10.1.10

la duda razonable




hace poco vi por primera vez, en televisión, una versión de 12 angry men (la de 1997, dirigida por william friedkin). para quienes no conocen de qué trata esta historia –originalmente escrita para la televisión en 1954 por reginald rose y filmada por primera vez en 1957 por sidney lumet, además de numerosas puestas en escena en muchos países incluido, recientemente, méxico–, un jurado (una docena de personas en estados unidos, todos hombres en este caso) debe decidir sobre la culpabilidad de un joven acusado de matar a su padre. como dictan las leyes la decisión del jurado debe ser unánime. al principio parece que todos concuerdan en la culpabilidad del acusado, pero al hacer la primera votación, abierta, uno de los jurados, el número 8 –en la versión que vi interpretado por jack lemmon–, dice que él no está tan seguro. poco a poco va cuestionando las pruebas que parecían de una claridad irrefutable, no para negarlas todas sino para establecer la famosa duda razonable.

en algún momento el jurado número 8 dice ser arquitecto. no se trata, pienso, de un mero dato anecdótico. así como, al final, sabremos que el jurado número 3 –interpretado por george c. scott– juzga al acusado por su propia experiencia con su hijo, a quien no ha visto por dos años tras una pelea con él, el número 8 duda de varias pruebas a partir de su experiencia en tanto arquitecto: lo que se puede ver en unos cuantos segundos desde una ventana y mientras pasa el metro –lo dicho por una testigo– o qué tanto tarde un hombre viejo que cojea en llegar de su cuarto a la puerta –lo dicho por otro testigo. pero no sólo son esos testimonios los que desmantela a partir, digamos, de un análisis específicamente arquitectónico o espacial. critica también otras pruebas a partir de su consistencia lógica, a partir, digamos, de un razonamiento more geometrico.

sería por supuesto un exceso pretender que ese modo de razonar sea una particularidad de el arquitecto, pero no deja de ser interesante que, al menos entre los 12 en pugna, sea un arquitecto el encargado de poner en marcha y conducir el trabajo de la duda razonable ––¿y, poniéndonos cartesianos, qué otra cosa es la razón si no dudar?

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