ambas formas de trabajar, las repentinas y los bomberazos, me parecen en general absurdos. las primeras se basan en la equívoca idea de que el arquitecto es un "creador" y que puede en poco tiempo y sin referencias a nada ni investigación de ningún tipo, proponer una solución a algún problema espacial o de diseño. se ignora que las repentinas pudieron haber tenido algún sentido cuando las respuestas formales estaban codificadas a tal grado que diseñar era un acto de arte combinatoria, buen gusto y aceptación incondicional de las reglas. esas reglas y esos códigos desaparecieron desde hace un siglo y la concepción misma del arquitecto ha pasado de ser la de alguien que soluciona problemas a alguien que es capaz de plantearlos o replantearlos y que en esa determinación del problema subyacen las reglas para cualquier probable solución.
los bomberazos pueden deberse –como sugiere el texto de willis– o bien a una mala administración del trabajo y del tiempo que requiere o a exigencias externas que pocas veces pueden tenerse por lógicas o inteligentes. en nuestro medio nacional, el bomberazo busca responder a las ocurrencias absurdas de algún funcionario en turno y depende casi por completo de la incapacidad endémica que tenemos para decirle a alguien que ocupe uno puesto de gobierno que eso que está "pensando" no es posible en el corto tiempo que nos da.
habría pues que negarse a someterse a cualquiera de esas dos formas de devaluar el trabajo intelectual, físico y "creativo" del arquitecto que son, en las escuelas, las repentinas y en la vida profesional los bomberazos.
1 comentario:
Hombre, conocido, lo que se dice conocido... Conocidillo, a lo sumo. Gracias, por lo que me toca, de todos modos.
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