beatriz colomina ha dicho que la arquitectura moderna se hizo eso, moderna, al publicarse. la arquitectura moderna lo es porque se publica: no porque sea pública sino porque su relación con el público, incluyendo al especializado, esta mediada por los medios. “la arquitectura moderna –dice colomina– sólo se hace moderna al involucrarse con los medios.”
de ledoux a le corbusier –como reza el título del libro de emil kaufmann– y de le corbusier a koolhaas, o de las cárceles de piranesi a los prisioneros voluntarios de la arquitectura, también de koolhaas, la arquitectura se quiso salvar de su anunciado fin volviéndose a veces texto, a veces imagen, a veces una combinación compleja de ambas. si, como explicó victor hugo, esto (el libro) mató a aquello (el libro), fue por pura supervivencia que la arquitectura se transformó en texto e imagen: los cuatro libros, hacia una arquitectura, aprendiendo de las vegas, nueva york delirante... y si empiezo por palladio es porque, como siempre, definir dónde empieza la modernidad es demasiado complicado –imposible y probablemente innecesario de intentarlo ahora.
los conquistadores españoles desembarcaron con una espada en una mano y la biblia en la otra. en la tercera traían un ejemplar de vitruvio: arquitectura como mass media.
en 1923 charles edouard jeanneret gris, mejor conocido como le corbusier, reunió varios textos publicados en l’esprit nouveau en un libro ahora famoso: vers une architecture.
el joven juan o’gorman, nacido en 1905 y quien estudió arquitectura entre 1922 y 1927, leyó el libro de le corbusier y seguramente vio un par de dibujitos de las fachadas del pintor amadeo ozenfant –que le corbusier usó para explicar el uso de trazos reguladores en la composición de una fachada– y una foto, de no más de 4 x 6 centímetros, de esa misma casa.
esa casa, ya muchos lo han explicado, sirvió de modelo para éstas. o más o menos. también nos han dicho que o’gorman transformó al modelo corbusiano: los materiales, los colores, los dientes de sierra sin plafón, aparentes tanto al interior como al exterior, los parteluces –antes que el maestro.
pero quizás esas transformaciones, esas traducciones, no se deban sólo al indudable talento de o’gorman, sino al hecho de que realmente no tuvo como modelo la casa de ozenfent sino unos dibujos de las fachadas y, sobre todo, unas fotos.
eso –además del concreto, de las losas aligeradas, de las escaleras, de los volados– es lo que hace a estas casas tan modernas: se imaginaron desde un principio como imagen –en esto podríamos ir atrás hasta brunelleschi.
como escribí en el texto incluido en este libro, los famosos clientes de o’gorman, diego y frida, también conocieron primero sus casas en foto: cuando se termina la obra vivían en estados unidos. es entonces que el padre de frida, conocido fotógrafo, toma una serie de fotos que le darán a la pareja una idea de sus nuevas casas.
como las del pabellón alemán en barcelona, esas fotos, esas imágenes, conservarán la idea del arquitecto más que la obra construida en vidrio y concreto. no porque haya desaparecido –como fue el caso del pabellón de mies– sino por haber sido transformada –transformación que también se registro en fotos de guillermo zamora.
como evidencias para csi, las fotos de guillermo kahlo sirvieron para la reconstrucción, a cargo de victor jiménez, no del caso sino de las casas. las fotografías –ese barthesiano detenimiento del instante ido ya para siempre– permitieron no sólo devolver al forma sino también –mediante un científico análisis de los grises en el blanco y negro– el color. la foto ayudó a ese otro fetiche moderno –que no viene al caso cuestionar aquí–: conservar el estado original.
es la casa recuperada lo que fotografió cristina kahlo –evidentemente ligada a la historia de estas casas y sus habitantes. pero cristina no cierra simplemente el círculo: la obra de o’gorman antes, después y como antes a los ojos de kahlo y kahlo pasando por zamora.
las fotos de los guillermos –kahlo y zamora– se meuven dentro del canon, de la manera habitual de fotografiar arquitectura –fotos casi clínicas– que no es necesariamente la manera habitual de ver la arquitectura.
ya walter benjamin, en su clásico la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, había hablado de dos maneras de percibir el arte, con una atención concentrada y mediante una distracción descentrada. la arquitectura, decía, se ve de la segunda manera: no con el ojo sino con el cuerpo.
las fotos de cristina intentan, creo, una mezcla de atención y descentramiento. pone el ojo y la lente ahí, y mira intensamente eso que no habíamos visto bien, que habíamos pasado por alto. vemos el zoclo, como de pueblo, la escalera, como de servicio, el aplanado, al fresco pero sin pretensiones.
vemos, tal vez, aquellas otras cosas que o’gorman vio, además de las pequeñas fotos del libro de le corbusier.
para eso, entre otras cosas, sirven las fotos: para ver más, con más detalle, con más tiempo. y por eso hay que hacer el elogio también de la fotografía.
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