9.2.12

arquitecturas descritas



Me gustan los textos de escritores o pensadores –¿cuál es la diferencia?– sobre ciudades. Por lo que nos revelan y, a veces, con suerte, lo que nos confirman. Me gusta leer a Georg Simmel diciendo que Venecia es una ciudad artificiosa, una escenografía desalmada con la belleza mentirosa de la máscara. A Walter Benjamin describir a Nápoles como una ciudad que parece una roca y cuya arquitectura es porosa como esas piedras : la construcción y la acción –dice– se alternan en patios, arcadas y escaleras. A Félix de Azúa describiendo al ciudadano londinense como alguien ni más alto ni más ancho que el parisino, pero que lo parece porque se mueve en un espacio ampliado por la pequeñez de las construcciones. O leer a Joseph Roth afirmando, al describir a Lyon, que todas las piedras pronuncian conferencias sobre historia.
Eso, por cierto, aunque bello de leer es absolutamente falso. Las piedras no hablan, tampoco la arquitectura, ni el mundo, dicho sea de paso, aunque ese sea un asunto mucho más complejo –del que, sin embargo, lo otro, que la arquitectura ni las piedras hablen, es consecuencia. La arquitectura es lo que es –al menos así la describe Paul Shepheard, arquitecto que escribe, y bien. Para Shepheard la arquitectura es como la gravedad, un hecho concluyente: las cosas caen al suelo cuando nada las detiene. Podemos explicar ese hecho de maneras diversas, algunas, si cumplen con ciertos criterios, serán consideradas maneras científicas de explicar el hecho y, según algunos filósofos de la ciencia, serán explicaciones válidas mientras los hechos no las contradigan o mientras ninguna descripción mejor, más clara y contundente, tome su lugar.
La arquitectura también, dice Shepheard, es un hecho, y como tal no dice nada por sí mismo. Debemos explicarlo. Explicar por qué el muro alto y de piedra, por qué la ventana horizontal y continua, por qué las columnas que levantan al edificio y hacen que casi no toque el suelo. Esa descripción de los hechos no es accesoria y si cumple con ciertos criterios será considerada una manera arquitectónica de describir ese hecho. De cierta manera, tales descripciones los definen. Shepheard describe, por ejemplo, al Panteón de Agripa –que muchos libros presentan como un templo cilíndrico de 43 metros de diámetro coronado por una cúpula de concreto de las mismas dimensiones que, en su parte superior, tiene un óculo de 9 metros– como una manifestación del cosmos romano : en su interior –dice– vemos al mundo moverse. Esa descripción cambia, pienso, nuestra manera de entender el hecho  arquitectónico –el templo cilíndrico de 43 metros de diámetro se transforma en un observatorio, en un reloj y en una cosmogonía.
¿Qué es un sueño? –se preguntó una vez el filósofo y arquitecto ocasional Ludwig Wittgenstein. ¿Es lo que soñamos en la noche, lo que recordamos al despertar o lo que le contamos tres días después al analista? ¿O es todo eso? ¿Y qué es arquitectura? ¿Lo que concebimos o imaginamos, lo que dibujamos y calculamos, o eso que decimos o nos cuentan de un edificio y que hace que lo veamos de una manera como no podíamos verlo antes de tal descripción?
La arquitectura no habla, pues. Pero los arquitectos si hablamos, y por tanto debemos a veces prestarle voz a esas piedras, a esos muros, a esos arcos y esas cúpulas. A eso, hace dos mil años, Vitruvio lo consideraba una de los dos fundamentos del hacer del arquitecto, junto con el fabricar, y le llamaba, simplemente, razonar –pensando en ese logos griego que es, a un tiempo, razón y cuento, descripción y explicación. Hay, pues,  que hablar, que escribir y razonar no, por supuesto, sobre nosotros, sobre nuestros sentimientos y experiencias, sino tratando de describir lo que la arquitectura puede hacer y explicar aquello que nos permiten hacer.

2 comentarios:

Juan dijo...

Un placer leer el texto. Se agradece el recordatorio vitruviano, así como las referencias a los escritores que piensan la arquitectura. El problema surge, creo, cuando hay arquitectos que se sienten escritores pensando la arquitectura en vez de arquitectos pensando la arquitectura y escribiendo y hablando sobre ella. Christian Norberg Schulz dice al inicio de su Genius Loci que "mucha confusión es creada hoy en día por aquellos que hablan de cualquier otra cosa cuando hablan de arquitectura" (too much confusion is created today by those who talk about everything else when they discuss architecture! p.5), que me parece es la situación de gran parte de la teoría de las últimas cinco décadas.

otromas dijo...

dicen deleuze y guattari que flaco favor se les hace a los artistas –incluyamos, por hoy nada más, a los arquitectos– cuando lo que piensan (y escriben) se tiene por "filosofía" –de su arte.
"es" parte de su arte. un pintor, escribiendo de pintura y de por qué pinta –no sus memorias o un relato cualquiera– esta "pintando", pues.
cuando dejamos de (d)escribir arquitecturas pensando que la explicación –parafraseando a gertrude stein– es también composición, empezamos a buscar explicaciones "afuera".
no desecho las ideas y teorías "ajenas" a la disciplina, pero sí, hay siempre que repensarlas en tanto arquitectos.
gracias por el comentario y saludos.