hace poco empecé a ver en el f.b. de varios amigos esta campaña: bicis por las aceras, no. y bueno, cuando uno anda en bici no está bien hacerlo por la banqueta, pero ¿es un problema tan grave como para iniciar una campaña? ya se, por ahí alguien habló de un par de muertos por haber sido atropellados por ciclistas que, a toda velocidad, iban por la banqueta. y eso está mal, muy mal, sin duda. pero, aunque no es una disculpa de los infractores, ¿cuántos muertos, cuántos heridos hay cada día por autos, camiones, micros y autobuses que no respetan las reglas de tránsito?
el tema no es si unos pueden violar reglas y otros no, sean los primeros ciclistas y los segundos automovilistas o al contrario, sino el objetivo y las razones de la intensa campaña. no se cuál sea la experiencia de quienes la iniciaron ni de mis amigos que se sumaron a ella, pero yo no he visto que los ciclistas en las banquetas sean realmente una plaga —y he puesto más atención en eso desde que vi esta imagen. los hay: como peatón me he topado con algunos, pero —será buena suerte la mía— han sido poquísimos, insignificantes estadísticamente en relación al número de ciclistas en la ciudad. la razón esta a la vista o, mejor, a los pies: las banquetas en esta ciudad son intransitables a pie y circular en ellas en bici es complicadísimo.
el enojo ante los ciclistas infractores —no sólo porque circulen en las banquetas, sino porque lo hacen en sentido contrario, porque se pasan los altos o porque no usan casco [lo que no exige ningún reglamento y hay ciclistas en ciudades donde sí es obligatorio su uso que incluso cuestionan su eficacia, pero eso es otro asunto]— ha sido en parte alimentado por ese programa de espectáculos —que no son otra cosa hoy la mayoría de los noticieros en la televisión— conducido por joaquín lópez doriga, con "reportajes" como éste, donde se responsabiliza a un ciclista —que lleva a un niño y a un perro— por ser atropellado o este otro, sin pies ni cabeza, de incongruente final, donde también los ciclistas son los responsables. al siguiente fin de semana de esa nota, lopez dóriga tuiteó esta foto:
"sí respetan la ciclopista", dice. y lo vemos montado en su bici disfrutando de un gran domingo. lo bueno hubiera sido que la poco ducha reportera de las notas anteriores comprobara cuántas veces hay autos estorbando en la ciclopista de reforma y en otras de las pocas que existen en al ciudad. también podría —y es un trabajo realmente fácil— grabar cuántas veces los autos se estacionan en las banquetas —que si son difíciles de caminar o recorrer empujando una carriola, resultan entonces imposibles de usar—, o cuántas veces, cuando ya no es posible pasarse la luz roja, se paran sobre el paso peatonal, o dan vuelta sin siquiera ver si algún peatón intenta cruzar la calle, y más, mucho más. la cantidad de violaciones cotidianas al reglamento de tránsito por parte de automovilistas es abrumadora, y la impunidad con la que se desenvuelven no es menor: es, a mi juicio, una muestra más del abuso de poder que acostumbramos en este país.
la auténtica campaña que hace falta es contra esa minoría —pues, pese a su cantidad, los usuarios de autos particulares siguen siendo una minoría en la ciudad. una minoría que, insisto, impunemente ocupa y usa el espacio público a su antojo, imponiéndose literalmente por la fuerza —vean si no a los peatones atemorizados intentando atravesar la calle en un crucero donde los autos dan vuelta a toda velocidad. a esa campaña deberían sumarse todos los medios, pero también la autoridad responsable —hasta ahora irresponsable: ¿cuántas veces no hemos visto a patrullas de tránsito manejar de la misma manera abusiva que otros automovilistas?—, haciendo que se cumplan las reglas y también deben sumarse los peatones —y los ciclistas— exigiéndolo. hay —usaré ese horrible pero preciso término prestado del inglés— que empoderarnos como peatones —y como ciclistas. recuperar las banquetas y las calles no es cosa menor, no por lo que exige pero tampoco por lo que ofrece.