La sexta Exposición Internacional que tuvo lugar en París fue en 1925, la de Artes Decorativas. Entre los muchos pabellones de muchos estilos —a veces todos mezclados en uno solo— sobresalieron dos: el de la Unión Soviética, diseñado por Melnikov, y el del Esrpit Nouveau, diseñado por Le Corbusier y su primo, Pierre Jeanneret. En ese pabellón, además de muebles diseñados por los arquitectos, había obras de Léger, Ozenfant, Gris y Picasso.
Doce años después, en 1937, París rompía el récord de la ciudad que más Exposiciones Universales había celebrado con una dedicada a las Artes y técnicas aplicadas a la vida moderna. Le Corbusier y Jeanneret volverán a participar, ahora con el Pavillon des Temps Nouveaux: 1600 metros cuadrados delimitados por una estructura metálica cubierta, en muros y techo, por tela. El techo tan sólo, hecho de varios tramos de tela cosidos, cubría 1200 metros cuadrados. La Unión Soviética cambió la vanguardia de Melnikov por el pesado neoclásico de Boris Iofane, favorito de Stalin, que le hacía cara al pabellón alemán, también 54 metros de altura neoclásica diseñados por el arquitecto de Hitler, Albert Speer, y coronados por un águila parada sobre una svástica. Esos dos pabellones no sólo eran una advertencia de lo que vendría políticamente sino de la resistencia a desaparecer del viejo estilo. Ambos pabellones fueron premiados. Más cerca del nuevo espíritu para los nuevos tiempos de Le Corbusier y Jeanneret, el pabellón español fue diseñado por Josep Lluis Sert.
España estaba en plena Guerra Civil y el pabellón representaba a la República. El filósofo José Gaos fue el comisario del pabellón, que organizó junto con José Bergamín, agregado cultural de la embajada española, Josep Renau y Max Aub. Gaos invitó al escultor Julio González a participar en la exposición y también participaron Luis Buñuel, Joan Miró, Alexander Calder y Picasso.
W.J.H.B. Sandberg cuenta que a Picasso lo invitaron en enero de 1937 a pintar una gran cuadro para una pared cerca de la entrada del pabellón y que durante meses dudó en el tema para la pintura. El 26 de abril a las tres y media de la tarde, un avión alemán y tres aviones italianos, apoyando a las fuerzas de Franco, despegaron de Soria e iniciaron el bombarde de Guernica, atacando directamente a la población civil. A las seis de la tarde se repitió el ataque, con mayor intensidad. Picasso tenía ya el tema para su pintura.
El primero de mayo Picasso empezó a hacer algunos bocetos. Dibujó varios estudios de caballos. El 8 de mayo, mientras sigue dibujando bocetos, se está preparando la tela, de casi 8 metros de largo y tres y medio de alto. El once de mayo la tela está lista y Picasso empieza a trabajar directamente en ella sin dejar, al mismo tiempo, de hacer estudios de detalles. Sandberg dice que “el 20 de mayo el caballo levanta su cabeza. El cuerpo del soldado que se extiende en el suelo de izquierda a derecha cambia de posición el 4 de junio, entonces la cabeza y la mano toman su forma definitiva.” El 4 de junio es normalmente la fecha que se da como final para el cuadro, aunque Picasso siguió trabajando algunos días. “En el último momento, agrega Sandberg, el artista hace un ajuste decisivo: el drama tenía lugar en la calle con casas ardiendo en el fondo. Ahora, de pronto, las diagonales se acentúan y por tanto el espacio se vuelve ambiguo, irreal, interior y exterior al mismo tiempo. La lámpara aparece colgando sobre la cabeza del caballo, mirando la terrible escena como un ojo abierto por completo. La construcción se refuerza, el mural se integra con más claridad a la arquitectura de Sert. En la mano del soldado moribundo, junto a la espada rota, Picasso pone una pequeña flor de esperanza.”
Sert cuenta que, durante la construcción del Pabellón de la República Española, casi diario, cada noche, se encontraban en el Café de Flore Picasso y él y a veces se les unían Miró, Braque, Giacometti, Aub, Triztan Tzara y Paul Eluard, entre otros. Hablaban de todo, pero en especial de la Guerra Civil española. “Picasso hablaba poco de su obra para el pabellón —agrega—, tan poco que nosotros —el embajador de España, el comisario general José Gaos y el arquitecto Luis Lacasa, con quien compartía el encargo de las obras— estábamos realmente inquietos y con dudas de si el mural llegaría a ser realidad en algún momento.” A finales de mayo Picasso los invitó a su taller a ver los avances en la obra.
“Finalmente, continúa Sert, cuando se acercaba la fecha para la inauguración del pabellón, una tarde nos dijo en el café: «será mejor que se lleven el mural, pues de otro modo no lo acabaré nunca, ¡trabajaría en él durante años!” A mediados de junio llevaron el cuadro al pabellón. Picasso mismo se encargó de supervisar la instalación. El 12 de julio se mostró por primera vez al público —más de mes y medio después de que se había inaugurado la Exposición Universal.
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