13.12.07

notas de un fotógrafo


“El vacío no es para mi un espacio evacuado, un lugar de la ausencia. Es una condición de la mirada, un modo silencioso y lento de entender y de imaginar eso que tenemos enfrente.” Eso dice, en una conversación con Alberto Garuti publicada en el extraordinario número de L’Uomo de Vogue dedicado a la 52ª Bienal de Venecia, el fotógrafo Gabriele Basilico, quien, en Mondadori, publicó este año un pequeño libro no de fotos sino de textos: Arquitectura, ciudad, visiones: reflexiones sobre la fotografía. En una edición a cargo de Andrea Lissoni, se recogen notas, apuntes y conversaciones en las que Basilico habla de su formación, en los años 60, estudiando arquitectura en el Politécnico de Milán; sus inicios como fotógrafo, retratando fábricas de la periferia de esa misma ciudad; su encuentro con Beirut o su más reciente trabajo, Scattered City, el álbum imaginario –formado con imágenes de ciudades diversas– de la nueva ciudad única y global. De sus años de estudiante de arquitectura, destaca la figura de Aldo Rossi, en una época en que se daba “una radical puesta en discusión de la figura profesional del arquitecto que ya no podía representar ni afrontar las nuevas necesidades sociales y las nuevas mutaciones al inicio de un periodo de crisis.” Quizás fuese esta crisis de la representación lo que llevó a Basilico a, “increíblemente, tras obtener el diploma de arquitecto y pasar el consecuente examen de estado,” tomar la decisión de inscribirse al gremio de los artesanos como fotógrafo. Su primer libro “entera y libremente proyectado, fue un catálogo de imágenes de la periferia milanesa que presentaba una recomposición visual de un paisaje casi desapercibido:” Milano ritratti di fabriche. Ahí empieza a darse la transición y la formación de lo que podríamos llamar su estilo: contra la estética del instante decisivo de Cartier-Bresson y de los grandes reportajes de los fotógrafos de la agencia Mágnum, Basilico se embarca en una del retardo y la dilación, sacando a la luz y haciendo visible –tarea específica del arte, dice– lo que ya está siempre ahí. También surge entonces su interés por el paisaje –un nuevo paisaje resultado de la “cementificación del territorio” y de su “salvaje antropopización”– y por el espacio, por “un sentido del infinito como objeto, como espacio observado, que está fuera y más allá de la máquina fotogrfáfica.”
De vuelta al tema de la crisis de la representación de la ciudad en la arquitectura y el urbanismo, para el Basilico “fotografía y paisaje urbano comparten la misma matriz histórica y productiva: el urbanismo industrial.” No hay mejor forma de ver eso que normalmente, por usual, por mediocre, por banal, pasa desapercibido. Su manera de fotografiar –cámara de gran formato, trípode, tiempos largos de preparación y exposición– le ayudan a “ver con los ojos y no con la máquina.” La cámara lo “constriñe a un procedimiento lento y poco contemporáneo” que le permite tomar conciencia del espacio. Con esa conciencia Basilico apunta dos observaciones sobre la periferia urbana: primero, la indiferencia hacia esas zonas, que empieza a cambiar desde finales del siglo XX a partir del fenómeno de la llamada ciudad difusa; y, segundo, “la transformación del espacio urbano en puro espacio comercial y expositivo.” Con todo, el fotógrafo no se confía a la pura y simple imagen: “me empeño en la construcción de libros. Es ahí que se expresa mi búsqueda de ligas y relaciones, mi mirada y mi discurso sobre la ciudad.” En la narración está el verdadero poder de la imagen. Al final de su libro Basilico dice: “Me doy cuenta de haber puesto en marcha un dispositivo de visión que me lleva obsesivamente a repetir las mismas fotografías desde hace veinte años, con los mismos puntos de vista, las mismas distancias de observación, las mismas variaciones de luz. Pero pienso sinceramente que en mi labor hay un intento metodológico, obsesivo y repetitivo, que busca cierta ritualidad, como para servirse cada vez de un código de acceso personal.” Y cita, de nuevo, a Aldo Rossi en su Autobiografía científica: “Si debiera hablar hoy de arquitectura diría que es más un rito que una actividad creativa; porque conozco plenamente la amargura y el consuelo del rito” –pues, aunque “hay una diferencia fundamental entre el trabajo del fotógrafo y el del arquitecto,” la fotografía, “dentro de ciertos límites, consigue reordenar el caos que está frente a nuestros ojos, que es un aspecto común y repetitivo del paisaje urbano contemporáneo. Desde este punto de vista, pero sólo en términos metafóricos, se puede hablar de proyectación.”

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