“si hay alguna verdad de la arquitectura, parece ser doblemente alérgica al aforismo: se produce como tal, esencialmente, fuera del discurso. concierne a una organización articulada, pero a una articulación muda.”
volviendo al principio, la verdad en arquitectura, según derrida, es alérgica al aforismo. en otro —el decimoprimero— escribe que “la arquitectura no tolera al aforismo, parece, desde que la arquitectura existe como tal en occidente.” y sin embargo, podríamos armar una buena colección de aforismos arquitectónicos: desde que la forma sigue a la función hasta que la arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz del sol pasando por el menos es más, por afirmar que la casa no es arquitectura pero sí lo son la tumba y el monumento, o los que hablan de dejar a los ladrillos ser lo que quieren ser y de privilegiar el silencio. hay los que realmente dicen todo de golpe, como el de kiesler: la arquitectura es el arte de hacer lo innecesario necesario, o que resumen una ideología, como el de pevsner: un cobertizo de bicicletas es un edificio, la catedral de lincoln es arquitectura. Fórmulas que no cifran ninguna verdad arquitectónica pues, de haberla, según derrida, esa se da afuera del discurso, en los hechos, en las cosas, en el espacio de la arquitectura que es, parece, justamente el espacio y no el discurso. la arquitectura —como escribió después el arquitecto paul shepheard— es concluyente: es lo que es, ni más ni menos. como la gravedad —agregaba shepheard— que hace que las cosas caigan de nuestras manos al suelo independientemente de cómo la describamos, así la arquitectura es lo que hace y no lo que decimos de ella. no es la nube de interpretaciones que la quieren explicar sino simplemente aquello que está más allá —o más acá— de las palabras. es el muro y la ventana que lo perfora, el piso y su perfecta horizontalidad o su medida pendiente, es el techo, la columna que lo sostiene y la sombra que proyecta. aunque eso, dicen otros, no es arquitectura —eso es el cobertizo de la bicicleta. hay que saber ver la arquitectura, y más: imaginarla —roger scruton, filósofo inglés, dice que la arquitectura es eso que construimos imaginariamente, en nuestra mente, a partir de lo que percibimos en el espacio y lo que reconocemos culturalmente. toda arquitectura es lo que le haces cuando la ves, escribió walt whitman. o quizá lo que le haces cuando la cuentas: ludwig wittgenstein se preguntaba si un sueño es lo que soñamos dormidos, lo que recordamos al despertar, lo que le contamos al psicoanalista o lo que éste interpreta: ¿podemos preguntarnos algo así de la arquitectura? ¿es lo que imaginamos al dibujar, lo que construimos, lo que recordamos al recorrerla, lo que contamos tras experimentarla o al volverla a dibujar, lo que escribimos que es? tal vez, aunque la verdad arquitectónica pueda ser alérgica al aforismo, y la arquitectura no tolere al aforismo, también, como escribió derrida en el 43º de la serie, no haya nada más arquitectónico que el aforismo.
1 comentario:
Creo que Derrida todavía no ha sido comprendido por los arquitectos, como tampoco Deleuze: ambos han sido referenciados por arquitectos elitistas, eruditos, autoriales, de obras singulares legitimadas mediante estrategias discursivas propias del arte conceptual. Sin embargo, no se suelen aplicar sus ideas para la arquitectura más mundana y cotidana, para ciudades corrientes y vulgares que sin embargo pueden ser vistas con otros ojos gracias a los anteojos de, por ejemplo, la deconstrucción. Interesante post!
Publicar un comentario