5. Empecemos de nuevo una vez más: en el principio es el suelo. En 1983 Bernard Cache, un arquitecto francés que durante varios años asistió a los seminarios de Gilles Deluze en la Universidad de París, escribió un manuscrito titulado Terre meuble: Tierra mueble o, también, Tierra móvil, blanda. Deleuze leyó el manuscrito y lo citó, primero –en su libro sobre Leibniz y el barroco, El pliegue (1988)– como L’ameublement du territoire, diciendo que ese texto “de inspiración geográfica, arquitectónica, sobre todo mobiliaria,” le parecía “esencial para toda teoría del pliegue.” Lo volvió a citar, con el mismo título, en el último libro que escribió con Félix Guattari, ¿Qué es la filosofía? (1991), al hablar de la arquitectura como la primera de las artes. “Al hacer de la arquitectura el primer arte del marco –dicen Deleuze y Guattari–, Bernard Cache puede enumerar cierto número de formas cuadrantes que no prejuzgan ningún contenido concreto ni función del edificio: la pared que aísla, la ventana que capta o selecciona (en contacto con el territorio), el suelo-piso que conjura o enrarece (‘enrarecer el relieve de la tierra para dejar campo libre a las trayectorias humanas’), el techo que envuelve la singularidad del lugar.” La doble cita de parte de tan ilustre personaje atrajo la atención al texto de Caché y, finalmente, fue publicado por primera vez en 1995 traducido al inglés como Earth Moves.
Cache define a su libro como un clasificador de imágenes. Las dos primeras imágenes, que corresponden a los dos primeros capítulos, son la imagen territorial y la imagen arquitectural.
La imagen territorial tiene que ver con el suelo y sus condiciones particulares: “la topografía –escribe Cache– es una preocupación primordial en el establecimiento de una ciudad.” Y podemos decir que no sólo en eso: “la configuración del terreno –se lee en el famoso Arte de la guerra de Sun Tzu– es de la más grande ayuda en la batalla.” François Jullien explica que ahí, en el pensamiento topográfico de Sun Tzu, se entrelazan dos nociones: primero xing, que es tanto “situación” como “configuración” y “terreno”, y luego shi –“que se pronucia she”– que él traduce como “potencial de situación” : lo que el sitio permite o, dicho de otro modo, su potencial.
Para Caché, “el trabajo de la arquitectura resulta en la expresión de la especificidad del sitio sobre el que se construye,” sin confundir, aclara, especificidad con identidad: la especificidad son las condiciones del sitio anteriores a toda arquitectura, la identidad, en cambio, nunca es preexistente sino el producto de una construcción. La arquitectura, según la define Caché –y esto es lo que comentaban Deleuze y Guattari–, es “el arte de introducir intervalos en un territorio en orden de construir marcos de probabilidad.” Lo que hace la arquitectura, pues, es preparar un sitio, a partir de entender su configuración y su potencial, para controlar la probabilidad de que ahí pasen ciertas cosas y otras no. Recordemos a Evans: interferencias positivas, negativas y sintéticas. La arquitectura interfiere, pues, enmarcando, y los marcos arquitecturales cumplen, explica Caché, al menos tres funciones. Primero, separan: “se debe delimitar un intervalo en el cual una forma de vida que no era apropiada para ese medio pueda tener lugar.” Segundo, seleccionan: restablecen conexiones con el entorno del que primero se separan, pero selectivamente. Si el modelo de la separación es el muro, de la selección lo son la ventana y la puerta. Finalmente, el intervalo separado y luego conectado selectivamente se arregla, se acondiciona para que ahí pueda pasar lo que debe de pasar.
Así, volvemos al principio, al suelo, pero enriquecido. Si empezamos con la comprensión de la configuración y el potencial del sitio, para aislarlo y conectarlo, terminamos arreglando ese mismo suelo: “es lo plano del escenario –dice Cache– lo que hace probable la coreografía, así como es lo plano del estadio lo que incrementa la probabilidad del atletismo. El suelo enrarece la superficie de la tierra para permitir que las actividades humanas tomen forma. Todo esto no hace más que comprobar la etimología: lo humano es lo relativo al suelo.
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