por un tuit de xavier treviño llego a esta nota del excelsior que anuncia el arreglo del camellón de la calle álvaro obregón, en la roma, que ya no permitirán que ahí se instalen comerciantes los fines de semana y que habrá una ciclopista. de las tres acciones sólo la primera me parece "realmente buena"
no es que me guste el "bazar cultural" que ahí se instala los fines de semana, al contrario. cada vez más lleno y peor ordenado es un tianguis de baratijas dedicadas al mal gusto que sólo por confusión alguien calificó de cultural –esa palabra que parece santificar cualquier atrocidad. pero quitarlo y sustituirlo por una ciclopista –con todo y que uso la bici y pienso que hacen falta muchas ciclopistas en la ciudad– es un error o, más bien, un ejemplo de esa forma de pensar que christopher alexander criticó en su ya clásico ensayo la ciudad no es un árbol, publicado en inglés en 1965.
"el árbol de mi título –escribió alexander– no es un árbol verde cubierto de hojas. es el nombre de cierto esquema mental." es el árbol de porfirio que divide –¿para vencer?– la sustancia del mundo en parejas de opuestos que nunca pueden ser más de lo que son: un ser o es animado o no, si es animado o es racional o no, si es racional es hombre o es mujer. el árbol de porfirio está muy bien como estructura lógica pero no hay que pensar que es la realidad misma. si pensamos la ciudad como árbol, una plaza es una plaza y no un estacionamiento, un camellón es un lugar para caminar y no para poner puestos, o hacer picnic, o bailes, o ciclopistas, o...
contra el árbol alexander propone el semirretículo –"un modelo de concepto más complejo", algo muy similar a lo que, casi diez años después, deluze y guattari llamarán rizoma. como el rizoma, un semirretículo es una estructura que conecta varios puntos o, dicho de otro modo, distribuye elementos entre varias clases al mismo tiempo. la ciudad para alexander es un semirretículo, un rizoma, pues: una plaza puede ser plaza y mercado, estacionamiento y pista de patinaje; el camellón puede ser camellón para caminar y vender y comprar y sentarse a tomar un café y a oír a alguien leernos un cuento y andar en bici, y...
en la ciudad unos queremos ciclopistas y otros quieren ir cómodamente en su auto –eso, les advierto, será cada vez más difícil y deberá ser más costoso: cuotas por estacionarse en la calle o circular en ciertas zonas y avenidas–, unos quieren vender, otros pasear. unos quieren que su colonia no pierda su señorial condición residencial y otros quieren vender la casa para que alguien construya ahí una torre de oficinas. no se puede todo, por supuesto. pero tampoco se trata de imponer esquemas unívocos –árboles– que dicten que ahí sólo puede vivirse en una casa unifamiliar –y además sólo si se es una pareja heterosexual con hijos y buenas costumbres. distintos usos y distintos programas pueden convivir, superpuestos, en los mismos espacios.
se trata, pensando en otro tema deleuziano, de un asunto de modulación, es decir, de temporalidad. cada vez que veo un trailer circulando en una calle de la ciudad de méxico pienso que eso debería estar prohibido, pero no: debiera estar modulado, regulado temporalmente –el trailer no debe circular en la ciudad a las horas de mayor tráfico. y el mercado callejero, llámese cultural en la calle álvaro obregón o cualquier tianguis semanal en otra calle de la ciudad, ya regulados temporalmente, también podría organizarse de manera que, en el camellón de álvaro obregón, por ejemplo, unos puedan vender y al mismo tiempo otros puedan caminar y otros andar en bici y...
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