cada una de las escasas veces que hay un concurso para obra pública surgen las mismas dudas: por qué ahí, por qué con ese programa, por qué el terreno no esta definido claramente. en todos esos casos pareciera –pero es sólo una hipótesis sin fundamento– que el gobierno no tuviera control ni entendimiento de los mecanismos necesarios para llevar todos esos proyectos a buen término, empezando por la simple conformación del terreno.
supongo que realizar hoy una obra como los ejes viales de la ciudad de méxico, en los años 70, sería prácticamente imposible –de hecho, una de las justificaciones a los ridículos segundos pisos de lópez obrador fue que no habría necesidad de enredarse en expropiaciones y similares. por supuesto, aclaro, no se trata aquí de nostalgia por el buen gobierno –corrupto pero eficaz– de los años dorados del pri –si la época del profesor como regente de la ciudad fueron años dorados–, pues tampoco el autoritarismo ladino de la dictablanda era totalmente pragmático y eficaz –todos hemos oído de las absurdas curvas en el trazo del periférico, jamás completado, para respetar terrenos de éste o aquél poderoso. más bien pareciera –y de nuevo se trata de otra hipótesis sin fundamento– que la farsa, la ficción de hacer algo y realmente no hacerlo o no hacerlo bien, es parte de la historia de nuestra triste decadencia bisecular. orgullosamente ineptos.
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