, respondió: yo no tengo nada que ver con los trabajadores, es asunto del gobierno. aunque en sentido estricto es muy probable que así sea, que no tenga ningún tipo de responsabilidad legal por los trabajadores muertos al construir su proyecto, la responsabilidad, pensamos algunos, va más allá de eso. tiene que ver con la posición política y ética que asume un arquitecto no sólo ante lo que diseña sino en relación al contexto en que se inserta, entendiendo el contexto, por supuesto, más allá de otras construcciones que rodean al sitio. pedro eernández ya escribió sobre esa oportuna indiferencia de muchos arquitectos y diseñadores en relación a la política y las políticas que operan en su trabajo.

después del asunto zaha, patrik schumacher, su socio, declaró en su página de facebook:

alto con la corrección política en la arquitectura. pero también alto con la confusión entre arquitectura y arte. los arquitectos están a cargo de la forma del entorno construido, no de su contenido. necesitamos entender esto y aceptarlo a pesar de la corrección política moralizante —y finalmente conservadora— que intenta paralizarnos con la mala consciencia y detener nuestras exploraciones si no podernos demostrar instantáneamente un beneficio tangible para los pobres —como si cumplir con la justicia social fuera competencia del arquitecto. desafortunadamente todos los premios otorgados por la pasada bienal fueron motivados por la corrección política. alto con la corrección política en arquitectura. la arquitectura no es arte aunque la forma es nuestra contribución específica a la evolución de la sociedad mundial. debemos entender cómo nuevas formas pueden hacer la diferencia para el progreso de la civilización mundial. creo que hoy esto implica intensificar la interacción comunicativa con una sensación exacerbada de estar conectados dentro de un orden espacial complejo y multiple donde todos los espacios resuenan y se comunican unos con otros mediante lógicas asociativas.

hace un par de años schumacher ya había defendido la misma postura —criticada después, como me hizo notar pedro hernández, por leopold lambert en su blog the funambulist.

aquí otra cita de schumacher del blog de lambert:

dudo de que la arquitectura pueda ser lugar para el activismo político radical. creo que la arquitectura es una disciplina sui generis (discurso y práctica) con su propia y única responsabilidad social y competencia. en tanto tal, debe demarcarse con precisión de otras competencias, como el arte, la ciencia o la ingeniería y la política. a los arquitectos se les llama para desarrollar formas urbanas y arquitectónicas emparentadas con la vida económica y política contemporánea. no están ni legitimados ni son competentes para argumentar por otro tipo de política ni para estar en desacuerdo con el consenso de la política global.”

como apunta lambert en su texto —y en el posterior debate que sostuvo con schumacher— la última afirmación del socio de zaha hadid es peligrosa: coloca al arquitecto —como a muchos otros— en calidad de víctimas pasivas y pacientes de la política sin legitimidad ni competencia para intentar transformar lo político.

la afirmación de schumacher: que la arquitectura tiene que ver con formas y no con el contenido, nos obliga a entender qué exactamente es lo que contiene la arquitectura. el contenido de la arquitectura no es, por supuesto, lo que sucede dentro de los edificios —sobre lo que el arquitecto tiene sin duda cierto control, aunque limitado. lo construido condiciona o estorba; hace posibles ciertas actividades o impide otras; repite o pretende romper hábitos e ideologías sobre cómo se usan, se habitan los espacios. pero los usos cambian y las formas permanecen. si a eso se refería schumacher es cierto: era el planteamiento de aldo rossi. pero schumacher insiste en la corrección política y el compromiso con ciertos modelos económicos. el contenido no es entonces sólo un programa de usos —que ya implica, si duda, ideologías— sino a la expresión del ser mismo de las sociedades —para citar a bataille. el contenido que se expresa en la arquitectura tiene su propia forma y materia, más allá de la forma y la materia del edificio —a lo que no se puede reducir toda la arquitectura. ese contenido tiene una estructura o, mejor: estructuras sociales, políticas, económicas, simbólicas, etc. el arquitecto tal vez se descubra impotente ante algunas de esas estructuras, ¿pero incompetente? ¿cuando una obra se realiza aprovechando la mano de obra barata que resulta de estructuras económicas, políticas y sociales específicas, no se expresa eso como parte de su contenido —un contenido visible hasta en la superficie misma de las fachadas? tal vez el arquitecto no pueda, con un proyecto específico, cambiar esas condiciones de trabajo o cambiar la noción de espacio público que exista en alguna ciudad, pero bien puede hacerlas manifiestas en su trabajo y, de algún modo, denunciarlas. negarse a usar cierto tipo de materiales que implican prácticas con las que no está políticamente de acuerdo —como quien no come alimentos cultivados a más de 30 kilómetros de distancia— o, también, podría seguir el ejemplo de bartleby y ante ciertos proyectos o ciertos clientes responder preferiría no hacerlo. imaginemos al arquitecto que decide no hacer el monumento al dictador o, pensemos algo más cotidiano, la casa con la pequeña habitación de servicio.

con todo, algo hay que reconocer en los repetidos intentos de schumacher de marcar una división entre la arquitectura y el arquitecto y las políticas que los involucran: articula algo que muchos arquitectos llevan constantemente a la práctica sin ni siquiera asumir que ahí podría haber un problema.

16.3.14

tres exposiciones: la mala, la buena y la fea


hoy me tocó ver arquitectura. y la vi en la calle y en un par de museos acompañado de mucha gente que, según me pareció, no eran arquitectos, lo cual es muy bueno: confirma lo que ya se sabe desde hace tiempo en muchas ciudades: la arquitectura puede interesar también al gran público. aunque, por supuesto, como cualquier otro público, el de las exposiciones de arquitectura hay que construirlo. ahí el problema. aclaro que me hubiera gustado escribir sólo cosas buenas aquí. desde que escuché la semana pasada a alberto ruy sánchez decir que al darse cuenta del tiempo que dedicaba a lo que no le gustaba decidió criticar no lo que odiaba sino lo que amaba, pensé en aprender de la lección. pero aun no he podido. tal vez una semana no sea suficiente.

la primera exposición que vi está en las rejas de chapultepec, en la banqueta de reforma, y fue organizada por el colegio de arquitectos de la ciudad de méxico. de las tres que comento es la mala. ni me sorprende ni me extraña: antes ya comenté lo malo que resultó un catálogo también hecho por el colegio de arquitectos para una exposición de arquitectura mexicana en roma. pero resulta, por decirlo así, curioso que la asociación de arquitectos de la ciudad de méxico se revele tan poco capaz de organizar una muestra de arquitectura. dirán que colgar fotos en una reja no requiere gran ciencia, pero la selección y el orden que se les da a las obras expuestas implica decisiones y tomas de posición: eso que hoy se llama curaduría. aquí parece que no la hubo, que todo cupo y no sabemos por qué de esa manera y no de otra. ni siquiera sabemos si los excluidos revelan —como debiera— una toma de posición o sólo que no se inscribieron y pagaron su cuota para participar a tiempo.


la exposición se llama la ciudad y su arquitectura reciente. y aunque no aclara de qué ciudad se trata, al llevar las siglas cdmx en el cartel de presentación y estar organizada por el colegio de arquitectos de la ciudad de méxico, supongo que de esta ciudad. no se entiende entonces por qué se incluye, por ejemplo, la tallera, de frida escobedo, que está en cuernavaca —a menos que se trate de obras de arquitectos que viven en la ciudad de méxico, lo que el título de la muestra no aclara. no sería tan grave si las fichas de las fotografías estuvieran hechas como se supone que son las fichas de una exposición: nombre de la obra, de los autores, lugar, fecha y acaso alguna breve explicación. por si el público que camina en la banqueta de reforma quisiera saber algo más de esa arquitectura y sus autores. nada de eso. las fichas parece que las encargaron a alguien que hacía su servicio social y que nadie responsable las revisó. a veces llevan el nombre del fotógrafo, otras no. muchas veces atribuyen proyectos hechos por despachos con varios socios a uno de ellos y no al otro o, cuando inexplicablemente una obra cuenta con dos fotografías en vez de una, se atribuyen a dos autores distintos. supongo que el público no enterado de arquitectura no sabrá que arquitectura911 es el despacho de jose castillo y saidee springall (los tres nombres aparecen en distintas fichas, separados) o que francisco pardo y julio amezcua son socios.



y probablemente haya quien felicite a víctor jiménez por la casa que le construyó a juan o'gorman, pues la ficha no explica que la casa la hizo éste, en 1929, y que aquél fue el encargado de la restauración. por cierto, en esta exposición que parece más de fotos de edificios que de arquitectura reconocí al menos un render ocupando el lugar de una foto. será que los arquitectos ya no distinguimos o no queremos hacerlo entre la imagen de lo que es y la de lo que queremos que sea.



la siguente exposición, a unos pasos, está en el museo de arte moderno y se llama resumen del fuego. es una retrospectiva de la obra de fernando gonzález gortazar. se incluye una selección amplia del trabajo de gonzález gortazar como arquitecto y como escultor o, más bien, del compromiso escultórico de su arquitectura y de la condición arquitectónica de su escultura. hay, también, algunas imprecisiones en las fichas —como la que describe el proyecto para el arco bicentenario de gonzález gortazar como no construido, lo cual no es falso pero sí ambiguo: el proyecto no ganó en un concurso, que es lo que se debiera explicar. de cualquier manera el montaje, que pone en relación el trabajo arquitectónico y escultórico a través de fotografías, maquetas y obra a escala uno a uno, permite entender algunas decisiones formales de gonzález gortazar e intuir ciertas influencias.


la última muestra que vi es la fea. en descargo hay que decir que casi cualquier exposición que vaya a parar al pasillo del último nivel de bellas artes que pomposa y exageradamente bautizaron como museo nacional de arquitectura terminará siendo fea. curioso —para usar de nuevo el eufemismo— el lugar, en todos sentidos, que el instituto nacional de bellas artes concede a la arquitectura.

la muestra presenta a los participantes en le concurso para seleccionar a los curadores de la participación de méxico en la bienal de venecia de este año: absorbing modernity, 1914-2014, dirigida por rem koolhaas. en su momento escribí sobre las deficiencias de un concurso convocado a última hora y con algunas fallas en las bases. en el blog de arquine mostramos el primero y segundo lugares. viendo ahora todos los participantes me sorprende que, con contadas excepciones, la mayor parte de las propuestas hayan optado por construir la escenografía en vez de plantear primero el guión. sí: es una muestra de arquitectura e importa, y mucho, cómo se vea, pero también como se lea —y es difícil leer si nada se escribió. hubo, claro, propuestas interesantes, incluso radicales —dedicar el 1% del presupuesto del pabellón a filmar un documental que se exhibiría en venecia y registraría cómo familias de escasos recursos construyen o mejoran su vivienda con el 99% restante del presupuesto; la que hace del espacio un vacío con suelo inclinado y reflejante o la que lo convierte en un centro de documentación e investigación más que sólo en una muestra de edificios.

una de las preguntas que plantea koohaas para su bienal tiene sus dosis de ambigüedad y de cinismo —como mucho de lo que acostumbra el holandés. es arriesgado decir que en el siglo que va del inicio de la primera guerra mundial a nuestros días la modernidad borró, al menos en arquitectura, todos los residuos de tradiciones locales. no sólo por el desaire a ciertas posmodernidades y regionalismos críticos sino por la manera como atiende a una realidad construida que de algún modo refleja el recrudecimiento de nociones de identidad y diferencia que se oponen a lo genérico entendido como el peor efecto del capitalismo tardío. en el caso mexicano también es interesante contrastar esa idea de modernidad unificadora que plantea koolhaas con el mito —no por mítico falso— de la modernidad que construye la identidad del méxico post-revoucionario —y que el nuevo viejo pri se ha empeñado, con su acostumbrada esquizofrenia, en defender y desmantelar con el mismo gesto. esas lecturas se presentan en un mínimo porcentaje de las propuestas, que más bien optaron por lo escenográfico —algo que tal vez revele mucho de nuestra verdadera visión de la modernidad arquitectónica en méxico. con todo, aunque una muestra sea mala, otra buena y una fea, es bueno contar con tres exhibiciones de arquitectura al mismo tiempo en esta ciudad —más las que vendrán las próximas semanas.

15.3.14

solucionar o no solucionar: he ahí el dilema



acabo de pasar frente al centro coyoacán. un centro comercial que, pese al nombre no está en el centro de coyoacán sino en el borde de la delegación benito juárez. el lema de acción del delegado en esa zona es soluciones y donde antes había varios puestos de comida que no tenían nada de ambulante: estaban fijos de día y de noche, ahora hay unas jardineras en proceso y un letrero que dice, bajo el lema soluciones, "espacio libre de comercio ambulante."

ya confesé aquí alguna vez que odio a los ambulantes. no lo puedo evitar, es parte, supongo, de mis prejuicios clasemedieros que me hacen suponer que las calles se ven mejor limpiecitas y vacías. también ya conté aquí el choque conceptual que fue para mi escuchar a manuel delgado decir que "el espacio público es un espacio concebido por las clases medias y sólo para las clases medias." y es cierto. los clasemedieros odiamos la prepotencia del potentado que ocupa la calle con su séquito de guardias privados tanto como detestamos al mendigo que se tira a media salida del metro con una receta arrugada prendida con alfileres al pecho. nos estorba el rico y nos estorba el pobre. manuel delgado también decía que esa idea del espacio público es la que finalmente se impone pues la gran mayoría de los gobernantes y la gran mayoría de los arquitectos y de los urbanistas que atienden sus demandas son clasemedieros.

al pasar hoy por el centro coyoacan recordé lo que dijo el antropólogo. y también pensé que uno de los grandes problemas de nuestros gobernantes, junto con la idiotez, es su incapacidad de pensar más allá de sus prejuicios clasemedieros. antes era difícil caminar por esas estrechas banquetas reducidas a no más de un metro de ancho entre puestos y comensales. ahora será igualmente difícil. la solución no consistió en eliminar el estorbo sino sustituirlo por otro que se juzga menos molesto. la banqueta seguirá del mismo ancho pero el problema se solucionó. de eso se trataba, ¿o no?

pese a mi odio por los ambulantes derivado, supongo, de mis prejuicios clasemedieros, puedo pensar que la solución no lo es tanto si el ancho de la banqueta permaneció igual y sólo cambiamos puestos por rejas para jardineras. olerá menos a grasa, habrá menos basura y menos gente parada, cierto. pero, más allá del tema de la economía informal, supongo que las jardineras producirán menos flujo de dinero que los puestos que ocupaban su lugar y a quienes comían ahí cada día los obligarán a caminar más lejos —pues el precio de una comida en el puesto es mucho menor que el de un restaurante en el centro comercial. insisto: si la solución dejó las banquetas del mismo ancho para los peatones, ¿no se juzga con dos raseros distintos al puesto y a la jardinera? ¿no se podría, por ejemplo, pensar en la arquitectura de la banqueta y hacer que algunos puestos, bien diseñados, ocuparan el espacio de algunos lugares para estacionar autos y así dejarle más espacio al peatón? ¿o, finalmente, no habría que, al plantear soluciones, pensar más allá de nuestros prejuicios clasemedieros?

el camino del idiota


parece broma. hace unos momentos francisco pardo comentó esta foto de la cuenta de tuiter de alejandro fernández, el delegado de la cuauhtémoc y preguntó: qué error ven. muchos lo vieron pronto: el paso peatonal llega a una esquina balizada para que no se cruce. cuesta creer quienes diligentemente pintan las líneas blancas no hayan visto el error. tal vez nos hace falta la imagen que sigue: una cuadrilla que quita la barrera y otra que, a punta de marro, demuele la esquina para que, finalmente, llegue un tercer grupo a hacer que la esquina tenga una pendiente adecuada para cruzar la calle en silla de ruedas, por ejemplo.

pero incluso si no vemos en la imagen el resto de la historia, si el delegado fernández no es tan idiota como para presumir un trabajo a todas luces inservible, resulta que el orden de los factores está al revés: primero debieron haberse hecho los trabajos de desmontar, demoler y reconstruir la esquina y luego, ya terminado, pintar bien el paso peatonal. parece que de ninguna manera se escapa esa obra de ser otra más que nuestros delegados —junto con presidentes municipales, gobernadores, el jefe de gobierno del distrito federal y el mismísimo señor presidente— presumen e inauguran sin tener la menor idea de para qué sirven, cómo se hicieron, quién y por qué las hizo, cuánto costaron y un largo etcétera que se supone debiera saber bien el encargado de administrar y gobernar.

me han dicho que el problema no son esos señores que tienen a su cargo tanta cosa que no pueden verlas todas a detalle, sino sus subalternos, que hacen todo a la carrera por cumplir; que temen decirle a sus jefes que no se puede en el plazo que piden; que no hace falta el museo o la autopista elevada que soñaron, o que sí, pero en otra parte; que no alcanza con el presupuesto, etc. pero entonces el problema es doble: el idiota en la cima soportado por una pirámide de muchos idiotas. y que no se ofendan los delegados y gobernadores si los califico de idiotas: lo hago en el sentido original del término griego que significa suelto, solo, aislado. así parece que nuestros gobernantes entre más alto llegan más se aíslan en esa pirámide donde, tal vez, pese a mi opinión, domine más la idiotez —el aislamiento— que la incompetencia o la corrupción. el camino al poder parece ser, entonces, el camino del idiota.

7.3.14

la mezquita azul —un libro de luis villoro


de luis villoro he leído poquísimo. algo de el concepto de ideología y tres libritos editados por la universidad autónoma metropolitana y verdehalago en 1996. libritos por su pequeño tamaño: poco más de 6 centímetros de ancho y 10 de alto. se trataba de una serie sobre el silencio y algo más.

en uno, la significación del silencio, leí por primera vez que "cuando los griegos quisieron definir al hombre, lo llamaron zoom lógon éjon; lo que, en su acepción primitiva, no significa «animal racional» sino «animal provisto de la palabra.» el silencio que ahí describió villoro era una forma del habla y, por tanto, significaba. "desde la piedra burda con que erige sus edificios —dice— hasta el sutil ademán de la danza, todo podrá servirle de signo para nuevos lenguajes." ese silencio "acompaña al lenguaje como su trasfondo, o mejor, como su trama." es al lenguaje lo que el vacío a la arquitectura.

el segundo librito también habla del silencio: una filosofía del silencio: la filosofía de la india. al explicar que la filosofía griega es ante todo visual, villoro dice en ese libro algo que, me parece, ya había leído yo antes pero que desde entonces he repetido muchísimas veces: "decir de alguien que es un «teórico» vale tanto como llamarle un «mirón» que anda metido a curiosear todas las cosas.» la filosofía griega es de normas y de formas, de palabras y de ideas. la india, en cambio —explicaba villoro— es una filosofía de lo encubierto, de lo informe y del silencio.

el tercer libro es el doble de grueso de los otros dos. su título es la mezquita azul: una experiencia de lo otro pero habla también, de algún modo, del silencio y de nuestro empeño en no callar sobre aquello de lo que no podemos hablar. se divide en tres partes. la primera describe una experiencia: la visita a la mezquita azul, construida en el siglo diecisiete por el sultán ahmed. villoro describe la arquitectura como un pasaje y el espacio como un gran signo y una experiencia en la que el yo se disuelve. la segunda parte intenta analizar esa experiencia o, más bien, la dificultad que le presenta al análisis: hay, dice, "una inadecuación entre la fluidez y la homogeneidad de lo vivido y la fragmentación y heterogeneidad a que se le somete al tratar de analizarlo con conceptos." también en la segunda parte al análisis sigue una crítica de la experiencia, la única que "puede suministrarnos una aprehensión directa, sin intermediarios, de la realidad," pero que, a su vez, en esa singularidad, se queda aislada si no se abre en la interpretación. esa diferencia se hace patente, por ejemplo, en el conocimiento estético, en la distancia que se abre pero también se tensa entre la sensación, la sensibilidad y el sentido. al análisis y la crítica sigue la justificación: la interpretación que ilumina la experiencia.

la tercera parte llena apenas cinco de esas pequeñas páginas. regresa a la experiencia para mostrar que si, para entenderla, hay que pensarla, hay también que, de algún modo, perderla. "no hay maravillas ni esplendores para el pensamiento." lo que la razón le hace a una experiencia extraordinaria, dice villoro, es "quitarle su carácter disruptivo para poder asimilarla." el pensamiento profana esa experiencia de lo otro —de lo sagrado, pues. y es lo único que puede hacer: "su empeño paradójico ha sido convertir en razonable lo indecible. ¿pero en qué otra forma —concluye— podría la razón dar testimonio de aquello que la rebasa?"

2.3.14

ciudad peatón


el laboratorio para la ciudad de méxico organizó un encuentro en la estación indianilla, de la colonia doctores, para escuchar a varios especialistas y activistas hablar sobre el caminar y los peatones. en la sesión, coordinada por luigi amara, participaron el colectivo haz ciudad [@hazciudad], alissa walker, de los ángeles [@awalkerinLA], rene bolado y alejandro martínez de la agencia de gestión urbana, los situacionistas de tercera generación de alterritorios [@alterritorios], laura bermejo, de libre acceso [@LibreAccesoAC], el superhéroe local peatónito [@peatonito], dhyana quintanar, directora general de planeación y vialidad de la secretaría de transporte y vialidad del df [@labromptonesa], jeff speck, autor entre otros libros de walkable city [@jeffspeckAICP] y rodrigo díaz, conocido por su blog ciudad pedestre [@pedestre].

luigi amara inició con una afirmación que parece incontestable pero que tal vez sea lo primero que debamos cuestionarnos para entender por qué las ciudades en general y la de méxico en específico no parecen estar pensadas para caminarse. todos somos peatones, dijo —y varios más lo repitieron en sus intervenciones. en principio la afirmación parece, insisto, innegable: los humanos caminamos erguidos en dos patas y eso es uno de los rasgos distintivos de nuestra especie. pero caminar y ser peatón son cosas distintas, me parece, así como ver y poder leer es distinto a ser un lector o hablar es diferente a ser un orador, dejemos de lado si bueno. levantarse de la cama e ir andando al baño, a la cocina, al coche y de ahí a sentarse en una silla y de regreso, no te hace peatón. todas las formas de movilidad en la ciudad implican caminar —como dijo dhyana quintanar. pero ser peatón va, supongo, más allá de la necesidad de llegar al coche o al autobús.

sorprendido, jeff speck habló del porcentaje de quienes usan principalmente automóviles privados como medio de transporte en la ciudad de méxico: veinte por ciento. una minoría, como ya he escrito antes aquí. como también comentó speck citando a enrique peñalosa, ex-alcalde de bogotá, esa minoría ocupa más espacio que la mayoría y no sólo eso. rodrigo díaz afirmó que no importa que, como presume el actual gobierno del df, el peatón esté en primer lugar en la jerarquía de la movilidad —seguido por los ciclistas, el transporte público y, al último, los automóviles particulares— si la inversión y, agrego yo, las decisiones, privilegian a los últimos. ¿por qué, en el caso de la movilidad, se ha privilegiado entonces constantemente a una minoría? no creo equivocarme si supongo que buena parte de quienes han decidido acerca de las políticas urbanas y de movilidad en la ciudad de méxico han pertenecido al veinte por ciento que aunque camine no son peatones. usan sus autos constantemente y para todo —y peor, muchas veces llevados por un chofer y escoltados. desconocen las cuitas del peatón, del ciclista o de quien se transporta en microbús. porque nunca lo han hecho o porque se han esforzado en olvidarlo. los vuelven a usar cuando inauguran alguna línea del metro o del metrobús o suben a una bici si se abre una nueva zona con ecobicis. lo recuerdan cuando le cuentan a algún periodista sobre la manera como ellos, también, vienen desde abajo. Desde abajo, sí, porque en méxico lo público —sea en salud, educación o transporte— es asunto de pobres. en otra estadística que mostró rodrigo díaz vimos que la mayor parte del veinte por ciento que se mueve en su propio auto pertenece a los dos primeros deciles. los más favorecidos toman decisiones que les favorecen, incluso en cuestiones viales, sin importar que, como explicó jeff speck, es un dato ya probado que a mayor cantidad y anchura de calles habrá mayor cantidad de coches que se desplazarán con mayor lentitud. tráfico inducido, se llama.

¿qué hacer entonces? dhyana quintanar dijo que el gobierno necesita de la presión social para actuar. hay muchos modos de ejercer esa presión, como mostraron alissa walker, peatónito o los de haz ciudad, y habría que esperar que la respuesta fuera algo más que los cuatro cruces peatonales en los que presumieron los representantes de la agencia de gestión urbana están trabajando —un ritmo demasiado lento para una ciudad en la que mueren más de 500 peatones al año. la acciones desde el gobierno debieran ser más agresivas: hacer cumplir los reglamentos y las normativas —como exigieron laura bermejo y peatonito— y hacer que las decisiones presupuestales acompañen al discurso que, como apuntó rodrigo díaz, ya cambió. incluso hacer que una de cada dos calles secundarias sea exclusiva para peatones y ciclistas, como nos dijo peatónito que sugiere peñalosa o hacer que toda avenida importante en la ciudad tenga un carril confinado para bicis y otro para autobuses, como recetó speck. construir, pues, una ciudad —de nuevo peñalosa citado ahora por speck— donde el transporte público no sea la única opción de los pobres sino también la primera de los ricos.

la noche dedicada al peatón, muy bien planteada y organizada por el laboratorio para la ciudad de méxico, dejó abierta la duda sobre si esa auténtica revolución urbana puede darse de manera decidida y decisiva —como insinuó entre aplausos rodrigo díaz y lo acompañaron otros más en tuiter— en una ciudad con una agencia de gestión urbana liderada por quien también tuvo a su cargo la responsabilidad de las autopistas elevadas sobre el periférico o de la supervía poniente. habría que preguntarse y preguntarle si es que ya cambió de opinión —pues en algún momento defendió esas obras— o si se trató de un caso de banalidad de las malas ideas —“sólo hice lo que me ordenaron.” 

si a lo anterior sumamos decisiones como las de simón neumann de permitir la demolición de un edificio catalogado por el inba para que un centro comercial amplíe su estacionamiento justo frente a una parada del metrobús o la del mismo jefe de gobierno de aumentar en 66% la tarifa del metro mientras reduce el 100% al impuesto por la tenencia de autos, pareciera que, al menos en lo que al privilegio a los peatones se refiere, la distancia entre lo dicho y lo hecho sigue siendo demasiado grande en esta ciudad.

la plaza y el apartamento





la plaza y el apartamento son un par de documentales que vi la misma tarde. la plaza, dirigido por jehane noujaim, sigue a seis egipcios desde principios del 2011, cuando empezaron las manifestaciones en la plaza tahrir, hasta mediados del año pasado. a ras de suelo vemos cómo la protesta, pese al descontento, empieza casi como fiesta: gritos, cantos, el fervor de la comunión, cuando el poder regresa al pueblo, fuente de la autoridad —oímos decir varias veces a ahmed hassan, uno de los protagonistas— y cómo reacciona no sólo la presión externa: la represión, sino también a la interna: la división y la lucha por hacerse del poder más allá de la búsqueda de su reparto equitativo, el origen ideal de toda rebelión.

en el apartamento, arnon goldfinger, el director, reconstruye parte de la vida de sus abuelos, gerda y kurt tuchler, cuando, tras la muerte de aquella, empiezan a vaciar el departamento en que ambos vivieron “por 70 años como si nunca hubieran dejado alemania.” antes de emigrar a palestina en 1936, habían ido una primera vez acompañados por el barón leopold von mildenstein y su esposa. Bbuscando los motivos de aquél viaje, goldfinger investiga el pasado nazi de von mildenstein —ignorado o negado por su propia hija— y la amistad de sus abuelos con aquella pareja alemana, continuada incluso después de la guerra y del holocausto, en el que la bisabuela materna de goldfinger fue asesinada. nada de eso lo sabía la madre de goldfinger. 

como en la ciudad misma, la plaza y el apartamento se complementan. la plaza, vacía, es el espacio donde lo social y lo comunitario se construyen pero también se disuelven. Es más promesa y potencial que símbolo —caído el dictador, el nuevo gobierno querrá transformarla en un jardín en memoria de los héroes de la revolución, acabando así, explica hassan, con todo su sentido y, sobre todo, su futuro: ahí el pueblo debe poder reunirse cada vez que quiera reclamar de nuevo el poder. el apartamento en cambio, al menos el de la abuela Gerda, está lleno hasta más no poder: decenas de guantes viejos, libros en alemán que hace mucho ya nadie lee, cajas y cajas con fotografías y cartas. es el espacio donde lo individual y lo privado se construyen y a veces también se disuelven.

así, de un lado está la vida pública y del otro la vida privada. entre los dos la política. la política en la plaza pero también, no se si exactamente del otro lado, cierta política de la memoria, de lo que se cuenta y lo que se calla. y en ambos casos la política de la amistad, si así se le puede llamar. en la plaza vemos a hassan afirmar su amistad con magdy ashour, miembro de los hermanos musulmanes, que pasan de ser un grupo marginado y reprimido bajo el gobierno de mubarak, a ser los gobernantes y, para algunos, represores, tras las elecciones que siguen a la caída de aquél para luego, de nuevo, caer y ser de nuevo excluidos. en el apartamento, la amistad se mantiene entre dos parejas que debían ser enemigas. en algún momento durante el documental un historiador se lo explica a goldfinger: von mildenstein veía en su abuelo a un hombre cultivado con el que podía viajar y conversar, no a un judío. los judíos, de manera genérica, eran una abstracción y así lo entendía en su trabajo. además, las dos parejas se asumían antes que nada como alemanes, así como hassan y magdy se asumen como egipcios, más allá de sus diferencias.


un par de documentales que, además de lo que cuentan, nos muestran esas dos caras de la ciudad —lo público y lo privado— y cómo se articulan y complementan, haciéndonos ver que, de alguna manera, tomar posesión —de la casa o de la plaza— es, también, tomar posición.