En 1928, Herman Noordung publicó en Berlín el libro Das Problem des Weltraums: Der Raketen Motor —El problema del viaje espacial: el motor de cohete. Herman Noordung era el seudónimo de Herman Potočnik, nacido el 22 de diciembre de 1892 en el puerto de Pula, hoy parte de Croacia. Su padre, de ascendencia eslovena, era médico en la armada austrohúngara; su madre era hija de inmigrantes checos. Durante la Primera Guerra sirvió en el ejército austriaco y en 1919 fue pensionado debido a la tuberculosis que contrajo durante esos años. Estudió ingeniería mecánica y eléctrica en la Universidad Técnica de Viena. Reas recibir su doctorado se especializó en aeronáutica y en los motores de cohetes. Murió en Viena en 1929, a los pocos meses de haber publicado su libro.
Tanja N. Zhelnina, de la Academia de Ciencias rusa, dice que el libro “trata con gran detalle las posibilidades de vencer la gravedad y afirma que no había ningún obsta´culo tecnológico, económico, médico o biológico para el desarrollo de la cosmonáutica.” El trabajo de Potočnik fue citado tanto por científicos como Wernher von Braun y Mikhail Klavievich Tikhonravov, como por escritores como Arthur C. Clarke. La estación espacial de Odisea 2001 de Kubrik, debe mucho a los dibujos de Potočnik. El libro fue publicado
por la NASA en 1995 como parte de los estudios históricos sobre aeronáutica y viajes espaciales.
El primer capítulo del libro de Herman Potočnik Noordung se llama El poder de la gravedad. “El obstáculo más crítico al que se enfrenta un viaje espacial es la fuerza de gravedad de la Tierra. Pues un vehículo que se suponga deba viajar al espacio exterior no sólo debe moverse, debe en principio y antes que nada moverse y alejarse de la Tierra, es decir, ir contra la fuerza de gravedad. ¡Debe ser capaz de levantarse y levantar su carga muchos cientos e incluso miles de kilómetros!
Hannah Arendt publicó en 1958 uno de sus libros clásicos: La condición humana. En el prólogo escribe: “En 1957, un objeto hecho en la tierra por el hombre fue lanzado al universo, donde por algunas semanas circuló alrededor de la Tierra siguiendo las mismas leyes de gravedad que hacen moverse a los cuerpos celestes —como el sol, la luna y las estrellas. Para estar seguros, el satélite hecho por el hombre no era ni luna ni estrella, no era un cuerpo celeste que pudiera continuar su órbita celeste por un tiempo que, para nosotros mortales, limitados por el tiempo terrestre, dura desde la eternidad hasta la eternidad.”
Para Arendt, ese evento era más importante que cualquier otro, incluyendo la fisión del átomo: abría la posibilidad de que el hombre no siguiera limitado —condicionado, pues— a la Tierra por siempre, y si bien el “artificio del mundo humano separa la existencia humana del mero entorno animal,” la Tierra siempre había sido “la quintaesencia de la condición humana.” Comemos lo que la Tierra produce; respiramos el aire y bebemos el agua que son, también, parte de esta Tierra. El peso de nuestro cuerpo y, por tanto, la manera como éste ha evolucionado para moverse como se mueve y detenerse como se detiene: erguido en dos patas, depende de la precisa gravedad con la que esta Tierra nos sostiene.
Cuatro años después de lo que describe Arendt, el 9 de marzo de 1961, el Vostok 3KA hizo su primer vuelo y poco más de un mes después, el 12 de abril, la misión Vostok 1 fue lanzada desde el cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán. Yuri Gagarin iba a bordo. Fue el primer viaje espacial tripulado. ¿Cambiaría la más primordial y, al mismo tiempo, la más fuerte determinante de la condición humana?
En el 2014, en la Bienal de Arquitectura de Venecia dirigida por Rem Koolhaas y cuyo tema fue Fundametals —aquellos elementos fundamentales en la construcción de la arquitectura—, el pabellón de Eslovenia estuvo dedicado al primer arquitecto espacial: Herman Potočnik Noordung.
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