una nota del periódico el universal del 15 de febrero dice que jorge romero herrera, delegado en la benito juárez, propone hacer varias mejores en los parques de la delegación a su cargo, entre ellas que tengan mayor vigilancia contratando seguridad privada con perros entrenados. la idea, en principio, suena aterradora. ¿por qué un delegado, el jefe político y administrativo, decidiría que la seguridad de los parques públicos de la zona que gobierna esté a cargo de guardias de empresas privadas? ¿acaso no confía en la policía de la ciudad? no resulta extraña la decisión viniendo de un político que parece optar por soluciones urbanas cuestionables. pero encargar la vigilancia de un parque público en la ciudad a un equipo de seguridad privada sería algo así como suponer que en este país los ricos deben protegerse mediante sus pequeñas —o no tanto— policías particulares mientras que el resto debe ingeniárselas como pueda y, si hace falta, defenderse por su propia mano —armada.
es innegable que la seguridad es un tema primordial en un país donde, en el sexenio pasado, decenas de miles murieron en situaciones violentas y otros tantos "desaparecieron" sin dejar rastro, y en este sexenio, parece que las cuentas —pese a la cuidada discreción que el gobierno actual parece haber inspirado a muchos medios de comunicación— no mejoran. pero, aunque parezca evidente en primera instancia, reducir el tema de la seguridad al de mayor vigilancia y control resulta, de menos, simplista. parece más que un error suponer que a nivel urbano y espacial la respuesta a la inseguridad son más cámaras y más rejas, más policías y más guardias privados, mayor control para entrar —e incluso salir— de edificios de oficinas (públicos o privados), de escuelas y universidades o de fraccionamientos.
armando oliver me hizo notar un texto de samuel bowles y arjun jayadev publicado por el new york times el 15 de febrero: one nation under guard. bowles y jayadev dicen que en estados unidos hoy se emplean tantos guardias privados como maestros de high school. los autores ponen el gran número de personas y recursos dedicados a la protección en relación con la desigualdad: "en estados unidos, la creciente desigualdad ha ido acompañada de un crecimiento explosivo de comunidades cerradas —gated communities— y armadas de porteros que controlan la entrada a edificios de apartamentos de alto nivel." en un gráfico comparan la cantidad de trabajadores dedicados a la protección —más de 200 por cada 10 mil en estados unidos— con el índice gini de desigualdad —mayor a 0.35 en estados unidos y superior al de otros 18 países desarrollados.
en una conferencia en méxico, el arquitecto sudafricano peter rich explicaba cómo el miedo al otro se transforma en odio a través de la segregación, tanto social como espacial. en méxico vivimos ese riesgo a diario. nuestra segregación es más difícil de señalar que la que operó en sudáfrica, al no estar codificada en leyes sino al ser sólo una mala costumbre que se oculta bajo el bello mito de una sociedad mestiza. no es la única causa de la violencia y probablemente no la más importante, pero ahí está y algo tendrá que ver. responder a la inseguridad con guardias de seguridad privada en los parques o con garitas que detengan sospechosos a la entrada de la ciudades —como lo hace el escudo implementado por el gobierno de mancera en el df—, con fraccionamientos resguardados y edificios a los que resulta más difícil entrar que a un laboratorio de la nasa, con guaruras y autodefensas, es como darle una aspirina a un enfermo realmente grave. un paliativo, no más.
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