19.10.07
objetos espectaculares
Demasiado rápido, pensamos a veces, nuestras cosas comunes y artefactos cotidianos se van convirtiendo, literalmente, en piezas de museo. Algunos piensan que son trucos sucios del mercado y sus señores, aprovechándose de los bajos instintos consumistas de las masas que carecemos de valores firmes, estables, definidos y definitivos y queremos siempre el último, el más reciente de esos aparatos que hace exactamente lo mismo que aquel que tenemos. En su aguerrido libro Contra Debord Frédéric Schiffter dice: "Por mi parte, me inclino a pensar que era antaño –cuando los hombre tenían la presunción de fabricar objetos y obras marcadas con el sello de la eternidad, que servían, por lo tanto, para enmascarar lo efímero y lo aleatorio– cuando sus producciones eran, de hecho, 'espectaculares'. Ahora que los hombres fabrican a la ligera productos inmediatamente consumibles, la verdad se restablece: todo lo que se había representado como lejano –lo divino, el poder, la riqueza– se vive directamente. Destinada a las modas, a la gozosa repetición de lo nuevo, la mercancía abole la distancia infranqueable de los trasmundos metafísicos y consagra la única temporalidad del instante. Tan pronto como se produce, ya es lo bastante vieja para morir. La mercancía es un objeto anti-ideológico que nada tiene que ocultar y nada hace esperar. Lo contrario de un fetiche. Gracias a ella, la vida se muestra como lo que es: un género perecedero. Lo único que le falta a la mercancía es la fecha de caducidad del placer que procura."
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