A fines de los años 40, el general Hubert R. Harmon estuvo a cargo de definir el estilo de la nueva academia que la Fuerza Aérea de Estados Unidos pensaba construir. En parte por razones económicas, pero también por buscar acuerdo con la época, Harmon sugirió apartarse del neogótico de West Point y buscar una arquitectura moderna, poniendo como ejemplo al hotel El Panamá, diseñado por Edward Durell Stone –que Harmon describía como el más encantador edificio moderno que había visto. Varios oficiales viajaron también a la ciudad de México, para visitar la Ciudad Universitaria que estaba entonces en construcción. Kristen Schaffer1 dice que éstos “regresaron de México impresionados por lo que habían visto.
Aunque la disposición del complejo estaba basada en un plan cuadrangular convencional, ese esquema básico había sido manipulado con libertad para lograr un arreglo funcional. Los materiales predominantes eran tabique, concreto y especialmente vidrio, con pocas superficies que requiriesen pintura. Los observadores notaron los marcos estructurales que permitían que los muros exteriores pudieran ser de cualquier material pues no servían como soportes. También comentaron que la mayoría de los edificios estaban sobre pilotes, y muy pocos tenían algo a nivel del suelo además de los soportes estructurales.” El proyecto final estuvo a cargo de SOM. Según John Lindell y Joel Sanders,2 Walter Netsch, arquitecto en jefe del proyecto, utilizó módulos derivados de la dimensión de la cama de un cadete –“la escala del receptáculo del cuerpo masculino en reposo.” El pavimento de piedra genera una retícula que corresponde al ancho promedio de los hombros de un cadete. Lindell y Sanders explican que mientras la intención del pavimento era ofrecer un descanso de la monotonía de la gran plaza, su estructura previene los movimientos diagonales y refuerza una coreografía rígida de marchas y giros a noventa grados. Descrita así, la Academia de la Fuerza Aérea parece ser el corolario lógico de los dispositivos disciplinarios del cuerpo como los planteó Michel Foucault.
Aunque la disposición del complejo estaba basada en un plan cuadrangular convencional, ese esquema básico había sido manipulado con libertad para lograr un arreglo funcional. Los materiales predominantes eran tabique, concreto y especialmente vidrio, con pocas superficies que requiriesen pintura. Los observadores notaron los marcos estructurales que permitían que los muros exteriores pudieran ser de cualquier material pues no servían como soportes. También comentaron que la mayoría de los edificios estaban sobre pilotes, y muy pocos tenían algo a nivel del suelo además de los soportes estructurales.” El proyecto final estuvo a cargo de SOM. Según John Lindell y Joel Sanders,2 Walter Netsch, arquitecto en jefe del proyecto, utilizó módulos derivados de la dimensión de la cama de un cadete –“la escala del receptáculo del cuerpo masculino en reposo.” El pavimento de piedra genera una retícula que corresponde al ancho promedio de los hombros de un cadete. Lindell y Sanders explican que mientras la intención del pavimento era ofrecer un descanso de la monotonía de la gran plaza, su estructura previene los movimientos diagonales y refuerza una coreografía rígida de marchas y giros a noventa grados. Descrita así, la Academia de la Fuerza Aérea parece ser el corolario lógico de los dispositivos disciplinarios del cuerpo como los planteó Michel Foucault.
Walter Netsch nació en Chicago el 23 de febrero de 1920. Estudió arquitectura en el MIT y al terminar, en 1943, se enroló en el ejército. Tras la Guerra, entró a trabajar a la oficina de Skidmore, Owings y Merrill de San Francisco y, en 1951, fue transferido a la de Chicago. En una entrevista que le hizo Detlef Mertins, publicada en el 2001, Netsch cuenta que le dieron la responsabilidad total del proyecto de la Academia militar cuando tenía 34 años. Como dicen Lindell y Sanders, el diseño fue exhaustivo a partir de la modulación de los muebles y las habitaciones hasta las relaciones entre los distintos edificios, el más emblemático de todos tal vez sea la capilla. Netsch dice que al haber vivido en Japón, tomó el módulo de la idea del tatami, transformando las medidas en proporción a la mayor estatura de los norteamericanos.
El edificio más emblemático del conjunto fue la capilla. Netsch le dice a Mertins que como preparación para diseñarla, Gordon Bunshaft lo envió a Europa: “si vas a diseñar un edificio controversial, Walter, debes ser capaz de decir que estuviste en Chartres y en Notre Dame.” Lo que más le preocupaga a Netsch era que “no existía el amor al trabajo mediante el cual algo se agrega dentro del mismo vocabulario cada década” y cómo lograr ese efecto de un solo golpe. La respuesta la encontró con la ayuda de su ingeniero, Ken Nasland: una forma plegada que al repetirse generara el espacio de la capilla —¡origami!, le dijo a Mertins. En una oficina del tamaño de SOM generalmente nadie recibía el crédito por ningún edificio, dice Netsch, “hasta la capilla de la Academia. Como la mitad de los socios no querían que se construyera, estuvieron felices de que me llevara todo el crédito del diseño. Rompí el tabú por accidente.”
Netsch murió el 15 de junio del 2008. Su obituario en el New York Times lo describe como “un arquitecto que empleó teorías tercamente individualistas para crear la etérea capilla de la Academia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, así como otros conglomerados modernos que a algunos repelían y a otros encantaban.” También agrega que la capilla, con sus 17 agujas plateadas: tetraedros cuyo “efecto es un eco de las grandes catedrales de Europa pero en aluminio y otros materiales modernos,” es la principal atracción turística hecha por el hombre en Colorado.
- Kristen Schaffer, ‘Creating a National Monument: Planning and Designing the Academy’, en Modernism at Mid-Century, The Architecture of the United States Air Force Academy”, editado por Robert Bregmann, The University of Chicago Press, 1994, p.22.
- En Stud, Architectures of Masculinity, editado por Joel Sanders, Princeton Architectural Press, 1996, p.74.
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