en un extraordinario artículo publicado hoy en reforma, jesus silva herzog márquez argumenta, con precisión y claridad, contra quienes recurren a la naturaleza o lo natural para (pretender) sustentar imposiciones comunmente derivadas de ideologías o, mejor dicho (pues ¿qué no es ideológico?), de supersticiones. dice j.s.h.m:
No hay peor pecado que arremeter contra la madre naturaleza. Nada más aberrante que desviarse de su cauce o maldecir sus instrucciones. Nadie tan soberbio como quien pretende corregirle la ortografía. Se nos dice que ir contra la naturaleza es propósito absurdo. En algo tienen razón: el mar se reirá de quien lo quiera quieto. Pero los que desean sujetarnos al imperio natural no lo hacen para advertirnos de su fuerza sino para sermonearnos con su sabiduría y su misteriosa bondad. Pontifican que la naturaleza es sabia, pretendiendo que olvidemos su crueldad. Preconizan que la naturaleza perfila siempre la virtud, como si no conociéramos su impiedad. Un hombre que nunca se vio los pezones llegó a decir que la naturaleza no hace nada en vano. La teología se apropió después de esa confianza para subordinarla a una inteligencia suprema, bondadosa e infalible. Será entonces que la creación es aleccionadora: de ella aprendemos no sólo causas y efectos, sino también moralejas.
más adelante añade:
Los comisarios de la naturaleza odian tanto lo artificial como lo diverso. Su paladar es incapaz de saborear las inconstancias. Se han convencido de que al bien se llega solamente por un camino. Están seguros de que la naturaleza ha querido para nosotros un uniforme. Por eso creen que no hay más familia que la suya; que no hay más moral que la suya; que no hay comunidad si no es idéntica a la propia. Desde luego, no es la suya, es la auténtica, la natural, la verdadera. El miedo a lo distinto se esconde en mandamientos sobrehumanos. Lamentablemente, su dictamen no empata con el mundo que aparece a quien abre los ojos. Por eso se empeñan en negar lo diferente. Así, estos ejecutores de la voluntad natural se sienten circundados por anormales a los que se empeñan en curar. Para el conservador, la naturaleza es una inapelable carta de legitimación: si es natural, es necesario; si es artificial, resulta sospechoso o, de plano, maligno.
para terminar así:
He tratado de decir que la naturaleza no es ordenanza ética y mucho menos recomendación política. Bienvenidas las instituciones contra natura; las alianzas contra natura; las prácticas contra natura; los deseos contra natura. Que a la naturaleza se subordinen las moscas y los beatos.
no podría haberse escrito mejor ni con mayor claridad. el problema es que los ayatolas de la intolerancia, los súbditos de ratzinger o peor, los que siguen a rivera, versión subdesarrollada de aquél, son incapaces de pensar estos argumentos pues, en un acto que de algún modo contradice sus propios dogmas, han deificado a la naturaleza.
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