24.9.10

imbecilidad en púrpura

púrpura, dice el diccionario, es un molusco gasterópodo marino, cuya concha, que es retorcida y áspera, tiene la boca o abertura ancha –y de ese molusco se saca la tintura para el rojo que visten reyes y cardenales. a sandoval íñiguez, ambicioso y esperpéntico cardenal de la iglesia católica en guadalajara, le queda parte de la definición: rastrero y retorcido, de boca ancha –que como el molusco escupe mierda amarillenta que con el aire se pone verde y luego de un rojo cada vez más oscuro. este imbécil que no entiende que debe callar ni por qué, viene ahora a presentarse, una vez más, como defensor de la "democracia" –lo que realmente defiende son añejos prejuicios que le convienen a la patética ideología que representa– y de la ley, volviendo a sacar a relucir "leyes naturales" que dudo entienda y haya pensado. dice el rústico senil que esas leyes "todos las llevamos impresas en el corazón" y estan inscritas en la naturaleza –y sorprende si no entiende o si su cinismo es tal que piensa que esa gastada y cursi metáfora es argumento en asuntos cívicos y legales. el curita agrega que la ley natural "nos enseña que los seres vivos corporales son sexuados: las plantas, los animales y el hombre son sexuados: sexo masculino y femenino." y de nuevo el cura o miente u olvida lo que mal aprendió en la primaria. ¿o pensará el cura ignorante que los organismos unicelulares que se reproducen asexualmente no son "seres vivos corporales", como tampoco los caracoles y los caballos de mar entre otros millares de animales y plantas? dice, además, que parte de la naturaleza de esos seres sexuados es ser fecundos, con lo cual admite lo antinatural de la regla que en su iglesia le dicta llevar una vida esteril.
como ya se ha hecho notar, que un tipo rupestre como éste ocupe tan alto cargo en la jerarquía católica es signo de la ya desde hace mucho notoria decadencia de esa iglesia. el que no se le ponga un alto en su arrogante y repetida intromisión en asuntos públicos que la ley expresamente le prohibe, una vergüenza.

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