11.7.11

javier serrano (1982-2011)


Había enviado ayer otro texto para esta columna. Nunca hubiera deseado cambiar a última hora el contenido. Mucho menos por esta razón: otro muerto más a la cuenta. Pero me han avisado hace unos minutos que ayer asesinaron a Javier Serrano. No es uno más porque ninguno es uno más en esa larga, espantosa lista. Pero es alguien que conocí, conozco a su padre, el arquitecto Francisco Serrano, y a su hermano, también arquitecto, Juan Pablo Serrano. Además de su padre y su hermano, su abuelo y su bisabuelo también fueron arquitectos. Así que, como algunos dirían, lo traía en la sangre y en el nombre. Fue mi alumno en la Ibero. Simpático, trabajador, de carácter alegre, se relacionaba fácilmente con profesores y compañeros sin usar el peso que sabía tiene su apellido.


Javier terminó su carrera en el 2006 y abrió su despacho en sociedad con Abraham Cherem, con quien ya desde la escuela acostumbraba trabajar. Desde entonces se dedicaron ha realizar gran cantidad de proyectos –en su sitio en internet cuento 43, realizados y en proceso, muy buen número y más para un par de jóvenes menores de 30 años. Y no sólo la cantidad, la calidad de sus proyectos era reconocida. En la arquitectura, se ha dicho siempre, no hay prodigios. No es una carrera donde los jóvenes sobresalgan pronto. Se requiere tiempo para entrenar la mano y el ojo, para afinar el gusto y, lo que no es menor, para entender cómo moverse en las redes sociales sin las que el arquitecto raramente sobrevive. Javier iba por muy buen camino y podríamos esperar mucho de su madurez. Pero no lo dejaron.


No se ahora por qué lo mataron y la razón no importa. Para ninguna muerte, ni la más pacífica y esperada, parece haber explicación suficiente. Pero menos, nunca, para una así. No cuando al sin sentido de la vida que siempre, irremediablemente termina –y que los humanos paliamos con la fe y la esperanza en la trascendencia– se le añade uno peor: el de la violencia absurda, idiota, incomprensible. Fuera el único muerto de ese modo en una tierra que no conoce la violencia, ya sería grave y doloroso. Pero cuando la violencia es lo de diario, cuando la muerte no sólo tiene permiso sino que reina y manda, el dolor y el enojo lo sentimos si realmente nos toca. Vivimos anestesiados y a lo mucho una empatía casi teórica nos lleva a solidarizarnos con el empresario que perdió a un hijo, o con el poeta al que le mataron otro. Rara vez con la madre desconocida del hijo desconocido que termina siendo una cifra más. Nos solidarizamos pero luego viene el silencio y el olvido; el siguiente muerto y el terrible hábito a una situación a la que no debiéramos habernos acostumbrado nunca.


No es decente utilizar la muerte y el dolor de otros para aderezar nuestras consignas, parapetarse tras un féretro y proferir un yo acuso. Pero lo es menos callarse. Porque hemos llegado a un punto en que ya no parece posible una salida. Donde tan culpable es el criminal como quien le permitió llegar ahí y hacerse de tanto poder; ése quien le dejó el campo libre cuando su tarea era construir un espacio en el que pudiéramos estar todos seguros. Y tan responsable es quien, durante largos años, no hizo nada, por complicidad o por mera conveniencia, como quien cuando actuó no supo cómo hacerlo y nos ecaminó al desastre. Imposible e indeseable seguir siendo cómplices; idiota e irresponsable actuar sin una estrategia clara. Y responsables también somos todos cuando sólo hablamos –como lo hago ahora yo– cuando el dolor y el enojo nos tocan de cerca. Mientras seguimos esperando que no nos pase, que no nos toque, y que sea ese otro al que ya le pasó quien haga el duro trabajo de intentar llevarnos por mejor camino. Que sea otro el héroe como otro fue el muerto. Hablemos, actuemos ya.


No olvidemos a Javier ni a tantos más quienes ahora, como se acostumbra decir, descansan en paz. No descansemos nosotros pues así nunca tendremos paz –ni la mereceremos.

2 comentarios:

Homero Hdez dijo...

Muy buen articulo, para una muy desafortunada noticia. QEPD Javier Serrano.

Homero Hdez.

Malú dijo...

Muy buen artículo y espero no se nos olvide!!!