10.11.10

el cuento de no acabar nunca


el senado tampoco estuvo listo. su inauguración se pospone del 20 de noviembre del 2010 hasta diciembre... del 2011. es el cuento de no acabar nunca, de inaugurar las cosas a medias y así dejarlas, de tratarnos –los gobernantes– como idiotas que no logran darse cuenta de que el gobernador anda medio encuerado, de pretender atarantarnos con proyectos potemkin –sin saber, por supuesto, que eso que hacen lleva tal nombre. y la gente debe pensar, ¿para qué tanta obra que cuesta tanto y no se termina y cuando se termina se termina mal? ¿para qué esos concursos que los arquitectos exigen si proponen cosas que, si se hacen, son deficientes o francamente inútiles? es más, ¿para qué los arquitectos y sus propuestas si ya tenemos edificios para casi todo. malos, tal vez. poco funcionales, seguramente. feos, sin duda. pero ahí están y no hay que gastar millones –incluyendo los honorarios de los mentados arquitectos– en construcciones nuevas que recién inauguradas están peor que las viejas.
y, por supuesto, la gente se equivoca. en parte. o tiene razón, pero a medias. la infraestructura o, digámoslo así, el soporte físico de un país si importa. el agua, el drenaje y el transporte, los hospitales y las escuelas, claro está, pero también los parques y los museos, las bibliotecas y las oficinas de gobierno. e importa que funcionen bien y estén pensadas. construidas para durar. pero importa también –aunque sea un asuntó crítico y sujeto a mucho debate, necesario sin duda– que estén a la altura, que den la cara –y bien– por las instituciones que cobijan. que sean –y usaré esa palabra que tanto conflicto genera– bellos. y, sobre todo, que hagan bien lo que deben hacer y, si se puede, que hagan más.
poniendo mis barbas a remojar, diré que si una responsabilidad tenemos los arquitectos es prestarnos a jugar el sucio juego del poder. ¡arquitectos mexicanos uníos! y dejemos de ser los chivos expiatorios de nuestros pequeños potyomkin.

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