9.5.10

hasta lo que no comen...


¿recuerdan el episodio de boccaccio 70 dirigido por fellini? las tentaciones del doctor antonio se llamaba. el dr. antonio es un personaje de infalible moralidad y profundo sentimiento religioso que, al descubrir frente a la ventana de su casa un enorme anuncio de leche (!) con una foto de la exuberante anita ekberg, decide hacer hasta lo imposible para que quiten tan atroz imagen de la vista de todos. pero en realidad descubrimos que al dr. antonio lo que le asusta, más que molestarle, es la imagen le despierta sus "más bajas pasiones" –geográficamente ecuatoriales, más que bajas– y lo –afortunadamente– endeble de su camisa de fuerza moral. el censor, pues, parece decirnos fellini, rechaza lo que más teme y le teme, finalmente, porque le gusta.

quisiera no hablar tanto de estos señores tan ridículos –desde sus atuendos hasta sus ideas– y además generalmente feos –¿será tanta prohibición una manera de vengarse por esa fealdad que los acompleja? pero no se callan. siguen escupiendo sandeces. ahora, según reforma, en un panfletito semanal que se llama desde la fe –y que por el contenido pareciera dedicado a demostrar que eso, la fe, es un sinónimo de ignorancia o de estulticia– los curas locales, bajo la batuta de rivera, despotrican contra la ley de antros: que va contra el bienestar y las buenas reglas de convivencia, que pone en riesgo a los jóvenes, que si se le suma a la legislación sobre el aborto y los matrimonios entre personas del mismo sexo son signos del fin del mundo –y seguramente orillan a los curas, generalmente buenos y santos, al pecado y al delito. los curas les dicen a los asambleistas que se cuiden del ineludible juicio de dios –con quien, en el poco probable caso de que exista, el aun menos probable que hable y le interese hablar de asuntos como el horario de los antros en el df, mantienen, sin embargo, línea directa.

ya se que yo me lo busco por leer esas declaraciones. pero aunque a veces nos hagan reír con sus "ideas" –es un eufemismo– habría que aplicarles a los curas una doble ley del hielo: no sólo no hablarles sino no oirlos y menos publicar sus declaraciones en periódicos de circulación nacional. no sugiero censura –ni que fuera cura. simplemente tratarlos como nos gustaría que nos trataran en estos asuntos mundanos: ignorándolos. si algun dios, aburrido de la eternidad, decide juzgarnos en algún momento, seguramente tendrá la estupidez por grave ofensa. te dí la cabeza para pensar –le dira a rivera– no sólo para llevar tan ridículas cachuchas.

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