jose alfredo jiménez cantó que las distancias apartan las ciudades y las ciudades destruyen las costumbres. acaso eso le pasa al nuevo inmigrante que llega de un pequeño pueblo y poco a poco se olvida de saludar a todo el que se encuentra en la calle, se olvida de preguntar y, por tanto, de aprender los nombres de sus vecinos y de aquellos con quienes convive cada día, se olvida incluso de quién es. la nostalgia de la canción de jose alfredo repite el argumento que unos doscientos años antes había puesto jean-jacques rousseau en boca de saint-preux, héroe de su novela julia o la nueva eloísa, publicada en 1761 y citada por marshal berman en su libro todo lo sólido se desvanece en el aire. tras unos meses de haber llegado del campo a la ciudad, saint-preux le escribe julie: “estoy empezando a sentir la embriaguez en que te sumerge esta vida agitada y tumultuosa. la multitud de objetos que pasa frente a mis ojos me causa vértigo. de todas las cosas que me impresionan, no hay ninguna que cautive mi corazón, aunque todas juntas perturben mis sentidos, haciéndome olvidar quién soy y a quién pertenezco.”
en su libro Walkable city, jeff speck cita al doctor richard jackson, epidemiólogo, quien al ver a una mujer de setenta años parada en una esquina de una calle sin banquetas, bajo el sol en un día de intenso calor, escribió: “si esa pobre mujer colapsa por un ataque al corazón, los médicos escribiríamos que la causa de su muerte fue el golpe de calor y no la falta de árboles o el mal transporte público, la mala forma urbana y los efectos de las islas de calor. Si hubiera sido arrollada por un camión que iba de paso diríamos que murió atropellada y no por falta de banquetas y por mala planeación urbana y un liderazgo político errado.” la gripa de algunos peatones que llegaron empapados a sus casas no es tan grave como morir a causa de un ataque cardiaco por golpe de calor o atropellado por un camión, pero su causa tal vez se deba también al entorno urbano y a la costumbre que, en la cabeza del agente de tránsito, en la del conductor, en la del político pero también en la del mismo peatón, privilegia, sobre todo y sobre lo que diga la nueva ley, al automóvil. no sólo hay que cambiar las leyes, hay que trabajar para cambiar las costumbres.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario