30.10.11
serra, adentro y afuera
seguramente es un lugar común hablar del trabajo de richard serra como uno de los más arquitectónicos dentro de la escultura contemporánea: serra construye espacios, sin duda. la distinción escolar que supone que la arquitectura se caracteriza por su utilidad, su respuesta a una función, mientras que la escultura, por más espacial que sea, carece de uso previsto, es, aquí como seguramente en otros casos, demasiado simple y probablemente falsa. no se trata tampoco, por supuesto, de afirmar que el trabajo de serra es arquitectura. en el límite entre la arquitectura y la escultura, el trabajo de serra es a un tiempo una poderosa afirmación de la materialidad del espacio y de la espacialidad del cuerpo –que acaso habría que describir como espaciocidad– y una interrogante sobre las cualidades que separan y definen disciplinas que algunos quieren claramente distintas. como la mayor parte de la arquitectura y del paisaje, sea natural o urbano, la obra de serra, no se percibe generalmente de golpe: hace falta recorrerla, moverse a través de ella para construir, poco a poco, su imagen mental. podría incluso decirse que hay que entrar en ella –otra de las características que, esquemáticos, algunos reclaman como propia de la arquitectura–, pero eso es también problemático: las esculturas de serra dislocan la relación entre adentro y afuera.
las nuevas obras que actualmente se exhiben en la galería gagosian de nueva york, juntura y ciclo, son un claro ejemplo de esta compleja condición: varias piezas de acero oxidado –no sabría decir exactamente cuántas– se entrelazan implicándose unas en otras, y aunque las dos piezas están separadas por unos metros, su efecto es el de un continuo espacial del que jamás sabemos cuándo se entra ni cuando se sale –si es que hay adentro y afuera. literalmente un laberinto: un espacio para perderse, sin que esto implique ninguna angustia, al contrario: es, como definió denis hollier al laberinto, la experiencia extática de la embriaguez del espacio. perderse y encontrarse a un tiempo. es, pues, no un espacio de disyunciones –adentro o afuera, falso laberinto del árbol clásico de la lógica occidental, según explica umberto eco– sino de conjunciones e inclusiones, siempre y: adentro y afuera.
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