27.7.11

bicentenario y milenio

en su columna de carlos marín hoy en milenio, titulada los arquitectos tampoco se leen la suerte, escribe sobre la opinión de joaquín alfredo regnier, arquitecto –dice marín– sobre la infausta estela de luz. no sólo no conozco al arquitecto regnier sino que jamás había oído su nombre –lo que debe ser, sin duda, culpa mía. busqué su nombre en google y sólo encontré referencias al mismo artículo de marín. supongo que el texto de milenio no es una especie de ficción borgiana, y que realmente es un arquitecto informado respecto al tema, pese a mi ignorancia y a la ausencia de datos en la red.

de lo que comenta marín que dice regnier hay cosas ciertas, como que la relación simbólica de los dos ciclos de 52 años prehispánicos con los dos siglos de independencia para obtener la altura de 104 metros de la estela es ridícula o –cual escribió herbert muschamp en su momento sobre la idea de daniel libeskind de hacer la nueva torre en el lugar de las gemelas de nueva york de 1776 pies de altura, por la fecha de la independencia de los estados unidos– preilustrada. que se parece a lo de barragán en la plaza de monterrey –que no es de sus mejores proyectos–, puede ser. pero si algo tenía de interés la triste estela es que, mediante la plaza desde la que se desplanta, intentaba resolver la problemática relación entre la ciudad y el bosque de chapultepec en esa zona –como de hecho lo planteaban varios de los proyectos del concurso. esa plaza fue eliminada por cuestiones presupuestales, siendo otra de las tantas decisiones tortuosas o simplemente torpes que han tenido que ver con este monumento.

pero también dice el arquitecto regnier, según cuenta marín, cosas que a mi parecer no hacen sentido del todo. le parece primero inadmisible que los materiales sean importados. a mi me parece simplemente problemático. pero, desde las pirámides, cuando no hay materiales suficientes o que se juzguen necesarios a la redonda, se importan. mucho peor, sí, que la tecnología deba ser importada, pero ese no es, desgraciadamente, un mero problema de la arquitectura sino del país.

algo más que afirma regnier, es que el concurso se debió haber anulado puesto que el 68% de los participantes decidió no hacer un arco en un concurso para un arco. no es un mero problema semántico –¿qué es un arco?. quiero pensar que si la mayoría de los arquitectos participantes no hizo un arco y si el jurado seleccionó como mejor propuesta algo que no era un arco, es porque la idea misma de un arco resultaba anacrónica, ridícula, impensable. qué bueno, entonces, que los especialistas invitados hayan decidido, con su trabajo, decir no al arco y no responder, a la mexicana, “como usted quiera, señor presidente.”

pero lo que más me desconcierta de lo que, según el texto de marín, opina el arquitecto regnier, es su afirmación de que la mayoría de los invitados no tenía experiencia en el diseño de espacios públicos. primero, porque pienso que los espacios públicos, aunque con sus reglas y condiciones, no son coto de especialistas como pueden serlo los hospitales o ciertas edificaciones industriales. segundo, porque para eso son los concursos: para permitir que gente con y sin experiencia piense y demuestre si lo que piensa es posible, incluso en concursos en los cuales los participantes son invitados tras una selección en base a sus méritos y experiencia.

por supuesto –y no me extenderé en explicar mis razones porque ya lo he hecho en varios textos– no pienso que la idea misma de un arco monumental haya sido ya no digan buena: inteligente. pienso que de las 35 propuestas presentadas una gran parte resbaló por esa vertiente que discurre entre la escultura y la arquitectura monumental que falla en ambos campos –de la cabeza de juárez a las últimas cosas de sebastián, por ejemplo. pero otras, unas cuantas, apostaron por nuevas formas de monumentalidad –por supuesto, sin arcos–, operativas y capaces de, al trabajar sobre la desconexión peatonal entre reforma y chapultepec, generar un nuevo espacio público. el proyecto seleccionado no fue, a mi juicio, el mejor en este sentido pero tampoco el peor. insisto: la plaza desaparecida funcionaba bien, así como la abstracción de la placa –pese a los 104 metros. lo que vino después, la pésima planeación y resolución de la obra y los entuertos para construirla, resulta a todas luces –estelares– indefendible.

pero eso sí, que no confunda el arquitecto regnier: somos los arquitectos, todos, desde los que hacen casitas hasta los que proyectan infraestructura, responsables de pensar el espacio público.

26.7.11

los efectos sociales de la bici


genre de vie es un documental holandés sobre "los efectos sociales del revival de las bicis". el proyecto recibe donaciones –es "crowdfunded" dice el sitio.

19.7.11

la flor y la caja


bertrand goldberg nació en chicago en 1913 y estudió arquitectura con mies van der rohe, pero no en el iit sino en la bauhaus en berlín. pero la arquitectura de goldberg sigue más una línea orgánica de la familia de otros dos grandes de chicago: sullivan y wright. "la naturaleza no tiene líneas rectas" –dicen dijo golberg. mies habrá sonreído: la arquitectura no es naturaleza, es baukunst. tal vez la obra más conocida de goldberg se marina city, incluyendo la secuencia de the hunter, con steve mcqueen.

en esta foto vemos el que originalmente fue el prentice women's hospital, edificio amenazado por la demoledora por no adecuarse ya, pese a su diseño orgánico, a las exigencias actuales de un hospital. como una flor demasiado especializada: si las condiciones cambian, la flor puede estar en peligro de extinsión. una caja, en cambio, parece que siempre podrá reutilizarse para guardar algo en su interior. en fin, esperemos que los conservacionistas logren preservar esta obra de goldberg.

17.7.11

el museo

el museo del art institute de chicago no es el louvre o el museo británico o el metropolitano de nueva york. pero es un gran museo –por tamaño y por su colección. visitarlo –como visitar esos que antes mencioné– permite recorrer buena parte de la historia de la civilización. hay muestras de arte griego y romano, algo de arte egipcio, de la india, áfrica y de china. también hay ejemplos de lo que producían las culturas de américa antes de la llegada de los españoles. hay joyería y muebles, armaduras medievales y prototipos de charles y ray eames. hay cuadros de cranach el viejo, y de kokoshka, klee y kandinsky. de goya y de pollock, de ribera y de picasso, de turner y de jasper johns. hay una buena colección de impresionistas, con series de monet, cuadros de gauguin y de van gogh, degas, lautrec y seurat. también hay algunas obras de rodin y otras de dalí. un museo así se construye con tiempo, con la búsqueda paciente –que necesariamente implica recursos– de aficionados y estudiosos, de sabios y sus mecenas, de millonarios con ambiciones de coleccionista y sus consejeros y asesores. la colección del art institute de chicago fue formada por el concurso de muchos individuos e instituciones. no se construyó gracias al saqueo –o no mediante uno ayudado por balas y batallas sino por otro, legal aunque a muchos incomode, que se sirve de cheques y subastas. un museo así no se construye de la noche a la mañana, ni siquiera en unas cuántas décadas, y no lo puede hacer un hombre solo, aunque sea el más rico de todos. ni el tiempo ni el dinero, supongo, le alcanzaría.

hay una lectura posible de la colección, que por supuesto no hice con rigor en mi visita: buscar en las fichas de cada obra si son donaciones, regalos, préstamos o adquisiciones, y en cada caso a quién pertenece o perteneció, cómo se hizo de la obra –en alguna sala una cédula nos explica, por ejemplo, de la pasión de un par de estudiosos locales por piezas chinas de jade, que los llevó a reunir una de las colecciones más importantes del mundo, la cual finalmente donaron al museo.

así se hace un museo y así se construye una civilización: los más ricos culturalmente redistribuyen su capital –su saber– entre los otros, y los más ricos económicamente –que no necesariamente coinciden con los primeros– redistribuyen parte de su fortuna colaborando con los primeros.

muchos hemos criticado el reciente esfuerzo del magnate mexicano, su donación al pueblo de un museo que nos parece –más allá de las fallas del edificio– poco claro, mal montado y con una colección grande pero desigual, descuidada, incoherente. hay quienes dicen que el señor potentado tiene el derecho de ejercer sus gustos al gastar su dinero. cierto. pero también es cierto que así no se construirá nunca un museo que sirva, entre otras cosas –cual el art institute de chicago o el metropolitano de nueva york–, como acicate de la cultura y el pensamiento. ¿es eso culpa –otra– del adinerado filántropo local y su gusto? no. su defecto será que el gusto no lo haya educado, pero hay una incapacidad compartida por todos para coordinar esos esfuerzos, para organizarlos en un todo más o menos coherente –es decir, en una forma cultural. si la persistencia de monopolios económicos en méxico es grave, más lo es la impotencia para generar diversidad y pluralidad sociales y culturales que resulten productivas. una ciudad –explicaba aristóteles en su política– se construye a partir de individuos que, al no bastarse a sí mismos, se reúnen para juntos construir algo mucho mayor a lo que podrían hacer cada uno individualmente. y una ciudad es pie de una civilización, literalmente. la terrible inequidad de la estructura social y económica mexicana se revela así no en la dispareja colección del millonario, sino en la ausencia de los mecanismos e instituciones que organicen las buenas intenciones de algunos para construir un museo que funcione como auténtico dispositivo cultural y no de mero paliativo a otras carencias –un museo, se ha dicho, para quienes no pueden viajar a los grandes museos europeos o americanos, algo así como lo que la feria de chapultepec es en comparación a disneylandia.

12.7.11

el monumento liberal


la arquitectura moderna no existe o, más bien, no existe como un movimiento único, coherente, sin contradicciones ni ambigüedades. es una idea construida y reconstruida retrospectivamente. lo mismo puede decirse de la pintura, la música o la literatura modernas y, finalmente, de la modernidad entera. picasso no es duchamp y los dos son, parafraseando a rimbaud, absolutamente modernos.

pero una cosa que parece común a todas esas arquitecturas que terminaron etiquetándose como modernas, y también a la pintura, la música o la literatura modernas, fue su rechazo a cualquier forma de simbolismo o, para ser mas precisos, al simbolismo entendido como algo que apunta más allá de la simple y pura presencia de la obra. lo monumental, pensado como simbolismo de algo que trasciende a la forma, parecía rebasado e indeseable.


en 1974, el escultor carl andre explicó la historia entera del arte usando como ejemplo la estatua de la libertad. en una primera etapa, los artistas y el público se interesaban por lo que el arte quería decir, en el caso de la estatua de la libertad, por la figura esculpida por bartholdi, la fina piel de cobre: la mujer con su túnica, su antorcha y su libro, los rayos que la coronan y todo lo que pueda simbolizar. después, dice endre, el interés paso a lo que está abajo de la figura, a la estructura, en este caso diseñada por eiffel . finalmente, argumentaba andre, el interés pasó de la figura y de su estructura al lugar que ocupan, a la isla de bedloe.


simbólico, estructural e infraestructural, los tres grandes momentos del arte según andre. a la estatua de la libertad la seguimos entendiendo como un monumento; a la parisina torre de eiffel, que tanto disgustó a sus contemporáneos, podemos verla como un claro ejemplo del grado cero de la monumentalidad –un monumento que ya no dice nada más que aquí estoy. más allá –o más acá– de eso, el puro suelo de una gran explanada o incluso la masiva presencia de la presa hoover, puede entenderse como otra forma del monumento, incluso involuntarios.


en 1943 el historiador y crítico suizo sigfried giedion, el arqutiecto catalán josep lluis sert y el pintor francés fernand leger, publicaron un pequeño manifiesto: nueve puntos sobre la monumentalidad. los monumentos –dicen– son marcas humanas (human landmarks) que expresan necesidades culturales. Y aunque ha habido una “decadencia del monumento” –afirman–, la gente quiere que los edificios representen su vida social y en común. La nueva monumentalidad –escribieron entonces– se logrará mediante el ensamblaje de elementos funcionales que, juntos, trasciendan su mero uso.


el año pasado alexander d’hooghe publicó un libro titulado el monumento liberal, diseño urbano y el proyecto moderno. el texto es una conversación entre las ideas de sert y giedion y los filósofos isaiah berlin, ernst cassirer, josé ortega y gasset, más los arquitectos louis kahn y fumihiko maki.


d’hooghe inicia marcando una diferencia entre el urbanismo –que hoy se entiende como la descripción del mundo tal como es– y el diseño urbano –la descripción del mundo como debería de ser. el diseño urbano siempre es, por tanto –dice– político. el monumento liberal es producido por el diseño urbano, y debe entenderse como un centro de resistencia tanto a los impulsos de la urbanización tal cual –del crecimiento urbano regido por el mercado–, como a la hegemonía de un grupo particular.


el monumento liberal introduce momentos –espacios, más bien– de claridad metropolitana en el tejido amorfo de la urbe postcapitalista –que es ya todo el territorio– y permite, en tanto signo abstracto y vacío, que la pluralidad y la diversidad tengan lugar. si la arquitectura moderna es la que debe su forma no a códigos preestablecidos sino al programa –forms follows function–, el monumento liberal no se relaciona con un programa, sino con el flujo entre programas: el espacio en el que los seres humanos –escribe d’hooghe en referencia a sert– se exponen unos a otros. un espacio que hace pensar en la descripción que de lo público hiciera hanna arendt en tanto space of appearance.


d’hooghe finge una discusión en la que hace a maki decir que “lo colectivo ya no puede expresarse en una forma arquitectónica única, pues la arquitectura ya se agotó hablando de más.” el monumento liberal no habla con la voz de uno que representa al pueblo –la voz del soberano–, ni siquiera con la voz de todos –pues eso no existe: una voz soberana– sino que hace que todas las voces puedan ser oídas. es el lugar no del consenso sino donde el disenso es posible –y deseable.


por supuesto, ni la inacabada estela de luz –abstracta pero decimonónicamente simbólica, y más aun desaparecida la plaza que articularía chapultepec y la ciudad– ni el pastel de bodas retromoderno que inauguró hace poco sebastián frente al estadio olímpico de ciudad universitaria, son ejemplos de monumentos liberales. muy al contrario.

11.7.11

javier serrano (1982-2011)


Había enviado ayer otro texto para esta columna. Nunca hubiera deseado cambiar a última hora el contenido. Mucho menos por esta razón: otro muerto más a la cuenta. Pero me han avisado hace unos minutos que ayer asesinaron a Javier Serrano. No es uno más porque ninguno es uno más en esa larga, espantosa lista. Pero es alguien que conocí, conozco a su padre, el arquitecto Francisco Serrano, y a su hermano, también arquitecto, Juan Pablo Serrano. Además de su padre y su hermano, su abuelo y su bisabuelo también fueron arquitectos. Así que, como algunos dirían, lo traía en la sangre y en el nombre. Fue mi alumno en la Ibero. Simpático, trabajador, de carácter alegre, se relacionaba fácilmente con profesores y compañeros sin usar el peso que sabía tiene su apellido.


Javier terminó su carrera en el 2006 y abrió su despacho en sociedad con Abraham Cherem, con quien ya desde la escuela acostumbraba trabajar. Desde entonces se dedicaron ha realizar gran cantidad de proyectos –en su sitio en internet cuento 43, realizados y en proceso, muy buen número y más para un par de jóvenes menores de 30 años. Y no sólo la cantidad, la calidad de sus proyectos era reconocida. En la arquitectura, se ha dicho siempre, no hay prodigios. No es una carrera donde los jóvenes sobresalgan pronto. Se requiere tiempo para entrenar la mano y el ojo, para afinar el gusto y, lo que no es menor, para entender cómo moverse en las redes sociales sin las que el arquitecto raramente sobrevive. Javier iba por muy buen camino y podríamos esperar mucho de su madurez. Pero no lo dejaron.


No se ahora por qué lo mataron y la razón no importa. Para ninguna muerte, ni la más pacífica y esperada, parece haber explicación suficiente. Pero menos, nunca, para una así. No cuando al sin sentido de la vida que siempre, irremediablemente termina –y que los humanos paliamos con la fe y la esperanza en la trascendencia– se le añade uno peor: el de la violencia absurda, idiota, incomprensible. Fuera el único muerto de ese modo en una tierra que no conoce la violencia, ya sería grave y doloroso. Pero cuando la violencia es lo de diario, cuando la muerte no sólo tiene permiso sino que reina y manda, el dolor y el enojo lo sentimos si realmente nos toca. Vivimos anestesiados y a lo mucho una empatía casi teórica nos lleva a solidarizarnos con el empresario que perdió a un hijo, o con el poeta al que le mataron otro. Rara vez con la madre desconocida del hijo desconocido que termina siendo una cifra más. Nos solidarizamos pero luego viene el silencio y el olvido; el siguiente muerto y el terrible hábito a una situación a la que no debiéramos habernos acostumbrado nunca.


No es decente utilizar la muerte y el dolor de otros para aderezar nuestras consignas, parapetarse tras un féretro y proferir un yo acuso. Pero lo es menos callarse. Porque hemos llegado a un punto en que ya no parece posible una salida. Donde tan culpable es el criminal como quien le permitió llegar ahí y hacerse de tanto poder; ése quien le dejó el campo libre cuando su tarea era construir un espacio en el que pudiéramos estar todos seguros. Y tan responsable es quien, durante largos años, no hizo nada, por complicidad o por mera conveniencia, como quien cuando actuó no supo cómo hacerlo y nos ecaminó al desastre. Imposible e indeseable seguir siendo cómplices; idiota e irresponsable actuar sin una estrategia clara. Y responsables también somos todos cuando sólo hablamos –como lo hago ahora yo– cuando el dolor y el enojo nos tocan de cerca. Mientras seguimos esperando que no nos pase, que no nos toque, y que sea ese otro al que ya le pasó quien haga el duro trabajo de intentar llevarnos por mejor camino. Que sea otro el héroe como otro fue el muerto. Hablemos, actuemos ya.


No olvidemos a Javier ni a tantos más quienes ahora, como se acostumbra decir, descansan en paz. No descansemos nosotros pues así nunca tendremos paz –ni la mereceremos.

10.7.11

rem y mies



koolhaas nunca ha negado su ambigua fascinación por la arquitectura de mies van der rohe. al contrario, ha dicho que es precisamente por no ser miesiano es que ha podido establecer un diálogo creativo con la obra del maestro del menos es más, como en el caso de su adición al IIT de chicago. koolhaas asegura que no le interesan los detalles que parecían ser la obsesión de mies, pero uno de sus temas recurrentes es el de lo genérico, que para algunos es el defecto y para otros la sabia virtud de la arquitectura miesiana.
aquí vemos, arriba, una imagen del parque de exposiciones que koolhaas/oma diseñan para la ciudad francesa de touluse. abajo dos imagenes de proyectos no realizados de mies van der rohe: un centro de convenciones y una sala de conciertos. la filiacion es notable. no sólo koolhaas/oma han hecho que la representacion del proyecto en vez de un hiperrealismo cibernético se acerque a los collages miesianos, sino que la idea de una cubierta infra–o, en este caso supra–estructural que permite que un programa complejo se desarrolle bajo ella, es innegable.

9.7.11

bunker palace hotel



hace mucho –de hecho, cuando salió, en 1989– vi esta película, de enki bilal, creador de cómics francés de origen yugoslavo. nunca más la he vuelto a ver ni encontrado el dvd, ni aquí, ni en amazon, ni en la fnac.

6.7.11

zaha meets nouvel


quienes recuerden la carpa –como de boda elegante de inspieración oriental– frente al instituto del mundo árabe, ahora ha sido sustituida por este proyecto de zaha hadid, aquí en imágenes de onnis luque.

proyectos no construidos y concursos fallidos


el próximo sabado 9, a medio día, en el museo de arte moderno, se inaugura una pequeña exhibición curada por daniel garza usabiaga en la que, entre otros, se presentará el proyecto que hicimos en el 2003 en f304 [arroyo+hernández+tello] para el concurso de la biblioteca josé vasconcelos, en el que fuimos finalistas y obviamente no ganamos –si no, no estaríamos incluidos ahí. además, estará el proyecto para el arco del bicentenario de arquitectura911sc [jose castillo y saidee springall] + fernanda canales. por si alguno quiere darse una vuelta ese día o después.

2.7.11

la caja negra de zumthor


se abrió ya el pabellón de la serpentine gallery en hyde park, en londres. este año –el 11º que se realiza esta intervención– fue diseñado por el suizo peter zumthor, conocido por su arquitectura serena, austera y cuidadosa –al punto que alguna vez ignasi de solá morales, en una plática que dió en los jardines de la casa ortega de la ciudad de méxico, dijo que zumpthor no era un arquitecto sino un carpintero; recriminado por la dureza de su crítica corrigió: de acuerdo, no un carpintero, un excelente ebanista. la lista de pabellones incluye, desde el primero del 2000, a arquitectos como zaha hadid, daniel libeskind, oscar niemeyer, frank gehry o rem koolhaas. el pabellón de zumthor se aleja de la tentación lúdica y expresivo-estructural a la que incluso arquitectos como alvaro siza, toyo ito, jean nouvel o sejima y nishizawa habían sucumbido. con un gesto que rechaza con la mayor fuerza esa tentación –en un gesto que algunos verán como de pretensiosa austeridad– zumthor propone una caja negra que encierra otra caja negra generando un estrecho corredor que a su vez rodea a un jardín casi secreto diseñado por el holandés piet oudolf. una cuarto para la contemplación –reporta architectural record–, una "visión moderna del monasterio medieval" –según the telegraph. la callada y efectiva venganza del ebanista, digamos.

pabellón de jean nouvel

pabellón de kazuyo sejima y ryue nishizawa

pabellón de frank gehry