1.3.13
la ciudad y la arquitectura
en este mapa están algunas de las obras construidas en la ciudad de méxico que fernanda canales y yo incluimos en 100x100 : arquitectos del siglo 20 en méxico. son sólo 195 edificios, concentrados, como se puede ver, en la parte central, poniente y sur de la ciudad. falta mucho: casas, edificios de departamentos y oficinas y mucha arquitectura menor pero interesante. aun si a estos 195 edificios les sumáramos esa arquitectura y la anterior al siglo 20, supongo que en la ciudad de méxico aun hay mucho espacio donde se puede construir demoliendo edificios sin ningún interés, de poca calidad, pequeños o que ya no sirven a sus propósitos originales. en general la ciudad de méxico está llena de edificios malos, mediocres y de pocos niveles que fácilmente podrían demolerse y permitir nuevas, mejores construcciones, con mayor densidad.
pero la tendencia parece ser construir sobre lo mejor de lo ya construido, demoliendo obras con cierto interés para sustituirlas por otras. lo vimos con el proyecto de vladimir kaspé en las lomas y ahora lo vemos con el manacar. se puede argumentar que esa es la historia de la arquitectura. que la arquitectura se constituye dentro de un mar inmenso de fuerzas que ésta no puede controlar: el mercado, sobre todo, los cambios en formas de vida, transformaciones tecnológicas o geográficas, etc. es casi siempre contra y no sólo con esas fuerzas que la arquitectura debe lidiar. si falla, si fracasa, corre el riesgo de ser transformada o simplemente de desaparecer. pero la arquitectura, alguna, aspira a poder contener de algún modo esas fuerzas, encausarlas, darles cierto sentido. son las islas de orden —arquitectónico y político, en el más amplio sentido— de las que habla pier vittorio aureli. supongo que los arquitectos debiéramos intentar proteger esas islas y sumarnos a su esfuerzo por resistir los embates del mercado inmobiliario o del mero desarrollo urbano sin sentido. construir archipiélagos, no llegar a una isla ya formada y arrasarla para clavar nuestra bandera cual conquistadores.
no se trata, pienso, de proteger toda la arquitectura como se protege una pintura en un museo o un incunable en una biblioteca, sino de entender hasta dónde el valor patrimonial de la arquitectura depende de su capacidad de cambiar y transformarse, sumándose a una forma urbana que la rebasa. pero esa capacidad de cambio exige imaginación y esfuerzo, sobre todo de los arquitectos actuales, frente a lo ya construido. donde el inversionista ve un estorbo para un mejor negocio, el arquitecto debiera sugerir otras posibilidades que, en algunos casos, excluyeran la demolición total o la transformación radical. habría, como arquitectos, que apostarle de algún modo, con inteligencia, a lo construido bien por otros.
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