6.7.12

el ojo del arquitecto


vi la muestra el ojo del arquitecto, en el paseo de la reforma, resultado de invitar a ocho arquitectos a fotografiar su propia obra: arditti, serrano y monjaraz, mauricio rocha, bernardo gómez pimienta, alejandro rivadeneyra, los pascal, muñoz. más allá del montaje –que como otros ahí mismo son obras puestas en la calle más que arte público– me llamó la atención el resultado de las fotografías: en general son buenas. los arquitectos toman fotos de su propia obra como fotógrafos. lo cual, me parece, es en cierto sentido extraño. en el sentido en que supongo que un autorretrato es distinto a un retrato o que una autobiografía es distinta a una biografía. esas fotos de los arquitectos son buenas pero no nos revelan, creo, lo que ve el ojo del arquitecto, sino lo que, a través del lente de la cámara, han visto cientos, quizás miles de fotógrafos al tomar edificios. uno supondría –y, por lo que se, era el fin de la muestra– que los arquitectos nos harían ver en sus fotos algo que ellos saben en tanto autores, que define su mirada y también sus obras. pero no. insisto: no es que las fotos sean malas, al contrario. pero en una época en que una buena foto está al alcance de tres clics de un programa cargado en el teléfono, lo bueno de una foto está en otra parte: ni en la luz o el contraste, ni en el encuadre o en la composición. o no a secas.

me imagino que lo anterior depende de algún modo de que lo que vemos no es un mero acontecimiento óptico –la luz entrando por nuestros ojos– o neurológico –la interpretación que de esa luz hace nuestro cerebro– sino, sobre todo, cultural. la mirada se construye socialmente. y los arquitectos, en las postrimerías del siglo 20 y a inicios del 21, hemos aprendido a ver enseñados en buena parte por los fotógrafos de arquitectura. y no sólo nosotros: también el público. la arquitectura de la segunda mitad del siglo 20 en el oeste americano es, en buena medida, una construcción de julius shulman, por ejemplo. aunque tampoco ellos, los fotógrafos, producen sus imágenes desde una autonomía y una originalidad absolutas. vemos como hemos aprendido a ver. fotografiamos como hemos aprendido a fotografiar.

el ejercicio de fotografiar su propia obra no era entonces, me parece, un asunto de pericia técnica o estilística. la buena foto no era el objetivo principal. quien planeó la exhibición, no se si consciente de ello, les puso un reto a los arquitectos muy distinto al de hacer una foto de revista. les pidió, insisto, si el título sirve de indicio, que nos mostraran su ojo, que nos enseñaran, a través de una cámara, cómo ven. no su obra como la vería un fotógrafo, incluso uno bueno, sino aquello en lo que clavan la mirada y aquello que su ojo advierte. no imágenes, supongo, sino su imaginación en obra.

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