4.11.11
el highline y occupy wall street
dos caras –no se qué tan distintas, pero no opuestas– de lo público en nueva york: el highline –un parque, propuesto por ciudadanos, sobre las viejas vías abandonadas de un tren elevado– y occupy wall street –la protesta que tomó al parque zuccotti, parque privado pero abierto al público por regulaciones de la normativa local. para quienes vivimos en la ciudad de méxico, acostumbrados a que ritualmente el zócalo y otros espacios públicos sean ocupados cada año, la toma del parque parece mínima –y, por tanto, su efecto mediático más significativo. lo otro –la recuperación de una vieja infraestructura industrial– para abrirla al público es, acá, menos común: la ciclopista en las vías del ferrocarril a cuernavaca o el parque bicentenario en azcapotzalco son ejemplos de intentos, más bien fallidos, de hacerlo. lo interesante es que, más allá de las implicaciones políticas directas –evidentes en el caso del parque zuccotti y aparentemente nulas en el caso del highline– ambos casos son ejemplos de otra noción de lo político que no puede desligarse de lo urbano y lo público –entendido en un sentido mucho más amplio que el de propiedad legal. se trata de entender lo político –y lo público– como un espacio [de] potencial. son, me parece, actualizaciones de aquello que hanna arendt llamó el espacio de aparición –space of appearance–: el lugar donde lo público se da en tanto ejercicio y puesta en escena de lo político, ya sea paseando en el parque o protestando en otro.
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