para el filósofo neopragmático richard rorty, la verdad no es algo que esté en el mundo sino que está y es sobre el mundo. el mundo, afirma rorty, sólo es y, por sí mismo, no puede ser verdadero ni, por tanto, falso, pues la verdad depende de las proposiciones que hacemos de las cosas. en otros términos, cuando decimos que algo es tal o cual cosa, la verdad de la proposición es, precisamente, de la proposición y no de la cosa. depende, digamos, de que lo dicho pueda hacer sentido –hacerlo, más que tenerlo.
esa concepción de la verdad le permite a rorty decir que el método que tiene la filosofía para producir (que no encontrar) la verdad, es el mismo que el de la política utópica o de la ciencia revolucionaria. “el método, dice, consiste en volver a describir muchas cosas de una manera nueva hasta que se logra crear una pauta de conducta lingüística que la generación en ciernes se siente tentada a adoptar, haciéndoles así buscar nuevas formas de conducta no lingüística.”
rorty agrega que ese método “no trabaja pieza a pieza, analizando concepto tras concepto, o sometiendo a prueba una tesis tras otra. trabaja holística y pragmáticamente. dice cosas como ‘intenta pensar de este modo’ o, más específicamente, ‘intenta ignorar las cuestiones tradicionales, manifiestamente fútiles, sustituyéndolas por las siguientes cuestiones, nuevas y posiblemente interesantes.’”
esta forma de hacernos posible ver si no otras cosas al menos las mismas de otro modo –lo que, finalmente, viene a ser lo mismo que otras cosas–, no sólo es el método de la filosofía, la ciencia o la política. o, más bien es o debe ser su método explícito, pero es también el modus operandi discreto, sutil, de otras formas o maneras de hacernos ver más y de otro modo: la literatura, el cine, la pintura o la televisión.
pensemos, por ejemplo, en la serie de redescripciones de la realidad que fueron necesarias para que hoy los estados unidos tengan un presidente no sólo negro sino de reciente inmigración. entre esas redescripciones están, por supuesto, la acción política de activistas de los derechos civiles o el trabajo de científicos y pensadores que demostraron que la diferencia entre blancos y negros no tiene su causa en diferencias esenciales o de naturaleza, sino en circunstancias sociales y culturales. pero también forman parte indudable de esa redescripción de la realidad filmes (como adivina quién viene a cenar o al maestro con cariño) y series de televisión como the cosby show, que mostraron una y otra vez una realidad distinta o, más bien, una manera distinta de entenderla –lo que, de nuevo, viene siendo lo mismo–, hasta que la elección de un presidente negro no parece chocar a la mayoría.
lo mismo podríamos pensar de los derechos civiles de los homosexuales. no sólo el trabajo de activistas políticos, científicos y filósofos ha sido importante, sino también el hecho de que en el cine y la televisión los personajes homosexuales vayan pasando, poco a poco, de ser personajes marginales, excéntricos, a ser normales. por supuesto, ni en el caso de los negros ni en el de los homosexuales, la redescripción de la realidad ha sido suficiente o ha llegado a término –cosa, por lo demás, probablemente imposible e incluso indeseable: redescribir la realidad es una tarea interminable de la cultura o, más bien, es la cultura misma. pero algo se ha avanzado –y de nuevo, si volvemos a rorty, el avance no tiene que ver con una acercamiento progresivo a la verdad, sino con la apertura de nuevas posibilidades: gracias a esas redescripciones hoy se pueden hacer cosas que antes eran impensables, como tener a obama en la casa blanca.
las recientes discusiones por la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo en la ciudad de méxico, muestran el choque entre dos posiciones: una, dogmática, que da vueltas alrededor de lo que rorty llama el léxico último: ”último en el sentido de que si se proyecta una duda acerca de la importancia de esas palabras, el usuario de éstas no dispone de recursos argumentativos que no sean circulares.” esos términos “representan el punto más alejado al que podemos ir con el lenguaje: más allá de ellas está sólo la estéril pasividad o el expediente de la fuerza.” ejemplos de esos términos – “sutiles, flexibles y ubicuos” – son “verdadero”, “bueno”, “correcto” y “bello”. también, podemos verlo ahora, “natural”, “moral” y, por supuesto, el término paradigmático entre todos los que constituyen el léxico último, dios. la otra posición, la pragmática, “intenta –como veíamos más arriba– ignorar las cuestiones tradicionales, manifiestamente fútiles, sustituyéndolas por las siguientes cuestiones, nuevas y posiblemente interesantes.’”
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