6.4.10

el arte debe morir

en su blog the rest is noise, alex ross, crítico de música de the new yorker cita una carta que wagner escribió a lizt en 1850 que vale la pena re-citar en parte:
he sentido el pulso del arte moderno y se que morirá. este conocimiento, sin embargo, no me llena de desánimo sino de alegría, pues se al mismo tiempo que no es el arte en general lo que perecerá sino sólo nuestro propio tipo particular de arte -que se yergue remoto de la vida moderna- mientras que el verdadero -e imperecedero- arte constantemente renovado está aun por nacer. el caracter monumental de nuestro arte desaparecerá y abandonaremos el hábito de aferrarnos firmemente al pasado, a nuestra preocupación egoista con la permanencia y la inmortalidad a cualquier precio: deberemos dejar que el pasado permanezca pasado, y el futuro: futuro, y deberemos vivir sólo en el presente, en el aquí y el ahora, y crear obras sólo para la era presente.
la cita termina así:
hoy he llegado a convencerme de que no puede interesarme crear obras a las que se por adelantado se les negara toda vida en el presente a cambio del halagüeño prospecto de la futura inmortalidad: lo que no puede ser verdad hoy no lo será mañana. ya no me abandono a la engañosa idea de crear obras para un futuro más allá del presente: pero si he de crear obras para la época actual, esta era debe ofrecerme un aspecto menos repulsivo del que es el caso. renuncio a toda fama, y más específicamente, al enfermo espectro de la fama póstuma, pues amo demasiado a la humanidad como para condenarlos, por puro amor propio, al tipo de pobreza de ideas que sostiene la fama de los compositores muertos.
una muy interesante -y sorprendente, para los que tenemos una idea "fija" de wagner- visión que habría que contrastar -y no porque sean necesariamente opuestas- con la de marcel duchamp en su conferencia sobre el acto creativo -que puede leerse aquí y escucharse en la voz del mismo duchamp aca- cuando dice:
consideremos dos importantes factores, los dos polos de la creación artística: el artista por un lado y, por el otro, el espectador quien, despues, se convierte en la posteridad.

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