4. En una conferencia Latour se preguntaba sobre el espacio: “¿es aquello dentro de lo cual residen los objetos y los sujetos? ¿o es el espacio una de las muchas conexiones hechas entre objetos y sujetos?” Para Latour “en la primera tradición, si vacías el espacio de cualquier entidad, queda aun algo: espacio. En la segunda, ya que las entidades engendran su espacio (o, más bien, sus espacios) en sus desplazamientos, si las retiras no queda nada, especialmente no queda espacio.” Latour cierra ese párrafo con una frase admonitoria: “dime cuál es tu posición sobre el espacio y te diré quién eres: sospecho que esto discrimina igualmente a filósofos, arquitectos e historiadores de arte, entre otros.”
El arquitecto e historiador Robin Evans pertenecía, seguramente, al segundo grupo. En 1970 Evans publicó un ensayo titulado Towards Anarchitecture –hacia la anarquitectura, obvia referencia al texto clásico de Le Corbusier, publicado a principios de los años veinte, Vers une architecture, traducido al inglés como Toward an architecture. Evans inicia con una nota etimológica sobre el neologismo anarquitectura: del griego an, no, archi, dominio, control, y tegere, construcción. Podemos entender entonces la an.arquitectura como una no.arquitectura o, leída como anarqui.tectura, como la tectónica del no-control. En el primer párrafo, Evans, que conocía el trabajo de Foucault, plantea, adelantándose a Latour, que hay “una necesidad de clarificar la relación entre ‘arquitectura’ y libertad humana. El diseño, emergencia u ocurrencia de nuevos tipos de aparatos tanto a escala micro como macrocósmica, ha sacado a la luz ciertas cuestiones alrededor de las implicaciones sociopolíticas de las ‘cosas’.” Los nuevos tipos de aparatos que se diseñan, emergen u ocurren hacen referencia a la noción, utilizada por Foucault, de dispositivo. En un ensayo titulado, precisamente, ¿qué es un dispositivo?, Gilles Deleuze lo define como “una madeja, un conjunto multilineal. Se compone de líneas de diferente naturaleza. Y estas líneas del dispositivo no delimitan ni acotan sistemas homogéneos en sí mismos –el objeto, el sujeto, el lenguaje–, sino que siguen direcciones y trazan procesos siempre desequilibrados que unas veces se reúnen y otras se alejan entre ellos.” También el filósofo italiano Giorgio Abamgen retoma el tema y el título de Deluze para decir que un dispositivo o aparato es, “literalmente, cualquier cosa que tiene de algún modo la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar o asegurar los gestos, comportamientos, opiniones o discursos de los seres vivos.” Deleuze menciona un ejemplo en arquitectura, ampliamente estudiado por Foucault, el dispositivo carcel –de paso digamos que la tesis doctoral de Evans tenía por título La fabricación de la virtud: la arquitectura de las prisiones inglesas, 1750-1840. Estos dispositivos que nos orientan, determinan, interceptan, modelan, controlan o aseguran –dice Evans– no fueron estudiados en el pasado con suficiente atención.
Anticipándose también a Deleuze quien, en el texto citado, publicado originalmente en 1988, explica que “las disciplinas descritas por Foucault son la historia de lo que poco a poco vamos dejando de ser”, y que “nuestra actualidad se perfila en las disposiciones de control abierto y continuo, muy diferentes de las anteriores disciplinas cerradas,” Evans piensa a la arquitectura como una forma de control de la acción mediante sistemas físicos que cambian el estado del mundo presentándose como interferencias. Estas interferencias pueden ser de tres tipos: positivas, aquellos cambios que permiten la expansión de las acciones posibles sin producir ninguna restricción de las ya existentes; negativas, las que, al contrario, restringen acciones posibles sin producir ninguna nueva y, finalmente, las sintéticas, que en realidad constituyen la mayoría y que implican tanto nuevas posibilidades como restricciones a las ya existentes. La arquitectura, entonces, genera dispositivos –lógicos, discursivos y, sobre todo, espaciales– que o bien estorban lo que podemos hacer, o bien nos permiten lo que antes no podíamos o, lo más común, una mezcla de los dos anteriores. El suelo que aquí nos interesa, el suelo protector, es aquél que, en tanto interferencia positiva o sintética, hace posible la aparición de nuevas y diferentes formas de actuar y organizarse, de otros modos de estar en el mundo o, simplemente, de otros mundos.
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