6. ¿Y los techos? Sí, los techos protegen, dice Cache, pero no tienen especificidad: son variaciones del muro. Hay que hacer notar, sin embargo, que desde principios del siglo veinte la arquitectura emprendió un trabajo de disolución del muro y, en cierta medida, también de la ventana y la puerta, entendidas como perforaciones selectivas en los muros. Desde hace poco menos de un siglo, como consecuencia de las nuevas técnicas constructivas, los muros que separan y las ventanas y puertas que conectan se han amalgamado en un compuesto que separa y selecciona a la vez aunque no siempre al mismo tiempo –como es el caso, por ejemplo, con los muros de vidrio de la arquitectura de Mies van der Rohe–, jugando un papel más complejo de lo que hacía en la arquitectura tradicional –como la planta libre y las ventanas horizontales de Le Corbusier. Los techos, finalmente, en tanto variaciones del muro, han desaparecido casi por completo y se entienden hoy, más bien, como variaciones del suelo. Elemento privilegiado de la arquitectura moderna y contemporánea, el suelo que a veces es rampa, otras terraza e incluso, sin dejar de ser suelo, puede hacer las veces de un muro. Algunas de las ideas más conocidas de Le Corbusier confirmaban esta mutación: levantar al edificio sobre pilotes para dejar que al suelo original casi intacto en una continuidad prácticamente ininterrumpida; transformar los techos en terrazas –planteado a veces, equívocamente, como una quinta fachada: se trata de una multiplicación del suelo–; y, finalmente, la idea de la promenade architecturale, la arquitectura percibida en un paseo o en un desfile del espectador sobre un suelo que así se lo permite. Asistimos así, a inicios del siglo veinte, a una multiplicación de los suelos no menos portentosa que aquella de los panes.
Esta primacía de la continuidad del suelo, la insistencia en la posibilidad de recorridos ininterrumpidos, es, de nuevo según Bernard Cache, parte de la naturaleza del intervalo moderno : el “movimiento en un suelo enrarecido que se convierte en una aberración.” Sin embargo, podemos pensar que esa continuidad prometida estaba, en el fondo, implícita en la naturaleza misma del marco y que encuentra su expresión plena con el uso de los marcos constructivos que la técnica constructiva de fines del diecinueve y principios del veinte hace posible –lo que implicó, a su vez, una mutación radical del muro. “El descubrimiento de la fachada libre –escriben David Leatherbarrow y Mohsen Mostafavi en su libro Surface Architecture– estuvo acompañado por transformaciones sin precedentes en sus cualidades tectónicas y materiales. Antes del uso extendido de los marcos constructivos, los requerimientos de luz y ventilación y de vistas fuera del edificio se resolvían con aperturas, construidas como perforaciones en los muros. El marco cambió todo esto: las ventanas cesaron de ser aperturas en los muros y se convirtieron ellas mismas en muros.”
La arquitectura, pues, en tanto el arte de introducir intervalos de probabilidad en el territorio, empieza precisamente ahí, por el suelo, entendiendo o atendiendo, cual estratega militar, a su configuración y a su potencial, para después, separando, conectando y arreglando el sitio, terminar de nuevo en el suelo, pero cargado ahora con un potencial enriquecido y, quizás, sublimado.
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