12.6.16

obra abierta

“Nunca hice nada para merecer este premio.” La declaración de Frei Otto cuando se le informó que recibiría el premio Pritzker, pocos días antes de morir, el 9 de marzo del 2015, no era sólo una muestra de humildad, de modestia, en una época, más antigua de lo que se piensa a veces, en que los arquitectos han asumido gustosos el papel de superestrellas. Era, también, una manera de aclarar su concepción del diseño y la arquitectura. En la frase I have never done anything to gain this prize, más que poner atención en el have never done anything, habría que hacerlo en el I: yo. Otto siempre entendió su trabajo en particular y la arquitectura en general como una colaboración entre muchos. Lo mismo pensaba Günter Behnisch, con quien Otto colaboró en el diseño el estadio para los Juegos Olímpicos en Munich en 1972.

Behnisch nació el 12 de junio de 1922 en Lockwitz, cerca de Dresden. Su padre era maestro de escuela primaria, pero al oponerse a las ideas de los Nazis, perdió su puesto cuando estos llegaron al poder. Estudió primero en Dresden y luego en Chemnitz antes de ser enrolado en la marina en 1939. Para 1944 había alcanzado el rango de comandante de un submarino. Terminada la guerra se rindió a los ingleses y fue enviado a un campo de prisioneros de guerra en Escocia. Peter Blundell Jones cuenta que fue ahí, en el campo de concentración, donde empezó a estudiar arquitectura con Berndt Koesters. Liberado en 1947, Behnisch regresó a Alemania. Sus padres vivían en la zona ocupada por los soviéticos pero el permaneció en el lado occidental. Fue admitido en la Universidad Técnica de Stuttgart donde se recibió como arquitecto en 1951. Terminados sus estudios, empezó a trabajar en el despacho de Rolf Gutbrod, quien también colaboraría con Otto. En 1952 se asoció con Bruno Lambart y fundaron su propia oficina, iniciando una serie de colaboraciones y sociedades con otros arquitectos que continuarían hasta su muerte, el 12 de julio del 2010.

De su trabajo y su manera de hacerlo, Peter Blundell Jones escribió que “desavía los esquemas obvios y tradicionales de clasificación. No hay un «estilo Behnsich» porque él y sus colaboradores nunca produjeron uno, ni siquiera una serie de estilos. Sus edificios son de una calidad magistral pero de una variedad asombrosa, pasando de una serie de preocupaciones a otra. Tampoco hay una postura teórica unificada, pues la oficina se ha basado en una red de ideas en evolución. Otra dificultad para los historiadores —y para aquellos que encuentran consuelo en las etiquetas— es la falta de claridad en la autoría. La obra no lleva la marca consistente de la firma personal de Günter Behnisch, pues no sintió la compulsión de imponerla y, más importante, porque el  no dibuja.” Jones explica que eso se debe a que no tenían el y sus asociados y colaboradores la pretensión de que un edificio pudiera o debiera predeterminarse hasta el último detalle en dibujos: “no hay un culto por el dibujo per se, y las maquetas resultan más importantes para el proceso de diseño.”

En 1997, Behnisch publicó en la revista Perspecta un texto titulado Günter Behnisch for an «Open» Architecture: a Discussion of Collaboration and the Design Process. El formato mismo del texto llama la atención: un texto en negritas se entrelaza con otro con una sangría mayor. El primero, aunque tiene un título de manifiesto: for an Open Architecture, es más descriptivo de su práctica, mientras el segundo, titulado Finding form, es más “teórico.” Aquí las primeras líneas:

Por una arquitectura abierta 
Encontrando la forma 
Fue hace cuarenta años, en 1952, cuando un amigo y yo establecimos nuestro 
La idea de que la forma de los edificios y de los espacios abiertos debe determinarse 
despacho. En las cuatro décadas que han pasado desde entonces, mucho 
desde el inicio del proyecto nos parece absurda. ¡Qué manera de trabajar tan poco 
ha sucedido y mucho ha cambiado en el mundo.
valiosa y tan aburrida sería! Uno puede imaginarse un grupo de arquitectos que pasan 
Nuestra arquitectura y la manera como trabajamos también ha cambiado.
tres o cuatro años luchando para conseguir una forma determinada por un solo arquitecto. 
Naturalmente, es el producto de una época específica y de personalidades y 
Encontramos más valioso determinar la forma lo más tarde posible. Por supuesto hay 
contextos específicos. 
ciertos elementos que deben fijarse en cada etapa. Pero sólo aquellos que resulta 
Sólo al final —tal vez– nos damos cuenta de los problemas. 
absolutamente necesario: no todo el proyecto.

Behnisch habla también en ese texto de la relación entre las técnicas y los materiales que se emplean para construir la arquitectura, incluso desde el dibujo o la maqueta: una arquitectura dibujada con un lápiz 6B o con carboncillo será distinta a otra dibujada con uno de la mayor dureza; una maqueta de cartón produce edificios distintos a una de madera. Explica que la maqueta para el Estadio Olímpico de Munich se hizo con arena: una forma abierta de transformar un terreno sin predeterminarlo. “Cualquier material usado para los propósitos de la arquitectura está sujeto a sus propias leyes y a su propia historia,” de la regla T y la escuadra al acero hecho viga o cable. En su texto, Benisch termina afirmando que “un edificio no es una unidad monolítica o armonizada formalmente; más bien es un complejo de muchas formas individuales.” La arquitectura será, para Benisch, siempre una obra abierta.

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