17.7.11

el museo

el museo del art institute de chicago no es el louvre o el museo británico o el metropolitano de nueva york. pero es un gran museo –por tamaño y por su colección. visitarlo –como visitar esos que antes mencioné– permite recorrer buena parte de la historia de la civilización. hay muestras de arte griego y romano, algo de arte egipcio, de la india, áfrica y de china. también hay ejemplos de lo que producían las culturas de américa antes de la llegada de los españoles. hay joyería y muebles, armaduras medievales y prototipos de charles y ray eames. hay cuadros de cranach el viejo, y de kokoshka, klee y kandinsky. de goya y de pollock, de ribera y de picasso, de turner y de jasper johns. hay una buena colección de impresionistas, con series de monet, cuadros de gauguin y de van gogh, degas, lautrec y seurat. también hay algunas obras de rodin y otras de dalí. un museo así se construye con tiempo, con la búsqueda paciente –que necesariamente implica recursos– de aficionados y estudiosos, de sabios y sus mecenas, de millonarios con ambiciones de coleccionista y sus consejeros y asesores. la colección del art institute de chicago fue formada por el concurso de muchos individuos e instituciones. no se construyó gracias al saqueo –o no mediante uno ayudado por balas y batallas sino por otro, legal aunque a muchos incomode, que se sirve de cheques y subastas. un museo así no se construye de la noche a la mañana, ni siquiera en unas cuántas décadas, y no lo puede hacer un hombre solo, aunque sea el más rico de todos. ni el tiempo ni el dinero, supongo, le alcanzaría.

hay una lectura posible de la colección, que por supuesto no hice con rigor en mi visita: buscar en las fichas de cada obra si son donaciones, regalos, préstamos o adquisiciones, y en cada caso a quién pertenece o perteneció, cómo se hizo de la obra –en alguna sala una cédula nos explica, por ejemplo, de la pasión de un par de estudiosos locales por piezas chinas de jade, que los llevó a reunir una de las colecciones más importantes del mundo, la cual finalmente donaron al museo.

así se hace un museo y así se construye una civilización: los más ricos culturalmente redistribuyen su capital –su saber– entre los otros, y los más ricos económicamente –que no necesariamente coinciden con los primeros– redistribuyen parte de su fortuna colaborando con los primeros.

muchos hemos criticado el reciente esfuerzo del magnate mexicano, su donación al pueblo de un museo que nos parece –más allá de las fallas del edificio– poco claro, mal montado y con una colección grande pero desigual, descuidada, incoherente. hay quienes dicen que el señor potentado tiene el derecho de ejercer sus gustos al gastar su dinero. cierto. pero también es cierto que así no se construirá nunca un museo que sirva, entre otras cosas –cual el art institute de chicago o el metropolitano de nueva york–, como acicate de la cultura y el pensamiento. ¿es eso culpa –otra– del adinerado filántropo local y su gusto? no. su defecto será que el gusto no lo haya educado, pero hay una incapacidad compartida por todos para coordinar esos esfuerzos, para organizarlos en un todo más o menos coherente –es decir, en una forma cultural. si la persistencia de monopolios económicos en méxico es grave, más lo es la impotencia para generar diversidad y pluralidad sociales y culturales que resulten productivas. una ciudad –explicaba aristóteles en su política– se construye a partir de individuos que, al no bastarse a sí mismos, se reúnen para juntos construir algo mucho mayor a lo que podrían hacer cada uno individualmente. y una ciudad es pie de una civilización, literalmente. la terrible inequidad de la estructura social y económica mexicana se revela así no en la dispareja colección del millonario, sino en la ausencia de los mecanismos e instituciones que organicen las buenas intenciones de algunos para construir un museo que funcione como auténtico dispositivo cultural y no de mero paliativo a otras carencias –un museo, se ha dicho, para quienes no pueden viajar a los grandes museos europeos o americanos, algo así como lo que la feria de chapultepec es en comparación a disneylandia.

3 comentarios:

Juan dijo...

Como siempre, muy penetrante ensayo. Pero ¿como entender la cultura micromuseística del df (que según algunos es la mayor del mundo -ver link) en relación a tu crítica sin duda política? ¿Es posible o deseable un Metro chapultepequiano - por no decir de petatiux? Saludos


http://wiki.answers.com/Q/Which_city_in_the_world_has_the_most_museums

otromas dijo...

es cierto que en la ciudad de méxico hay muchos museos, de todo, algunos muy buenos y otros buenos. pero no hay, creo, este tipo de museo "enciclopédico" como el que, sin estar obligado a serlo, el soumaya parece querer presentarse. puede ser que ese tipo de museos ya no sean posibles ni deseables. pero creo que su "construcción" se basa en cierta pluralidad y diversidad que nosotros no conocemos –ni cultural ni mucho menos económica. por ahí iba mi retorcido comentario. saludos y gracias por los comentarios (éste y otros).

Juan dijo...

Aclarado. Gracias. A ver que día te das una vuelta por el noroeste norteamericano. Sería un gusto verte por acá. Yo ando en Portland. No hay gran arquitectura pero es una ciudad con una cultura urbana y espacios abiertos muy intersantes.