24.5.16

el puente


El puente de Brooklyn es a Nueva York lo que la Torre Eiffel a París. Eso dice David McCullough en el prefacio a su libro The Great Bridge.

Heidegger, que no escogía sus ejemplos a la ligera, usa el puente para explicar su idea de lo que es una cosa construida. “El puente se tiende «ligero y fuerte» por encima de la corriente —escribe. No junta sólo dos orillas ya existentes. Es pasando por el puente como aparecen las orillas en tanto que orillas. El puente es propiamente lo que deja que una yazga frente a la otra. Es por el puente por el cual el otro lado se opone al primero.” El puente, sigue Heidegger, le agrega a la corriente las dos extensiones de paisajes que se encuentran detrás de las orillas. Ese es uno de los pasajes que comenta Christian Norberg-Schulz en su ensayo sobre Heidegger y la arquitectura y la manera como éste entiende el actuar humano como revelación de lo que ya está ahí y al arte, especialmente, como develar. Eso es, de cierto modo, el genius loci, las potencias, el potencial del lugar que ya están ahí —lo mismo que busca el buen general en un sitio de batalla, según los chinos.

McCullough dice que las primeras propuestas serias para construir un puente que uniera las ciudades de Brooklyn y Nueva York se hicieron a principios del siglo XIX. Cuenta que probablemente fue Thomas Pope, carpintero y jardinero de Nueva York, quien primero presentó su idea de un puente levadizo en cantiliver construido totalmente en madera en un librito publicado en 1811. El problema, sigue McCullough, era el East River, que no es un río sino un estrecho de agua salada, turbulenta y en aquellos años con gran tráfico de barcos, por lo que cualquier puente que se pensara construir debía librar un gran claro sin apoyos. En 1867 el encargado de lograr tal hazaña fue John A. Roebling o Johann August Röbling cuando nació en 1806 en Mühlhausen, Alemania. Roebling se graduó como ingeniero en la Königliche Technische Hochschule de Berlin en 1926 con una tesis sobre puentes colgantes. McCullough dice que también estudió arquitectura y filosofía y que fue alumno de Hegel. En 1931 emigró a los Estados Unidos, donde primero fundó con su hermano una comunidad de granjeros en Pensilvania. En 1949, Roebling tenía su propia empresa de manufactura de cables de acero en Trenton, New Jersey. Según McCullough, Roebling practicaba el espiritismo y la hidroterapia, además de tocar el piano y la flauta —al menos hasta que un accidente con un máquina para trenzar los cables le dejó tres dedos de la mano izquierda inmovilizados. Uniendo sus estudios de ingeniería y su nueva empresa, Roebling empezó a estudiar las posibilidades que los cables de acero ofrecían a la construcción de puentes colgantes. Obtuvo varios encargos para construir acueductos y en 1851 Great Western Railway de Canadá le encargó un puente colgantes para que el ferrocarril cruzara el río Niágara. El puente de Brooklyn sería su más grande proyecto: “el puente más grande y la obra más grande de ingeniería no sólo del continente, sino de esta era,” decía él mismo.  

También sería su último proyecto. El 28 de junio de 1869 sufrió un accidente supervisando el sitio de la construcción del puente. Aunque tuvieron que amputarle varios dedos del pie, no pensaron que tuviera consecuencias más graves. Pero, infectado con tétano, tras varias semanas con fuertes dolores, Roebling murió el 22 de julio. Su hijo mayor, Washington Roebling, nacido el 26 de mayo de 1837 en Saxonburg, Pensilvania —la comunidad fundada por su padre— continuó el trabajo de su padre, mejorando el diseño de los pozos de cimentación, en los que trabajó directamente. Un accidente al subir de los pozos le produjo una rápida descompresión que terminó por afectar su salud; Washington Roebling debió supervisar el resto de la construcción del puente a distancia, desde la ventana de su casa y con la ayuda de su esposa, Emily Warren Roebling, quien iba a la obra cada día.


El East River Bridge, luego rebautizado como el puente de Brooklyn, fue inaugurado oficialmente el jueves 24 de mayo a las 2 de la tarde. Washington Roebling observó la ceremonia con binoculares. Su esposa, Emily, fue la primera de las más de 150 mil personas que cruzaron el puente ese día, incluyendo al presidente, Chester A. Arthur, quien más tarde, junto con los alcaldes de Nueva York y Brooklyn, iría a felicitar a Roebling a su casa.

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