27.9.10

ventanas a lo moderno (5)



[continuación] Obregón, por supuesto, no fue invitado a participar en el diseño de Ciudad Universitaria, cuyo equipo de trabajo estaba encabezado por Pani. Tampoco lo fue más que marginalmente otro arquitecto que, en el mainstream nacional de aquellos años era considerado demasiado escenográfico, mero decorador de interiores: Luis Barragán. Lo invitaron a diseñar los jardines dado el conocimiento que tenía del paisaje volcánico de la zona donde se construyó C.U. Barragán había estudiado ingeniería en su natal Guadalajara donde, en su primera etapa, construyó algunas casas.



Después, ya en la ciudad de México, tras un viaje por Europa, su arquitectura se vuelve más racional, con menos toques locales. Será a fines de los 40 que, junto con el arquitecto alemán avecindado en México Max Cetto, hará el proyecto de la casa modelo del fraccionamiento del Pedregal de San Angel –la zona donde se construirá C.U. En el 49 también proyecta la casa que lo hará mundialmente famoso y donde aparece todo lo que ahora reconocemos no sólo como arquitectura de Barragán sino como arquitectura mexicana moderna.


Varios han señalado cómo esa arquitectura destiló, además de los elementos vernáculos siempre mencionados –gruesos y coloridos muros privilegiados sobre las aperturas– otros de las vanguardias europeas que había visto en su viaje europeo: algo de De Stijl en la descomposición del volumen en planos gracias al uso del color; algo de Loos en la organización de secuencias espaciales complejas que no se leen necesariamente en las plantas, entre otros ejemplos. Pero ha sido la otra interpretación, la que lo hace heredero tan sólo de la tradición local, aquella que se ha impuesto, reduciendo toda su arquitectura a variaciones continuas y no demasiado variadas de un solo tema: el muro colorido –un conocido heredero del estilo Barragán explica su arquitectura mediante un sofisma chovinista: a los mexicanos nos gusta el color.

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