Que el voto sea secreto implica que no podemos ser obligados a revelar ni nuestras intenciones ni nuestra decisión final. Pero, a veces, decir por quién votaremos y, sobre todo, por quién no lo haríamos bajo ninguna circunstancia, se revela neceario.
Como escribió ayer Germán Dehesa, "no votar por el PRI es un deber ético puesto que implica no votar por los ladrones, por los que saquearon de tal modo a este país que lo dejaron viviendo o sobreviviendo apenas, pero rodeado de incontables carencias."
Peor aun que el robo descarado, si se puede, la segunda mitad de los 70 años de su reinado, los priistas se dedicaron a olvidar, desatender o de plano desmantelar la infraestructura e institucionalidad que, en paralelo al robo y al autoritarismo, otros priistas habían construido en la primera mitad.
Votar por el PRI, hoy, sólo puede ser signo de imbecilidad o de cinismo, de idiotez o de complicidad.
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