29.12.10

don't mess around with the demolition man



hace tres años escribí sobre la querella de la torre bicentenario algo que se llamó algunas ideas curiosas (y poco claras). hablaba de la ambigua, esquizofrénica y, sobre todo, cínicamente oportunista actitud que tenemos los arquitectos respecto a lo construido: defendemos, a un tiempo, el derecho de los arquitectos contemporáneos a intervenir en lo existente –como se ha hecho, sin pena y muchas veces sin gloria, por lo largo de los siglos– y, al mismo tiempo, la obligación de todos de respetar la arquitectura moderna y no tocarla ni con la punta de una brocha fuera para cambiar el color de la pintura. a los arquitectos nos gusta pensar que tenemos la razón y que nada justifica construir algo a 100 metros a la redonda de la casa de barragán y que todo nos autoriza a transformar un edificio colonial, digamos, que generalmente nos parecen, además de poco prácticos, más respetados por viejos que por bellos o buenos.

en ese texto terminaba diciendo que yo no tenía claro aun "qué pensar en el affaire entre el jefe de gobierno de izquierda y el asesor inmobiliario para destruir un edificio de primera de un arquitecto de segunda y remplazarlo con un edificio de segunda de un arquitecto de primera." aprovecho ahora para desdecirme: viéndolo con calma no pienso que el autoservicio lomas sea de lo mejor de vladimir kaspé, así que tal vez escribiría ahora que es un buen edificio –"de segunda"– de un buen arquitecto –también de segunda (calificativo, aclaro, que no tiene nada de ofensivo si pensamos en los 10 o 20 arquitectos que ocupan el grupo de primera en todo el siglo veinte).

o, más bien, era, pues ahora sí, como se ve en la foto, la demolición de la obra de kaspé es un hecho. y al respecto, sigo sin una opinión clara y definitiva –o, dicho de otro modo, practico la ambigüedad cínica y oportunista del arquitecto. supongo que los edificios deben ganarse la vida como los libros y las películas: cuando veo empolvados en cajas de cartón algunos libros de mi abuelo que, supongo, compró en su momento por el reconocimiento que merecían sus autores, hoy olvidados por la mayoría, supongo que así le pasa a la arquitectura. si los edificios no los deshechamos tan rápido como los libros es más por economía que por estética –en otras latitudes hay ciudades que cambian a velocidades que aquí asustan y sin generar tanta discusión sobre la defensa del patrimonio. por mi ya hubiera expropiado casi todo entre viaducto, eje central y circuito interior para demolerlo y construir una ciudad de 6 o 7 pisos de altura, con parques y espacio público, escuelas, tiendas y otras minucias que a veces la gente necesita.

aquí no se trata de transformar la ciudad sino de tirar un mero edificio –de cierto valor–, demolido para construir una torre de 24 niveles de otro arquitecto también reconocido –teodoro gonzález de león. no se si, urbanísticamente, sea ese el mejor sitio para una torre así –hay de hecho varias a escasos metros, lo que podría indicar que el mercado lo demanda. no es por supuesto trabajo del desarrollador pensar eso: ellos hacen dinero, no ciudad, y habría por lo menos que agradecer que, tanto con el fallido rascacielos de koolhaas como con la torre de gonzález de león, hayan pensado en arquitectos que, más allá de gustos, garantizan una mínima preocupación por el entorno urbano y la arquitectura.

quienes están ahí para regular que ese tipo de obras generen, más allá de cierta destrucción probablemente necesaria, mejores condiciones a las existentes –o, demenos, que no las empeoren–, son las autoridades locales. y eso no está tan claro. transcribo aquí lo que publica hoy el reforma:

la semana pasada, los titulares de la secretaría de desarrollo urbano (seduvi) y de la delegación, felipe leal y demetrio sodi respectivamente, dieron a conocer que grupo danhos construiría un edificio de 25 niveles en el predio ubicado en la zona de las lomas; y que había un compromiso para respetar el inmueble de kaspé, catalogado por el inba con valor histórico.

señalaron también que desconocían el proyecto y negaron haber liberado permisos, pero el pasado jueves 23 de diciembre, un grupo de trabajadores inició las labores para derribar parte del inmueble y se constató que los permisos para la obra fueron liberados desde un mes antes.

aclaro que, según se, el inba no catalogó nada o, más bien, fracasó legalmente en el intento ante los abogados del grupo danhos. lo más claro es que aquí, como en mucho en este país, lo que faltó fue claridad en los procedimientos y las reglas. se prefirió pedir perdón que pedir permiso –aunque al parecer la constructora si tiene los permisos y son las autoridades, de creerle al reforma, las que acusan o bien hipocrecía o bien demensia– y trabajar rápido y en vacaciones, no vaya a ser que los vecinos se amarren a un edificio que probablemente nunca vieron, fingiendo proteger un patrimonio artístico cuando realmente protegen sus propios intereses.

p.s. esperemos que algún día haya reglas claras que obliguen a gobernantes y gobernados a actuar en consecuencia y no hacer cosas medio buenas que parezcan absolutamente malas; que se califique el papel y el valor –y, por tanto, el costo– de un proyecto arquitectónico que pueda ser sometido a discusión pública, regulando el peso y modo de participación de los consejos vecinales –para que se atiendan sus demandas sin convertirlas en privilegios territoriales. en fin, que se entienda que el urbanismo o es político o no es ni siquiera urbano. (el título de esta entrada es un evidente homenaje a la inigualable grace jones.)

No hay comentarios.: